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Tras las huellas templarias

Tras las huellas templarias JUAN GAVANCHA

M. CEBRIÁN

La historiadora y escritora guadalajareña María Lara Martínez recorre en su último libro los enclaves que la Orden del Temple tuvo en España, pasando por Castilla-La Mancha

La historia de los templarios, monjes-soldados que tuvieron un gran protagonismo en la Edad Media, sigue generando interés y misterio. Esta semana se presentó en la Diputación de Guadalajara el libro «Enclaves Templarios» en el que la joven autora María Lara Martínez sitúa en el mapa de España todos los enclaves templarios.

El libro, que será presentado en Toledo el próximo 28 de febrero, en la Biblioteca regional del Alcázar, habla de más de 500 enclaves templarios en España, sobre todo de aquellos cuya autenticidad ha sido verificada con crónicas medievales, han tenido un gran peso en la cultura popular, la literatura de la zona o han marcado el topónimo del municipio.

La provincia de Toledo y de Ciudad Real tuvieron especial relevancia, según explica la autora a ABC, pues al limitar con el reino de Al-Andalus no es extraño que los monarcas quisieran llevar a este cuerpo de élite a esta zona de la región para consolidar las fronteras frente al enemigo.

En el caso de Ciudad Real, Martínez destaca la fortaleza de Calatrava, situada en la actual Carrión de Calatrava, quizá el primer lugar en el que los monjes guerreros se implantaron en la región.

Fue cedida por Alfonso VII a la orden a cambio de la protección del Campo de Calatrava. Pero los continuos ataques musulmanes hicieron que los templarios alegasen falta de medios para su defensa y abandonaran la fortaleza.

De la provincia de Toledo, el libro alude al enclave de Consuegra, cuyo castillo fue ocupado por los templarios. A él añadieron unas galerías subterráneas para llegar hasta la villa, cuya iglesia, la del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, a pesar de ser de época posterior, también podría estar relacionada con la orden.

Estos monjes guerreros dejaron también su impronta en el Castillo de Villalba, situado en el término municipal de Cebolla, y en San Martín de Montalbán, desde cuya fortaleza, de herencia musulmana, intentaron lanzar la reconquista desde esa orilla sur del Tajo, tal y como esta historiadora en su último trabajo.

Fue Alfonso VII quien entregó a la orden este territorio de Montalbán, cuya encomienda incluye el castillo de Hontanar. Según relata Martínez este enclave pudo constituirse como un dominio independiente por la fuerza que tenía, estando relacionado con la cercana ermita de Santa María de Melque. La leyenda habla de la existencia de un túnel subterráneo que comunicaba la iglesia con el castillo.

Siguiendo el recorrido que la autora hace en su libro llegamos a Toledo capital, donde existen muchos espacios asociados a estos monjes, como la iglesia de San Miguel que da nombre a todo un barrio. Por esta zona todavía se pueden ver cruces templarias de ocho puntas, uno de los iconos de la orden.

Esta iglesia, situada en la parte alta de la ciudad, cuenta con tumbas de posibles colaboradores de templarios y con una misteriosa pila bautismal en forma de cáliz que se relacionó con el mito del Santo Grial.

El castillo de San Servando también se ha considerado templario, aunque la presencia de los monjes en este espacio fue efímera por el cercano fin de la orden.

Fuerte de San Francisco

Destaca también María Lara Martínez la huella que los caballeros del temple dejaron en la provincia de Guadalajara, cuya presencia está documentada en Torija, Zorita de los Canes, Albalate de Zorita, así como en la capital. Aquí, fue la madre de Fernando III «El Santo», la reina Berenguela, quien les entregó un paraje donde edificaron un monasterio, que después pasó a la orden de San Francisco, y que en la actualidad es conocido como el Fuerte de San Francisco.

En Albacete, la escritora habla de Almansa, villa que perteneció a los templarios por donación del Rey Jaime I tras su reconquista, mientras que en Cuenca describe la existencia de un capitel situado en un edificio cercano a la catedral que muestra a un caballero con una lanza y una especie de dragón. Asegura que pudo ser un templo templario dedicado a San Pantaleón, del que ahora solo queda el capitel.

Por tierras conquenses, Martínez también recoge la tradición que vincula la iglesia de la Natividad de Arcas de Villar a la orden del temple, aunque no existen documentos que lo avalen.

La escritora asegura que el caso de la localidad de Arcas de Villar se extiende al resto del espectro de los templarios, pues existe mucha tradición que asocia parajes a la orden pero no hay documentos que lo avalen y que es la tradición etnográfica la que permite hablar de ello.

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