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Abrazados desde hace 6.000 años en Burgos

47 individuos con fuertes lazos familiares fueron enterrados juntos en una peculiar tumba del Neolítico en el Alto del Reinoso que ahora ha podido ser analizada de forma exhaustiva

Individuos abrazados en el nivel inferior del osario del yacimiento del Alto del Reinoso Manuel Rojo Guerra

JUDITH DE JORGE

Vivieron una vida juntos, posiblemente aislados del resto del mundo, y han pasado juntos 6.000 años enterrados en el mismo sepulcro, algunos de ellos con los esqueletos fuertemente abrazados o colocados a posta muy cerca unos de otros en la misma posición. Se trata de 47 individuos de una misma comunidad del Neolítico que mantenían entre ellos fuertes lazos de parentesco. Al llegar el final de sus días acabaron todos en una tumba del Alto del Reinoso, en Burgos, que ahora ha podido ser analizada de forma exhaustiva por un equipo científico, dirigido por el profesor Manuel Rojo-Guerra, de la Universidad de Valladolid y por Kurt W. Alt, de la Universidad de Basilea, y del que forman parte un numeroso grupo de investigadores, algunos de la Autónoma de Madrid. El estudio, en el que se han empleado las más modernas técnicas arqueológicas y genéticas, así como el análisis de isótopos, ha permitido descubrir la forma de vida de esta comunidad, desde algunas de sus costumbres a su dieta o las enfermedades que padecían. Los resultados han sido publicados en la revista PLoS ONE.

La mayoría de las tumbas colectivas del Neolítico eran de piedra y lo suficientemente grandes como para contener muchos cuerpos en un espacio común, pero este sepulcro es diferente. La cámara funeraria fue originalmente hecha con materiales perecederos, como madera, barro, ramas o piel, que no se conservan. Cuando la tumba se llenó o los habitantes del lugar se marcharon a otro, quizás en busca de tierras más fértiles, se desmanteló y se cubrió con un montículo de piedras.

La datación por radiocarbono indica que la tumba fue utilizada por una comunidad que vivió entre el 3700 y 3600 a.C. Por tanto, se utilizó durante unos cien años, lo que comprende a tres o cuatro generaciones . «Los ocupantes pertenecían a un grupo humano bastante encerrado en sí mismo, muy endogámico, que no mantenía relaciones con otros grupos y vivía de la agricultura y la ganadería en el entorno próximo», explica a ABC Rojo-Guerra, director del equipo arqueológico.

Reconstrucción de la apariencia original de la tumba U. Basilea

Osario colectivo

En el nivel inferior del yacimiento se encontraron unos diez individuos completos, mientras que en un nivel superior se halló un auténtico osario colectivo, con restos de otros treinta sin conexión anatómica. La mayoría de los esqueletos bien conservados pertenecen a adultos y adolescentes , y se han podido identificar los rasgos distintivos de once hombres y doce mujeres. Curiosamente, dos de los esqueletos, el de un hombre y una mujer, aparecen abrazados. Los investigadores creen que podían ser hermanos o primos, ya que tienen una relación matrilineal, como demostraron los estudios genéticos moleculares. Otros tres, también relacionados genéticamente, se encuentran posicionados cerca en la misma dirección. Apenas hay niños, aunque la mortalidad infantil debía de ser altísima en una sociedad tan primitiva. «No se les enterraba porque, probablemente, para evitar el dolor de unas muertes tan habituales, a los pequeños no se les consideraba miembros de la sociedad hasta los cinco años, cuando ya estaban seguros de que podían llegar a la edad adulta», apunta el arqueólogo.

Materiales recuperados en el yacimiento del alto del reinoso M.R.G.

Los investigadores también pudieron averiguar que la altura media era de 159 cm para los hombres y de 150 cm para las mujeres. Todos se criaron en un entorno próximo a la tumba colectiva pero, por los análisis de isótopos de estroncio, se sabe que al menos tres pasaron su niñez en otro lugar, alejados de lo que hoy es el límite entre los términos municipales de Monasterio de Rodilla y Fresno de Rodilla. Los adultos mostraban signos de enfermedades degenerativas en distintas etapas de la columna vertebral y las articulaciones, fracturas curadas, lesiones en la cabeza y enfermedades dentales como la caries. Su alimento básico eran los cereales, trigo y cebada, y las proteínas de animales como ovejas, cabras y cerdos.

En la tumba también han aparecido ajuares funerarios muy semejantes a los documentados en otros monumentos funerarios contemporáneos de la Meseta Norte, láminas y microlitos geométricos de sílex, hachas de piedra pulimentada, cuentas de collar de piedra, etc. Todo acabó en esa última morada.

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