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Los cuatro retratos de la Puerta Toledo corresponden al rey Alfonso X El Sabio

El monarca se muestra con las coronas del reino de Castilla y con la del Sacro Imperio

Los cuatro retratos de la Puerta Toledo corresponden al rey Alfonso X El Sabio M. C.

DIEGO MURILLO

Tras un mes de análisis e hipótesis, los responsables de la rehabilitación y restauración de la Puerta Toledo han llegado a la conclusión de que los cuatro bustos descubiertos en las dos claves de las bóvedas que cubren el paso por el interior del monumento pertenecen al rey Alfonso X El Sabio.

Así lo ha confirmado el arqueólogo de la obra, Ildefonso Ramírez, a quien no le cabe ninguna duda de que las cuatro caras son del monarca fundador de la ciudad.

Hace un mes, y con motivo de la visita a las obras de la alcaldesa de Ciudad Real, Rosa Romero, y de los responsables de la Fundación Caja Madrid -patrocinador de la restauración-, se anunció el hallazgo de que al menos una de las caras aparecidas correspondían al rey Alfonso X y que el resto podían tratarse de un infante, quizá de Fernando de la Cerda, que murió en la antigua Villa Real en 1275.

En cambio, las conclusiones del equipo de restauración y arqueología son contundentes: «Las caras no pueden ser sino del rey fundador», sentencia Ramírez.

En el momento del descubrimiento, el arqueólogo pensó en que alguno de los retratos aparecidos podían corresponderse con uno de los infantes del rey pero, como aclara, en esa época, finales del siglo XIII, «tendrían 4 ó 5 años» mientras que los bustos reflejan «caras de adultos».

Además, según el arqueólogo, el monarca nunca hubiera consentido que en un monumento de estas características «le hubieran restado protagonismo».

Para Ramírez, los cuatros retratos encontrados son de Alfonso X representado, dos de ellos, con la corona del reino de Castilla y los otros dos con la corona del Sacro Imperio, del cual fue uno de los principales aspirantes para ser nombrado «Emperador», al pertenecer a la familia alemana de los Hohenstaufen, al ser hijo de Beatriz de Suabia.

Tanto la Puerta Toledo como la propia refundación de Alarcos en Pozuelo de Don Gil en 1255 se enmarcaban, según la obra legislativa y literaria del rey conocido como «El Sabio», en la política internacional del monarca por conseguir méritos propios para auparse con la corona imperial que «a la postre no consiguió».

En definitiva, Alfonso X dedicó buena parte de su última etapa del reinado en mostrarse tanto en la Península como en Europa como el príncipe de reyes portando las dos coronas.

Todas las variables del proceso científico histórico elaborado por los restauradores del monumento más emblemático de la ciudad conducen a una única conclusión: la puerta es de finales del siglo XIII y no del XIV como hasta ahora se creía.

De todas las pistas artísticas, arqueológicas e históricas recopiladas «ninguna se ha ido de rango». Todo lo contrario. Todas confirman que la Puerta Toledo se levantó durante el reinado de Alfonso X, con arquitectura visigoda para dejar constancia de que la nueva ciudad no fue sólo un territorio reconquistado a los árabes sino que contaba con reminiscencias del antiguo sacro imperio visigodo al que el monarca aspiraba gobernar.

Traslado de la capialidad

Sobre la inscripción de Alfonso XI en la parte inferior de la puerta, Ramírez habla de una «inclusión» posterior a la construcción del monumento, en el siglo XIV, lo que refuerza aún más la teoría expuesta desde el principio por el equipo de Fundación Caja Madrid.

A medida que los arqueólogos han ido montando los andamios han comprobado que todas las piezas de cantería de uno de los accesos más importantes de la ciudad proceden de Alarcos. Para Ramírez esta utilización de las piedras del primer emplazamiento de la ciudad no fue por cuestiones «económicas con el objetivo de ahorrar», sino de trasladar «a propósito» la capitalidad del término municipal de Alarcos a Pozo (Pozuelo) Seco de San Gil, que ya desde la batalla de 1195 comenzó su declive como consecuencia de la derrota y de ser un emplazamiento «obsoleto» por su altura.

Otro de los hallazgos, aunque menos importantes que los cuatro retratos del monarca, es la pintura encontrada en el techo de las bóvedas datada del siglo XIII, una pieza más del «puzzle» que arroja más luz sobre el origen del monumento nacional y emblema más representativo de la capital manchega.

Ramírez no alberga ninguna duda de que la Puerta Toledo se convertirá en un «referente nacional» que ayude a estudiar la arquitectura de otro tipo de pórticos como pueden ser las toledanas.

«Es un monumento ex novo en sí, con una arquitectura pura y limpia, dentro del gótico, que ayudará a entender a otro tipo de puertas», redunda el arqueólogo.

Sin duda, lo que sí han conseguido, de momento, es reforzar aún más los lazos entre Villa Real y su fundador.

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