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Cinco inventores españoles olvidados por la Historia que cambiaron el mundo

La mala fortuna o la falta de visión comercial ocultaron la labor de muchos científicos

Adrián Mateos

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El propulsor del traje espacial, Emilio Herrera ABC

Emilio Herrera

Los libros están llenos de referencias a los grandes científicos de la historia. Es difícil disociar la bombilla de la figura de Edison, o la radiactividad de la de Marie Curie. Tampoco faltan en los manuales de física y astronomía nombres como los de Galileo Galilei o Charles Darwin. Sin embargo, la mayoría de los científicos españoles , cuyos inventos resultaron esenciales para el desarrollo de la cultura occidental, han quedado relegados al olvido.

El universo más allá de nuestro planeta siempre ha tenido sello estadounidense o ruso. Sin embargo, los trayectos interestelares no podrían haberse hecho realidad de no ser por la intervención del granadino Emilio Herrera Linares (1879-1967), el ingeniero que creó el arquetipo del traje espacial.

En concreto, Herrera fue el impulsor de la escafandra estratonáutica , un traje capaz de mantener una presión atmosférica adecuada en zonas inviables para la vida humana como el espacio exterior. El invento del técnico español posibilitó el estudio de la estratosfera a través de globos aerostáticos que alcanzaban los 26 kilómetros de altitud.

El traje, cuya elaboración finalizó en 1935 , estaba equipado con un sistema de calefacción, un casco que impedía la entrada de rayos solares perjudiciales y un micrófono sin carbón para que no ardiera al entrar en contacto con el oxígeno de la atmósfera. Una capa recubierta de metal plegado incomunicaba el cuerpo de las amenazas externas a la vez que facilitaba el movimiento de las articulaciones.

En la década de los 60, los científicos de la NASA perfeccionaron la escafandra de Emilio Herrera. El astronauta Neil Armstrong regaló un fragmento de roca lunar a uno de los trabajadores de la agencia aeroespacial, que decidió cederlo al Museo de Aeronáutica y Astronáutica de España.

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Retrato de Ramón Verea Wikimedia

Ramón Verea

Para Ramón Silvestre Verea (1833-1899), el hecho de haber creado una de las primeras calculadoras modernas del mundo fue apenas uno más del amplio surtido de trabajos que ejerció a lo largo de su vida. De hecho, la hazaña no tuvo el eco que merecía por decisión del propio inventor, que desoyó las ofertas de compra que le llegaron desde EE.UU. por su creación. Verea construyó una máquina capaz de realizar multiplicaciones de forma directa, un avance que dejó obsoletas a las calculadoras de la época.

El aparato del inventor español comenzó a gestarse en Nueva York, en donde trabajaba como periodista . Él mismo se formó por su cuenta en ingeniería y mecánica, estudios que culminó en 1878 con la creación de su gran obra.

La calculadora de Ramón Verea, fabricada con hierro y acerco, pesaba 22 kilogramos . Estaba formada por un cilindro metálico de diez lados , cada uno de los cuales tenía una columna de agujeros con otros diez diámetros diferentes. Su funcionamiento se asemejaba al sistema Braille de los ciegos. Con un solo movimiento de manija, se conseguían realizar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones.

Antes de la llegada de Verea, la capacidad de las máquinas de cálculo se limitaba a las sumas , por lo que, para lograr hacer una multiplicación, se precisaba de varias maniobras. El escritor Manuel Lozano Leyva describió el rudimentario funcionamiento de dichas calculadoras en su libro «El gran Mónico»:

«Si se quería multiplicar 32 por 56, se disponían los cilindros de la máquina en el 32, se le daba seis veces a la manija; después se daba a la manija para atrás (o a otra para adelante), añadiéndole así un cero al 32, y luego cinco veces para delante para sumar cinco veces 320».

Verea, de procedencia pontevedresa, nunca estuvo interesado en comercializar con la calculadora , a pesar de que fue muy aclamada en el continente americano. De hecho, su rapidez a la hora de realizar los cálculos –menos de 20 segundos– y su innovador sistema de cilindros le sirvieron para aparecer en la revista Scientific American y para ganar una medalla en la Exposición Mundial de Inventos de Cuba en 1878.

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El cirujano Fidel Pagés Miravé Wikimedia

Fidel Pagés

En 1885, el neurólogo neoyorquino James Leonard Corning administró una dosis de 1,3 milímetros con un pequeño porcentaje de cocaína, el único anestésico local de fácil acceso entonces, bajo las vertebras dorsales de un perro. Fue la primera vez que se insensibilizó la zona espinal en un animal. Casi cuarenta años después, un español, el cirujano y militar Fidel Pagés Miravé (1886-1923), conceptualizó y desarrolló la anestesia epidural, un medicamento que bloquea las terminaciones nerviosas de la médula espinal.

La epidural consiguió adormecer de forma segura la zona inferior del cuerpo , lo que permitió disminuir el dolor durante las cirugías y las contracciones de los partos. Un siglo después, el fármaco sigue siendo esencial en los hospitales.

Los beneficios de la solución de Pagés son de sobra conocidos en todo el mundo. No así su descubridor, quien, como tantos otros, fue olvidado por el mundo científico. Los pormenores de su gran descubrimiento fueron publicados en 1921 en « Revista Española de Cirugía », publicación que él mismo fundó y que sirvió de base para posteriores investigaciones médicas. Sin embargo, sus artículos no fueron traducidos , por lo que apenas consiguieron salir de España.

En 1931, otro cirujano, el italiano Achille Mario Dogliotti , redescubrió la epidural por sus propios medios. La desinformación de la época provocó que este último obtuviera todos los réditos del medicamento, a pesar de que ya había sido descubierto una década antes por el militar aragonés. El propio Dogliotti admitió años después la autoría de Pagés.

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Ángela Ruiz, en una entrevista de TVE RTVE

Ángela Ruiz Robles

El libro electrónico tomó forma en la mente de Ángela Ruiz Robles (1895-1975) mucho antes de que las grandes multinacionales comenzaran a desarrollarlo. La historia ha sido cruel con la maestra de León, pues le atribuyó todo el mérito del invento al estadounidense Michael Hart , impulsor de las bibliotecas virtuales gratuitas. Sin embargo, el verdadero predecesor de los «eBooks» fue creado en 1949 y tiene firma española: la enciclopedia electrónica .

El artefacto de doña Ángela, como se la conocía en su Villamanín natal, estaba destinado a «aliviar la enseñanza» para conseguir «todos los conocimientos con el mínimo esfuerzo». Su propósito era crear un dispositivo que eximiera a sus alumnos de las pesadas mochilas repletas de libros. Pese a todo, los materiales con los que se construyó la enciclopedia electrónica resultaron ser demasiado rústicos, por lo que se vio mermada su versatilidad y su ligereza.

El mecanismo de este antecesor del libro eléctrico era sencillo e innovador. El temario de las asignaturas estaba enrollado en unas bobinas que los alumnos podían mover con los dedos. En la parte posterior, un bloque con las letras del abecedario y números les permitía crear palabras y realizar operaciones matemáticas . De esta forma, los estudiantes podían repasar la gramática española y los cálculos numéricos a la vez que aprendían otros idiomas, como el francés y el inglés. Además, la enciclopedia incorporaba luz y sonido, y estaba preparada para poder leerse de forma vertical y horizontal .

Pese a que la aportación de Ángela Ruiz Robles al mundo de la cultura se diluyó en el extranjero, el Estado español sí reconoció su trabajo en varias ocasiones. Entre otras condecoraciones, obtuvo la Cruz de Alfonso X El Sabio a su Profesionalidad y la medalla de Ginebra a los inventores españoles.

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Retrato de Jerónimo de Ayanz Wikimedia

Jerónimo de Ayanz

A lo largo de su vida, Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613) patentó 48 inventos, todos ellos destinados a estimular el comercio español. Suyas fueron algunas de las ideas más revolucionarias de la segunda mitad del siglo XVI, como el sistema de destilación del agua marina o un innovador traje de buceo que estrenó en el río Pisuerga ante el rey Felipe III. Sin embargo, la mayor consecución del militar y político navarro fue la de patentar, en 1606, la primera máquina de vapor de la historia .

Según los documentos de la Biblioteca Nacional de España, Ayanz fue nombrado administrador general de minas del Reino para comprobar su estado y resolver sus problemas de acumulación de líquido. En un yacimiento de plata anegada concibió una idea que cambiaría la forma de entender el uso del vapor de agua. El inventor navarro utilizó la fuerza que producía el gas para impulsar, a través de una tubería, el agua que inundaba las minas hacia el exterior. El método sirvió, a su vez, para purificar y refrigerar el aire. Fue la primera vez que se utilizó el vapor para una actividad industrial .

Pese a todo, la aportación de Jerónimo de Ayanz a la industria española no se quedó en las máquinas de vapor. El inventor, conocido por ser uno de los más prolíficos del siglo de Oro español, creó decenas de artilugios reveladores, como una brújula que determinaba el ángulo comprendido entre el norte magnético y el norte geográfico.

También ideó varios planes para mejorar la eficiencia comercial del país. El 1599, envió a Felipe III un estudio detallado de los problemas que impedían a España estar a la altura de otras naciones en materia económica. Entre otros, aparecían la poca iniciativa privada, los impuestos excesivos, la legislación caótica y corrupta y las malas infraestructuras.

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