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Neurociencia

¿Por qué nos asusta el viernes 13?

¿Hay más accidentes ese día? ¿Se atiende a más personas en urgencias? ¿Es peor con luna llena?

¿Por qué nos asusta el viernes 13? ABC

Pilar Quijada

Tocamos madera cuando hablamos de algo que no queremos que nos suceda, huimos de gatos negros, cruzamos los dedos, nos asustamos si se rompe un espejo o se derrama la sal, pero sobre todo nos aterra el número 13. Según las estadísticas, este número, primo e impar por más señas, es el que encabeza el top-ten de esas creencias irracionales que llamamos supersticiones y que, pese a todo, acaban influyendo en nosotros. Por qué, siendo sinceros, ¿quién no tiene algunas de esas “manías”?.

Sin ir más lejos, hoy es viernes 13, una fecha que al otro lado del Atlántico, despierta gran temor. Nosotros tememos al 13 cuando cae en martes (ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes). Pero después de la famosa película “Viernes 13” importamos este temor asociado al viernes. Y por lo visto los augurios son aún peores si coincide con luna llena. Pero tranquilos, que hoy no es el caso.

Lo cierto es que esta fecha ha dado origen a una veintena de estudios científicos indexados en pubmed que quieren saber si esa fatídica fecha hace que aumente el número de accidentes de tráfico, analizando por separados a conductores y conductoras, si hay más heridas por arma blanca, si aumentan los suicidios o las urgencias atendidas en los hospitales, incluyendo también las de los animales en las clínicas veterinarias. En general la respuesta es negativa, salvo el que analiza las heridas de arma blanca.

Lo que es curioso es que alguno de estos trabajos tiene cierto sesgo, como denuncian otros posteriores, no se sabe bien si intencionado o no, para que la respuesta sea afirmativa. Es el caso de un estudio finlandés que concluía que las mujeres eran víctimas de más accidentes de tráfico en esa fecha. Lo achacaba a la ansiedad que provocaba en ellas la superstición y a su escasa experiencia al volante.... Otro estudio posterior lo desmintió y sacó los colores a los autores, no sólo por sus prejuicios sexistas, sino también delatando todas sus “trampas”, que habían sido unas cuantas, por cierto.

La aversión al número 13 viene de antiguo y está extendida en casi todas las culturas. Según “la Wiki” hay varios hechos que que la justificarían: en la Última Cena había trece personas: doce apóstoles y Jesús. Se considera a Judas el traidor como el número 13. La Cábala enumera a 13 espíritus malignos, al igual que las leyendas nórdicas; en el Apocalipsis, el capítulo 13 corresponde al anticristo y a la bestia; una leyenda escandinava cuenta que, en una cena de dioses en el Valhalla, Loki, el espíritu del mal era el invitado número 13. No es extraño que con tan mala fama, en el Tarot, el 13 represente la muerte y a la desgracia eterna.

¿Cerebro supersticioso?

Al parecer no todos somos igual de susceptibles a estas creencias. Las personas que creen que el destino y el azar controlan sus vidas tienen más probabilidades de ser supersticiosas. Mientras que las que piensas que se pueden hacer cosas para mejorar, incluso en circunstancias muy desfavorables, son menos crédulas.

Pero lo cierto es que a nuestro cerebro no le disgustan las supersticiones. En realidad lo que no soporta es la incertidumbre asociada a la vida diaria, prefiere tenerlo todo bajo control. Como esto es imposible, recurre a pequeños rituales, ya sea mantenidos a lo largo de los siglos o desarrollados por cada uno de nosotros, con la esperanza de que las cosas salgan como queremos. Nos dan cierta tranquilidad en un mundo impredecible.

Y aunque estén fuera de toda lógica, casi todos tenemos alguna superstición, que en el fondo no son otra cosa que relaciones erróneas entre causas y efectos. Si derramo la sal o rompo un espejo tendré mala suerte, por ejemplo.

La supersticiones no son patrimonio de nuestra especie, los animales también las tienen, como demostró el psicólogo conductista Skinner. En 1948 este psicólogo norteamericano sometió a 8 palomas a un curioso experimento. Cada una estaba en una jaula donde habitualmente obtenían comida al picotear un interruptor.

Pero en este experimento, las llegaba de forma imprevista, sin que tuvieran que hacer nada. Lo curioso es que en lugar de quedarse quietas esperando a que llegara la comida, cada una de las ocho palomas fue desarrollando un comportamiento peculiar que repetía hasta obtener su botín. Una daba vueltas en el interior de la caja, otra sacudía la cabeza, otra la acercaba a la parte superior de una esquina…

Daba la impresión de que las palomas asociaban esos comportamientos a la recepción de la comida. Se comportaban como si hubiera una relación causal entre su comportamiento y la aparición de la comida, aunque esa relación no existía. Por eso, Skinner denominó conducta supersticiosa a esta forma de actuar.

Supersticiones dañinas

Estos comportamientos están anclados en estructura primitivas del cerebro, de ahí que no sean patrimono de nuestra especie. Se trata de los  núcleos basales, implicados en el movimiento y el aprendizaje. También forman parte del sistema de recompensa cerebral. Además intervienen en el aprendizaje de hábitos.

Esta estructura festá conectada con otra región del cerebro encargada de controlar los hábitos, la corteza orbitofrontal. En algunas personas este circuito no funciona adecuadamente y las pequeñas manías o supersticiones que todos tenemos pueden convertirse en una auténtica pesadilla. Repiten rituales una y otra vez, sin poder salir de ese bucle sin fin que no conduce a ningún resultado. Padecen un trastorno obsesivo compulsivo o TOC.

El hipocampo, “el guardián de la memoria”, también participa en el control de las conductas supersticiosas. Su función es asegurar la variedad en el comportamiento, evitando las conductas supersticiosas, o al menos manteniéndolas en unos límites saludables. Las ratas a las que se les extirpa esta región del cerebro manifiestan una conducta supersticiosa exagerada. En personas con una lesión en el lóbulo temporal medial, donde reside esta estructura, también aumentan las creencias supersticiosas.

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