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La biblioteca que resurgió de las cenizas

La Casa del Lector recrea la Villa de los Papiros, enterrada bajo la lava del Vesubio durante diecisiete siglos

La biblioteca que resurgió de las cenizas abc

susana gaviña

Nos encontramos en la Casa del Lector , en su sala expositiva, donde la luz se torna en penumbra para invitarnos a entrar, virtualmente, en la Villa de los Papiros. Un lugar donde, tras las excavaciones promovidas por Carlos III en el siglo XVIII, se encontró la única biblioteca de la Antigüedad clásica que se conoce, conservada en parte gracias a haber sido destruida –y protegida al mismo tiempo– por la lava procedente de la erupción del Vesubio en el año 79 después de Cristo. Una catástrofe que no solo afectó a Pompeya, sino también a las ciudades cercanas, como Herculano, situada a las afueras de Nápoles. Es ahí donde se levantaba la Villa de los Papiros (nombre que se le dio pues en el interior de la biblioteca se hallaron 1.785 papiros), que fue propiedad del suegro de Julio César, Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, cuyo interés se centró especialmente en la obra de Epicuro, figura que sobrevuela esta muestra.

La exposición, comisariada por Carlos García Gual y Nicola Oddati y que permanecerá abierta hasta abril de 2014, es un viaje hacia el pasado en dos etapas. Comienza con un recorrido por la Villa de los Papiros, reconstruida virtualmente por el Museo di Archeologia Virtuale di Ercolano . «Hay dos adjetivos que definen esta muestra: innovadora y valiente, ya que es el primer ejemplo en Europa de una exposición arqueológica donde arqueología y nuevas tecnologías se unen», afirma el director del museo, Ciro Cacciola.

Lectura y escritura en la antigua Roma

Este paseo por distintas salas –la muestra ocupa 1.000 metros– nos permitirá entender cómo era la lectura y la escritura, tanto en la esfera pública como en la privada, en la antigua Roma a través de tablillas de escritura, pintura pompeyana con escenas de lectura, tinteros, así como papiros en el estado original en el que fueron encontrados, esto es, carbonizados y sin desenrollar. Objetos cedidos por el Museo Nacional de Arqueología y la Biblioteca Nacional de Nápoles (mandada construir en el interior del Palacio Real por Carlos III). Así se mantendrían durante diecisiete siglos, cuando comenzaron las campañas arqueológicas que descubrieron lo que las cenizas del Vesubio habían ocultado durante tanto tiempo: la historia y el legado de Pompeya y de Herculano.

Un pasadizo, iluminado por una frase de Epicuro, se convierte en el «tunel del tiempo» para saltar al siglo XVIII y a la segunda parte de la exposición. En el primer espacio nos detenemos para que nuestros ojos se acostumbren a una nueva luz, la del siglo de la Ilustración, a sus cuadros, a sus muebles cubiertos con piedra de lava procedente del Vesubio. Y emprendemos otro viaje para conocer de cerca la otra pasión de Carlos III, a parte de la arqueología: la edición de libros.

Relectura en el siglo XVIII

«En esta parte se realizan tres relecturas del legado de la Villa de los Papiros», explica el coordinador de la muestra, José Vicente Quirante, responsable de actividades en la Casa del Lector y director del Cervantes de Nápoles durante cinco años: «la artística, a través del vaciado con yeso de las esculturas encontradas en la Villa» (después fueron depositadas en el Museo de Bellas Artes de San Fernando, donde sirvieron de modelo a Picasso y Dalí); «la científica», que nos brinda la posibilidad de conocer la máquina creada por Antonio Piaggio para desenrollar papiros, –que sale por primera vez de Nápoles– y que permitió abrir en su integridad un papiro de casi cuatro metros, que también puede verse por primera vez fuera de la Biblioteca Nacional de Nápoles, «y por última», avisa su director, Mauro Giancaspro.

Y, finalmente, la relectura editorial, desde una doble perspectiva: la interior, donde se puede conocer el proyecto editorial del monarca español, la Stamperia Reale, en la que destacan los ocho volumenes de «Le antichità di Ercolano esposte», que promovieron la difusión en toda Europa del estilo neoclásico;mientras que la exterior se refiere al impacto que produjeron las excavaciones en los viajeros que llegaron a Italia, vertido en publicaciones posteriores.

Pone el broche a la muestra uno de los retratos más célebres de la cultura antigua, el de Terencio Neo con su esposa.

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