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Malos tiempos para la profesionalidad e independencia del profesor universitario

Malos tiempos para la profesionalidad e independencia del profesor universitario

POR HERMINIO R. PADILLA ALBA

HACE unos días, asistí a un Consejo de mi Departamento. Su único punto del orden del día era la resolución adoptada por el tribunal nombrado «ex profeso» para la revisión del examen de una alumna que había sido evaluada por su profesora con un tres (debía obtener en el examen sólo un punto más para poder superar la asignatura, computándosele a partir del cuatro los otros dos puntos que había obtenido con la realización de las actividades del curso).

El Reglamento de Régimen Académico de la Universidad de Córdoba (UCO) permite a los alumnos que puedan recurrir las calificaciones obtenidas en sus exámenes parciales y finales. El procedimiento es sencillo: deben presentar un escrito razonado ante el Consejo de Departamento. A pesar de ello, no es normal que un tribunal formado por tres compañeros de la misma disciplina enmiende la plana al profesor evaluador. Y la razón no es, como los alumnos piensan, por razones de corporativismo sino porque no se pone en tela de juicio su profesionalidad e independencia. Pero a veces ocurre que sí puede interesar dudar de esa profesionalidad cuando hay interés en aprobar a un alumno —que arroje la primera piedra quien nunca haya recibido una recomendación— y la profesora evaluadora, como es el caso, se encuentra aislada en el área de conocimiento frente al catedrático y su séquito.

Vergüenza ajena. No se me ocurre otro calificativo mejor para lo que sentí ese día. El tribunal de revisión fue rascando décimas de las distintas respuestas —una calificada con un cero fue puntuada (sic) con dos décimas— ignorando el más que acertado y ecuánime criterio de corrección de la profesora, a quien, fuera de la justicia ordinaria, se deja absolutamente indefensa ante la imposibilidad de recurrir a su superior la decisión del tribunal de revisión. El resto de los miembros asistentes al Consejo, con su aprobación unánime —sólo se abstuvo la afectada y quien esto escribe—, hizo patente que la arbitrariedad también triunfa por la pasividad y contubernio. Con absoluta seguridad, por una experiencia de veinte años en la Universidad, puedo afirmar que dicha decisión hubiera sido en sentido contrario (confirmatoria) si la profesora evaluadora del examen hubiese sido no ya una catedrática sino una profesora bien avenida con el grupo.

A partir de este caso y otros similares —por razones de equidad, tendrían derecho a revisar su examen todos los alumnos de dicha profesora que hubieran obtenido en la convocatoria de junio un 3—, basta que todos los alumnos de la UCO suspendidos reclamen a sus departamentos para que se origine una disfunción tan grave e importante que no sólo afecte a los profesores y Departamentos sino al propio Consejo de Gobierno de la UCO, ante el que también los alumnos pueden recurrir la decisión del tribunal de revisión. O a lo mejor, lejos de ello, es otra vía para que la UCO obtenga un determinado número de alumnos aprobados por curso académico. Y es que una de las preocupaciones de la UCO, auspiciada por los propios estudiantes, es la tasa de rendimiento y de éxito superior al 50% que tiene que lograr un profesor universitario. Lejos parece quedar su profesionalidad e independencia.

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