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Barabú: sonrisas con nariz roja

Un grupo de «payasos» voluntarios visitan desde hace cinco años en Navidad el hospital de Guadalajara

Barabú: sonrisas con nariz roja ABC

P. BIOSCA

Un grupo de «payasos» voluntarios visitan desde hace cinco años en Navidad el hospital de Guadalajara

Para la mayoría de las personas, los hospitales son lugares tristes y fríos, donde nadie quiere quedarse durante mucho tiempo como paciente, y mucho menos si es Navidad. Sin embargo, el grupo de voluntarios de Alcalá de Henares Barabú se propuso hace ya cinco años hacer de ellos unos sitios un poco más cálidos y alegres, sobre todo para que los niños ingresados se sintieran especiales durante estas fechas. Es la historia de unos amigos que se disfrazan con una nariz roja, pelucas de colores, pantalones bombacho y todo el ánimo y la ilusión que tienen para intentar que ningún niño se quede sin sonrisa, ni siquiera los que peor lo pasan.

«Todo esto surgió a raíz de un grupo que nos conocimos precisamente en la ONG Payasos Sin Fronteras. Al ver que cada vez más se dedicaban a proyectos internacionales, decidimos ir un poco a nuestro aire y empezar a visitar hospitales de Madrid por Navidad». Así narra el comienzo de este grupo Yolanda Torrego, una de las fundadoras de Barabú que este año, junto con más de una decena de voluntarios, han pasado de visitar los hospitales infantiles más importantes de Madrid a ampliar el radio y llegar hasta Coslada y Guadalajara. «Empezamos cinco amigos, pero la verdad es que cada año hay más gente que quiere participar», asegura. Entre sus filas se encuentran educadores, profesores de arte, actores o payasos profesionales… «Nosotros no excluimos a nadie, aunque es cierto que para esto hay que valer».

Millones de historias

Y es que no todo el mundo es capaz de llevar sonrisas y aparentar alegría ante niños y ancianos enfermos. Yolanda asegura que de las visitas «sales tocado» en muchas ocasiones, aunque el esfuerzo, el tiempo y las ganas invertidas siempre son correspondidas por el cariño de los pacientes a los que visitan. «Hay un millón de historias. Por ejemplo, en el hospital de Guadalajara, una señora me pidió la nariz para ponérsela ella o, en otro centro, una enfermera nos animaba a cantar más alto, en un sitio donde siempre se suele pedir silencio… Incluso hay veces que nos pasamos de tiempo porque se crea un buen rollo en la habitación ¡y casi que nos tienen que echar!».

Aguinaldo para Barabú

Pero las visitas no se quedan en esos varios minutos con el paciente. Detrás hay meses de trabajo de coordinación de horarios, captación de voluntarios, recaudación de dinero, compra de regalos… Yolanda organiza todos estos aspectos compaginándolo con su trabajo como profesora y gastando sus vacaciones navideñas. «Al acabar estoy agotada, no tengo fuerzas… pero aún así no quiero parar», contesta rápida. A todo esto se le añade que no están registrados como asociación, por lo que no tienen subvenciones de ningún tipo y compran los regalos para cada niño y anciano con el dinero que les van dando sus allegados.

«Lo sacamos de lo que nos dan nuestros compañeros de trabajo, de lo que conseguimos poniéndolo en nuestras cuentas personales en redes sociales… Si cada persona de nuestro alrededor da dos euros, ni te imaginas la cantidad de regalos que se pueden comprar» Sin embargo, en un futuro cercano sí que se han planteado dar un paso más allá, crear la asociación y estar activos no solo durante la Navidad, como hasta ahora, sino todo el año. «También visitamos centros de menores, y los educadores nos lo han comentado. Por ejemplo, un detalle para sus cumpleaños o del Ratoncito Pérez o por unas buenas notas también es importante».

Los tiempos han cambiado y con ellos los regalos. Y es algo que al grupo Barabú ha sorprendido, sobre todo este año: «Pasas a la habitación con una muñeca o una peonza y te das cuenta de que tienen un móvil última generación, una tableta, un portátil… Y te miran un poco como diciendo «qué es esto?”» Ha sido divertido. Pero tenemos muy claro que el regalo es un detalle. Nuestro objetivo principal es que se sientan especiales ese momento». Y no solo ellos, sobre todo, sus familias. «Cuando llegamos, les damos también un abrazo enorme, como si fueran la nuestra propia. Porque ellos son quien realmente lo pasan mal» . Algo así como una isla de felicidad en medio de un mar agitado.

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