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Toledo

«Habría más donantes de sangre si no hubiera miedo a las agujas»

Entrevista a Begoña García Sánchez, presidenta de la Hermandad de Donantes de Sangre de Toledo

«Habría más donantes de sangre si no hubiera miedo a las agujas» ANA PÉREZ HERRERA

MANUEL MORENO

«He dedicado prácticamente la vida a esto». Begoña García Sánchez resume con siete palabras sus 39 años en la Hermandad de Donantes de Sangre de Toledo, cuya área de extracción abarca casi un centenar de pueblos. Llegó en junio de 1975 a la hermandad como trabajadora (administrativa) y desde abril de 2012 es su presidenta.

—¿Cuándo dejará la organización?

—Cuando me echen (risas). Ya no vengo de ocho de la mañana a tres de la tarde como cuando estaba en activo, ni tampoco todos los días, pero hago un servicio que creo que es interesante.

—¿Desde cuándo dona sangre?

—Desde febrero de 1973. Se realizó una colecta en mi pueblo, Añover de Tajo, por parte de la Cátedra de la Sección Femenina, la primera asociación que organizó colectas rurales de sangre.

—¿Solo es donante de sangre?

—También de plaquetas, de plasma y de órganos. De médula, no, porque ya no tengo edad.

—¿Se ha mareado o se marea cuando le extraen sangre?

—Al principio, en las primeras donaciones, sí que me mareaba. Es una cuestión psicológica, como les sucede a todos los que se marean. Entonces nos daban unas gotitas de Effortil para subir un poquito la tensión. Lo tomaba y ya no te mareabas. Lo primero que yo hacía cuando iba a donar era reivindicar mis gotitas de Effortil. En una de las donaciones, las reivindiqué, me las tomé y le dije a uno de los ATS que me encontraba fenomenal por el Effortil. Entonces, me reveló que no me había dado en realidad el Effortil y sí agua de una botella.

—¿Habría más donantes si no hubiera tanto miedo a las agujas?

—Sí, indiscutiblemente. Pero hay un hecho curioso y a la vez paradójico. Hay mucha gente que no tiene miedo a las agujas para los pirsins y los tatuajes, pero sí para donar sangre. ¡Cómo te puede dar miedo donar sangre! Si no lo haces, te estás quitando el privilegio de tener la satisfacción de ayudar a los demás para salvar vidas.

—¿Consejos para estar tranquilo?

—Pues no pensar que estás donando, si no en el bien que estás haciendo.

—En 2014 hubo 1.464 donantes nuevos en el radio de acción de su hermandad, ¿es un buen dato?

—Sí, aunque hubiese sido mejor llegar a los 2.000. La media anual de donantes nuevos está en torno a los 1.500.

—¿Qué caducidad tendría mi sangre si me la extrajeras hoy?

—42 días, como la de todos.

—¿Es necesario ir en ayunas para hacer una donación?

—No, al contrario. Mucha sangre procede de colectas en pueblos. Imagínese a esos hombres rurales que vienen a donar sangre después de estar todo el día en el campo…. Si fuesen en ayunas, ellos sí que se iban a marear. Tampoco es conveniente haber hecho una comida copiosa en grasa. Una comida normal y una vida normal.

—¿Por qué las mujeres pueden donar un máximo de tres veces al año y los hombres, cuatro? ¿Es una cuestión de machismo?

—No, se debe a la menstruación.

—¿Cuál es el peor momento que ha vivido en la hermandad?

—El de más agobio fue el del 11-M. Estábamos muy cerca de la catástrofe de Madrid, enseguida enviamos las primeras bolsas de sangre y comenzaron a venir los primeros donantes.

—Desde entonces hasta ahora, ¿ha vivido otra situación de emergencia?

—Como tal, no. A veces pasamos apuros con los cero negativo. Pero en nuestra hermandad no tenemos agobios como en otros lugares, caso de Madrid.

—¿Con cuánta sangre cuentan?

—Estamos bien, no para bajar la guardia, pero no estamos mal. Es difícil hacer una previsión porque todos los días está entrando sangre.

—¿Dona más la gente que vive en la ciudad o la que vive en los pueblos?

—Dona más la gente que vive en los pueblos, y esto tiene una razón muy sencilla. Tú estás en la capital y sabes que el banco de sangre está disponible de nueve de la mañana a ocho de la tarde de lunes a viernes. Y dices: «Tengo que bajar a donar». Pero no pasas de ahí y lo vas dejando. Sin embargo, si llamas a los donantes, estos acuden. Así ocurre en los pueblos, donde tú los convocas para un día. Y esa persona sabe que tiene esa tarde, de cinco a nueve, para ir a donar y que, si no lo hace, hasta dentro de varios meses no va a volver el equipo. Hay gente de pueblo que no puede donar ese día por lo que sea y preguntan si hay colectas en municipios de los alrededores. O vienen a Toledo y aprovechan para donar en el banco de sangre.

—¿Desde cuándo se dona en España?

—Siempre se ha necesitado sangre en los hospitales, no en la medida de hoy en día porque no había el número de intervenciones quirúrgicas que hay ahora. Yo me acuerdo que mi abuelo, muy aficionado a los toros, comentaba que las grandes figuras tenían siempre a dos o tres personas, a las que pagaban y tenían bien alimentados, por si ocurría una emergencia. En ese caso, la transfusión era de brazo a brazo. Las primeras donanciones regladas en España se empezaron a hacer en el norte después de la guerra civil. Los navarros y los vascos fueron los primeros en agruparse como asociaciones de donantes y a partir de 1972 todas las ciudades comenzaron a tener su propia hermandad.

—Con la crisis económica, ¿le han preguntado si pagan por donar?

—Toda la gente sabe que la donación es gratuita. Sería malo si tuviésemos que pagar por la sangre. Hasta 1972, cuando comenzaron a funcionar las hermandades, sí que se pagaba a los donantes. Aunque es mucho mejor que la donación sea gratuita y voluntaria. Lo importante es fidelizar al donante.

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