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Prevención contra el delito en la adolescencia

MANUEL MORENO

Trece guardias civiles han recorrido colegios e institutos de la provincia contando a los estudiantes los riesgos de internet, las drogas, el acoso escolar o la violencia de género

«Llegué a un colegio para dar una charla y los padres estaban divididos en dos bandos. Mi compañero y yo pasamos por el medio pensando que nos iban a dar collejas. ¿Qué había ocurrido? Habían tomado una fotografía en una clase y se había distribuido en las redes sociales con el consentimiento del colegio. Uno de los niños salía con los ojos cerrados y alguien le llamó chino en un mensaje de wasap. De ahí se pasó al intercambio de insultos y los padres se fueron dividiendo en dos bandos. Nos llamaron para que mediáramos».

Lo cuenta Manuela Martínez, la coordinadora de los trece guardias civiles que han impartido 316 charlas durante este curso académico en 126 colegios e institutos de la provincia de Toledo. Charlas que comenzaron en 2007 y que están enmarcadas en el Plan Director del Ministerio del Interior para la convivencia y mejora de la seguridad en los centros educativos y sus entornos.

Natividad Casas Maroto y Jesús Cantarero Muñoz son dos de los guardias civiles que han instruido a los chavales sobre los riesgos de internet, la drogadicción, la violencia de género, el acoso escolar, las bandas juveniles (aunque en la provincia de Toledo no existen) y el acceso a la Guardia Civil (principalmente para alumnos de Bachillerato).

Sin pensar en consecuencias

«Cuando les hablamos de drogas y las proyectamos en diapositivas, las conocen perfectamente, les resultan familiares, sobre todo la marihuana», dicen Natividad y Jesús. «Por el tipo de pregunta que te hacen, sabes qué chaval es consumidor», asegura la guardia civil, que imparte estas charlas desde hace cuatro cursos escolares. «No piensan en las consecuencias que les puede acarrear la droga más allá del consumo», tercia Jesús.

Su joven auditorio tampoco repara mucho en los riesgos de internet. «Se creen que navegar es anónimo, que pueden insultar, entrar en páginas prohibidas sin que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado puedan encontrarlos si hay una denuncia por medio», resume Natividad. «Hay una huella digital que deja rastro y se les hace ver que, aunque estén solos en casa, sí les puede pasar algo grave si se ponen a insultar a compañeros a través de las redes sociales», añade.

«Las chicas son más atrevidas, más echadas para adelante, son las que mandan más fotos en ropa interior, desnudas...», asegura la agente.

«Sexting»

Su frase da pie a Jesús para hablar de «sexting» (envío a otras personas por teléfono móvil de contenidos de tipo sexual, principalmente fotografías y/o vídeos, realizados generalmente por el propio remitente). «Los chavales a veces no lo conocen por el nombre, pero sí saben de qué estamos hablando», subraya el guardia, que ha cumplido dos cursos académicos recorriendo centros educativos con estas charlas, cuyo contenido y lenguaje se adapta a la edad de los oyentes. «El problema es que no le dan importancia a este asunto tan grave», agrega.

«Les exponemos casos: ‘¿Os gustaría ver fotografías vuestras colgadas en publicidad pornográfica?’ Es entonces cuando recapacitan», afirma Natividad. «No ven la repercusión real de una fotografía en ropa interior, no llegan a percibirlo de forma real», lamenta Jesús, quien cifra entre los once y doce años la edad en que se comienza a difundir fotografías en la red.

Entonces, ¿a qué edad es aconsejable tener teléfono móvil? Es una pregunta que los padres repiten mucho a estos agentes. «Con acceso a internet, mayores de catorce años», contesta Natividad de forma taxativa. «Soy muy estricta y mi hijo lo sabe», aclara. «Para tener localizado al niño, entre diez y once años, pero solo teléfono con la posibilidad de hacer/recibir llamadas y enviar sms. Con internet, solo a partir de los catorce años, que se supone que los chavales conocen un poquito más los riesgos de internet», explica Jesús. Aunque los dos guardias también coinciden en que es muy difícil controlar el acceso a internet, porque es raro que no haya señal wifi en las casas y en la calle al alcance de cualquier menor.

Hoy día, es complicado que el regalo de un niño que toma la primera comunión no sea un teléfono móvil con conexión a internet. «Desgraciadamente, es el primer regalo que se hace a un niño a los nueve años», se lamenta de nuevo Jesús, cuyo hijo de dieciséis años lleva un teléfono móvil, pero sin tarifa de datos que le permita conectarse a internet en la calle. «En casa, que lo utilice lo que quiera. Por la calle, con que tenga un teléfono para poder hablar con él, suficiente», explica. «Mi hijo tiene un móvil pero sin acceso a internet, como me ocurre a mí. Le he dicho que lo tendrá cuando yo lo tenga. Y por eso lo está pidiendo todos los días», sonríe Natividad.

El regalo de la primera comunión tiene recorrido en la conversación. A Jesús le sorprendió conocer el caso de un niño de nueve años al que le obsequiaron, en ese día tan señalado, con el videojuego «Call of duty» (para mayores de 18 años), algo que a los padres, lejos de molestarles, les agradó. «Si apruebas eso, no le dejes que juegue solo», interviene la fotógrafa de ABC Ana Pérez Herrera, quien conoce el afamado y violento videojuego. «Para la primera comunión, lo mejor una bicicleta o una equipación de fútbol», sugiere Natividad.

«Pegar un poquito»

El caso de los antiguos tuits del concejal Guillermo Zapata, de Ahora Madrid, seguramente ha pululado por las aulas donde se han impartido estas charlas. Uno escucha a Manuela y se le viene a la cabeza esos comentarios, hechos por una persona adulta. «A los estudiantes les decimos que el día de mañana tendrán estudios y una carrera, pero habrán colgados fotografías en internet que no querrán que estén ahí. O comentarios que hicieron hace dos o tres años y que, dependiendo de tu trabajo o cargo, alguien lo saca a la luz», explica la coordinadora de estos equipos de la Guardia Civil.

Los agentes visten de uniforme en sus charlas porque están convencidos que los estudiantes no se tomarían en serio sus consejos si fueran de paisano. «El traje les impone», coinciden Jesús y Natividad. Este equipo, que se ha encargado de las comarcas de Ocaña y de la Sagra este curso, se completa con Juan Antonio Mesones Benavides. Los tres han dado 116 charlas a alumnos y otras dieciocho a padres en una veintena de centros. Otros compañeros se han encargado de ofrecer consejos e información por la zona de Mora, Escalona, Torrijos y Talavera de la Reina, aunque es la comarca que ha contado con menos demanda.

En Illescas, los centros educativos tienen redondeado en el calendario el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Los agentes pasan una semana en esta localidad toledana dando charlas. «Se están dando muchos casos de violencia de género en la adolescencia», generaliza Manuela. «Jóvenes parejas en las que la chica permite que su chico la controle, y ambos lo ven bien, ellos y ellas», espeta. «Mi novio me tiene controlado por GPS, me dice que o soy de él o no soy de nadie», han llegado a escuchar estos agentes de boca de estudiantes adolescentes. Natividad todavía recuerda que se quedó de piedra cuando un niño le dijo que «igual las palizas se las merecería la mujer», para luego preguntar: «Pegar solo un poquito, un puñetazo, ¿es violencia de género?».

Los agentes no descartan que la llegada de los chavales al instituto con edades muy tempranas (entre 11 y 12 años) pueda influir en ese comportamiento. «Ven a chicos más mayores con sus parejas y copian su roll», coinciden Jesús y Natividad, para quienes el nivel académico de los estudiantes nada tiene que ver con esta manera de comportarse. «Le sorprendería conocer algunos casos», advierten.

También ha crecido mucho en los centros educativos –«cada vez más», apostilla Natividad– los casos de acoso escolar («bullying») y el «ciberbullying» (uso de los medios telemáticos para ejercer acoso psicológico). «Entre los chicos, la violencia es física, mientras que entre las chicas es verbal. Desde los once hasta los dieciséis años, aunque a partir de los catorce hay menos casos», aclara Natividad, que se ayuda de medios audiovisuales para explicar a los estudiantes los efectos de esas persecuciones. Y Jesús rememora el caso de una niña que se puso a llorar cuando él hablaba de este asunto. La alumna estaba siendo víctima de acoso escolar.

«Desorientados»

Y los padres, ¿qué pueden hacer ante todos estos riegos? «Están un poco descolocados, muchos no han vivido en esta tecnología y se quedan sorprendidos cuando les contamos las charlas con los chicos», señalan los agentes, que critican a esos padres que justifican con un «son cosas de niños» los comportamientos incorrectos de sus hijos. «Les insistimos mucho en que deben intentar controlar a sus hijos, sus contraseñas de acceso a sus soportes tecnológicos. No es lo mismo que esté conmigo en la habitación, o en el salón, que estén solos en sus dormitorios y que, cuando entremos de repente, veamos solo la pantalla de Windows. Algo malo estaban haciendo», afirma Jesús.

«Hay padres que están desorientados. Nos dicen que sus hijos no tocan el ordenador, pero no saben que están con el teléfono móvil hasta las tres de la mañana. Hay mucho desconocimiento sobres sus hijos. ¿No saben que su hijo puede hacer lo mismo con el teléfono que con el ordenador?», se pregunta Jesús. «Y, por otro lado, nos encontramos con padres que están detrás de conversaciones despectivas entre niños», lamenta Manuela.

No obstante, los agentes terminan sus charlas con un mensaje tranquilizador. «Decimos a los padres que no quiten a los chavales ni el ordenador ni el teléfono móvil , que no se trata de eso –insiste Manuela–. Deben continuar en internet pero, por favor, con un control. Lo mismo que cuando tu hijo sale a la calle y, cuando vuelve, le preguntas con quién ha estado... Que los padres no crean que los chavales corren menos peligros en casa, cuando están delante del ordenador, que en la calle».

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