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COSAS MÍAS

ILEGAL PERO MORAL

EDURNE URIARTE

Aquello que no se admitió para Irak ahora sí comienza a aceptarse para Siria

«BOMBARDEE Siria, aunque sea ilegal», le aconsejaban ayer a Obama, y no George Bush, sino el progresista The New York Times a través de un artículo que tuvo colgado durante todo el día en su portada digital, además de en papel. Firmado por Ian Hurd, politólogo y experto en Derecho Internacional, que documentaba la imposibilidad de encontrar una base legal para el ataque militar fuera del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas («Bomb Syria, Even if It Is Illegal»). Pero recordaba también lo que otros, sobre todo los neoconservadores, llevan años fundamentando, que otras intervenciones como la de Kosovo también fueron ilegales pero legítimas y que muchas de las atrocidades de los últimos años han puesto de manifiesto las evidentes limitaciones de una legalidad basada en el Consejo de Seguridad y en el veto de las potencias como Rusia y China.

El propio editorial del diario progresista había defendido algo parecido unas horas antes, si bien con más timidez, que Obama «debería presentar una defendible justificación legal», pero, si no es posible, y el periódico sabe que no lo es, que componga una fuerte coalición internacional que le dé legitimidad. Lo que hizo Bush, pero con la diferencia de que, entonces, la razón moral era sobre todo explicada por voces conservadoras y eso la hacía menos popular que ahora, cuando es defendida por John Kerry con sus palabras sobre la «obscenidad moral que debe sacudir la conciencia del mundo».

Algo parecido pasa con el cambio ideológico de roles que se ha producido en Europa, donde Obama tiene dos principales apoyos para la intervención militar, el conservador de Cameron y el progresista de Hollande, que hablan igualmente en términos morales sobre la necesidad de intervención. Mientras a la izquierda continental le costaba menos eludir la fuerza de la posición de Tony Blair por lo de las peculiaridades británicas, se siente mucho más concernida cuando la razón moral es esgrimida nada menos que por el líder del socialismo francés, François Hollande.

Lo cierto es que aquello que no se admitió para Irak, que pudiera ser ilegal pero moral, ahora sí comienza a aceptarse para Siria. Lo que contribuirá, espero, a replantear el papel del Consejo de Seguridad como guía de la legitimidad en conflictos internacionales en la línea defendida por los socialistas españoles con Zapatero al frente. Y no sólo para cuando sea progresista el presidente americano, sino cuando otras atrocidades tengan lugar y el presidente sea republicano.

No hay un objetivo estratégico claro, no se pretende un cambio de régimen y es dudoso el resultado, señalan los más críticos de la intervención militar. Pero las guerras de Afganistán e Irak enseñaron precisamente la inmensa dificultad del logro de la democracia y de la libertad. O la conveniencia de objetivos más limitados. En este caso, «castigar y disuadir», tal como lo han definido fuentes del Gobierno francés, lo que es, en términos morales, bastante más que no hacer nada. Y resulta coherente con los valores integrados en un concepto como Occidente.

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