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El matarratas que facilitó la invasión de la Europa de los nazis

El cuerpo de una víctima de un veneno fue usado, en la operación «Carne picada», para engañar al Alto Mando Alemán y enmascarar un gran ataque en Sicilia

El submarino «Seraph», protagonista de diversas misiones secretas en el Norte de África. La más conocida de todas ellas, la del Mayor Martin, conocido como «el hombre que nunca existió», una treta para engañar a los alemanes sobre el verdadero punto donde se produciría el desembarco del frente sur, que finalmente se produjo en Sicilia ABC

PEDRO GARGANTILLA

En la primavera de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, se llevó a cabo una de las acciones militares más espectaculares: la operación «Carne picada». El cerebro de la misma fue el capitán de corbeta Ewen Montague (1901-1985), de la Royal Navy.

Los aliados crearon la falsa identidad de un oficial británico –el comandante William Martin- miembro del cuartel general de las Operaciones Combinadas, que supuestamente actuaría de enlace secreto entre el Estado Mayor inglés y el comandante de las fuerzas aliadas en el norte de África.

En su maletín personal introdujeron una misiva en la que, de forma expresa, se aludía a Cerdeña como objetivo del desembarco a realizar de forma inmediata por la fuerza naval aliada. En el maletín incluyeron, además, algunas pertenencias: un juego de llaves, fotos, cartas de amor, entradas de teatro, la factura de alojamiento de un club londinense…

La operación estaba lista, bueno… tan sólo faltaba un pequeño detalle, necesitaban a alguien que estuviese dispuesto a hacerse pasar por William Martin y se resignase a ser apresado por los nazis.

Un cadáver entra en acción

Para solventar este «pequeño problemilla técnico» decidieron matar a William Martin, el comandante debía ser víctima de un accidente aéreo y el cadáver, junto con la información, debería ser capturado por las tropas teutonas. Ahora restaba buscar a alguien que no le importase dejarse matar.

Un patólogo inglés –el doctor Bernard Spilsbury- facilitó la solución a tan espinoso asunto: bastaría con encontrar el cadáver de un hombre joven fallecido a consecuencia de una neumonía complicada con líquido a nivel de la pleura (derrame pleural). De esta forma, cuando le hicieran la autopsia el forense pensaría que había muerto ahogado al caer al mar.

El azar quiso que poco tiempo después un joven de 34 años falleciese a consecuencia de una neumonía con derrame pleural tras la inhalación de un rodenticida. Estos compuestos diseñados para acabar con las ratas pueden ser tóxicos para el ser humano al tocarlos o al inhalarlos, y la exposición a una única dosis de rodenticida puede tener efectos graves para nuestro organismo.

Tras «conseguir la autorización» de la familia, vistieron al cadáver con un uniforme de la Royal Navy , le trasladaron hasta Holy Loch (Escocia) en donde fue embarcado en el submarino HMS Seraph. Desde allí, pusieron rumbo al estrecho de Gibraltar. Por todos era sabido que nuestro país -oficialmente neutral- simpatizaba con las potencias del Eje, por lo que era bastante plausible que las autoridades españolas no tuvieran el más mínimo reparo en facilitar la información contenida en el maletín a las tropas alemanas.

El submarino navegó hasta una posición situada a una milla al sur de Huelva y allí, en la madrugada del 30 de abril de 1943 liberaron al cadáver, esposado al maletín a una de sus muñecas. Fue descubierto tres horas después por un pescador onubense, que lo recogió y lo llevó a puerto. Las autoridades competentes ordenaron realizar la autopsia, en la que se concluyó que el joven había muerto ahogado, probablemente en un accidente aéreo en la zona del estrecho.

El 14 de mayo las autoridades españolas entregaron el maletín con los documentos al Agregado Naval Británico. Previamente, los agentes de la Abwehr (inteligencia alemana) habían recibido fotografías de los documentos que portaba el maletín. Las imágenes fueron enviadas urgentemente a Berlín y evaluadas por la inteligencia alemana.

El Alto Mando quedó tan convencido de la autenticidad de los documentos que se ordenó reforzar inmediatamente Córcega y Cerdeña, y enviar al Mariscal Rommel a Atenas. Esto permitió a los aliados desembarcar a sus anchas en Sicilia, era el 9 de agosto de 1943. Suponía el comienzo del fin de la pesadilla nazi, y todo gracias al «hombre que nunca existió».

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .

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