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domingos con historia:

El republicanismo catalán también tenía una idea de España y de su modernidad

Fue una cultura política popular más allá de las iniciativas de Cambó y Prat de la Riba, pero tenían su idea de España

El republicanismo catalán también tenía una idea de España y de su modernidad abc

fernando garcía de cortázar

El regionalismo conservador, el republicanismo lerrouxista y el sindicalismo de la CNT no agotaban la pluralidad de las expresiones políticas de una Cataluña diversa, con profundos conflictos internos que separaban a monárquicos y republicanos, conservadores y liberales, dirigentes patronales y sindicalistas, regionalistas y federales . La opinión pública y los movimientos políticos en Cataluña seguían un camino paralelo al del proceso de cambio y modernización que estaba produciéndose en el conjunto de España, tras el Desastre del 98 . De esa realidad nacional nadie deseaba excluirse y la única propuesta de separatismo habría de esperar a la fundación, por Francesc Macià en 1919, de la Federación Democrática Nacionalista, cuyos resultados electorales, ese mismo año, fueron ridículos, en comparación con los obtenidos por la Lliga y las diversas opciones republicanas.

La manipulación independentista

Hoy el independentismo se empeña en destacar a los fundadores del regionalismo conservador como referentes del catalanismo. Sin embargo, el republicanismo federal era una cultura política con mayor arraigo popular y antigüedad que la que podía ofrecer el proyecto de Prat de la Riba y Cambó. Del federalismo nacieron los primeros esfuerzos por impulsar, más allá de los aspectos artísticos y literarios, una ciudadanía catalana, empeñada en la renovación de España, la conquista de la autonomía y una democracia avanzada. En palabras del diputado Vallès i Ribot, los representantes federales elegidos en 1907 aportaban la lucha por «la España natural, la España histórica, la España del trabajo, la que quiere salvarse y regenerarse», idéntico objetivo al perseguido por los sectores progresistas del resto de la nación.

Los contenidos sociales y políticos del republicanismo federal impidieron que la alianza con los seguidores de Prat de la Riba y Cambó pudiera mantenerse por mucho tiempo. Fundada por los abogados Vallès y Layret nace en 1909, la Unión Federal Nacionalista Republicana, que condenaba «expresamente toda aspiración separatista» y afirmaba que la construcción de una Cataluña fiel a los principios de libertad y de justicia social no tenía como único adversario a la Monarquía sino a la Lliga Regionalista y sus compañeros de viaje más reaccionarios. «Creo, sinceramente, que estos hombres tienen el don del desacierto, de volar como inquietas mariposas alrededor de luces diferentes, de devorar, como Saturno, a sus propios hijos», decía Joaquim Lluhí, uno de los fundadores del nuevo partido.

Compromiso mantenido

El deseo de colaborar en el cambio político de España llevó a la UFNR a integrarse en la Conjunción Republicano-Socialista, y en las vicisitudes que siguió esta opción en los años de crisis de la Gran Guerra. Pronto se hizo visible, asimismo, su voluntad de participación en la estrategia de los sectores avanzados del republicanismo y el socialismo españoles, que incluía la denuncia del regionalismo conservador, considerado, más que un instrumento de modernización de España, la simple manifestación de un nuevo caciquismo.

Esta implicación a fondo en la regeneración española trató de realizarse también a través del Partido Reformista, que creó su sección catalana poco después de su fundación, en 1912. Aunque las huestes de Melquíades Álvarez tendrían poco éxito en Cataluña, de ellas saldrían algunos personajes centrales en el futuro del catalanismo, en especial el joven abogado Lluís Companys, que asumía por entonces las moderadas propuestas del político asturiano.

Espíritu español y catalán

Durante la crisis española de las postrimerías de la Guerra Mundial, el republicanismo federal mantuvo su compromiso con la modernización de España, aderezado con un resuelto apoyo a las actividades del movimiento sindical, que tanto atemorizaban al regionalismo conservador de la Lliga, dispuesto a pactar con los partidos dinásticos para limitar la participación de los trabajadores en la política y evitar cualquier concesión que pudiera hacerse a sus aspiraciones laborales. Hasta su muerte en noviembre de 1920, a manos de los pistoleros de la patronal protegidos por Martínez Anido, Francesc Layret encarnó el espíritu español y catalán de este republicanismo federal.

En la fundación de las diversas organizaciones que fueron sucediéndose en Cataluña, en la maraña de siglas que enturbia el escenario político de comienzos de siglo -la UFNR, el Bloque Republicano Autonomista, el Partido Republicano Catalán-, Layret afirmó siempre su aspiración de construir una República Federal española, alejada de toda veleidad separatista. Ello no impidió que, cuando el régimen entró en su fase crítica, a partir de los acontecimientos de 1917, Layret y sus compañeros pudieran presentarse como los más ardientes defensores de la restauración de las libertades políticas y la autonomía.

Separatismo, pieza marginal

El regionalismo conservador no lo tuvo tan claro. Como habría de señalarlo Jesús Pabón en su insuperable biografía de Cambó, en el momento en que el líder regionalista hubo de escoger entre el autonomismo y la revolución, no lo dudó: cogió el fusil reaccionario del somatén. La huelga de la Canadiense en 1919 y la crispación de la lucha social en Cataluña llevaron a unos al sacrificio de su vida, como Layret, y a otros al aplauso al golpe de Primo de Rivera, que es lo que hicieron los dirigentes de la Lliga, ensalzados hoy como heroicos antecedentes del secesionismo. No quedó en ese terreno elocuente y trágico la diferencia entre ambas posiciones. El republicanismo federal firmó, en agosto de 1930, el Pacto de San Sebastián, que programó la caída de la Monarquía, asegurándose una autonomía que excluía, por definición, la independencia. Cambó, por el contrario, trató de salvar la Corona haciendo que la Lliga participara en un último esfuerzo de renovación del constitucionalismo alfonsino.

El separatismo, presentado en la actualidad como el hilo conductor de este relato, fue una pieza marginal, reducida al pintoresco parafascismo de los jóvenes uniformados y violentos de Estat Català, a algunas baladronadas de un Macià rápidamente puesto en su sitio por los dirigentes republicanos, y al intento de aprovechar los sucesos de octubre de 1934, cuando Lluís Companys, ante la indiferencia y el desprecio del obrerismo barcelonés, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal española.

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