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Neurociencia

Las anguilas cazan por control remoto

Lanzan descargas que imitan los impulsos eléctricos de las neuronas del pez para controlar sus músculos y paralizarlos

Las anguilas cazan por control remoto Ken Catania

Pilar Quijada

Las anguilas eléctricas tienen un curioso modo de cazar. Allí donde ponen el ojo, ponen una descarga eléctrica que puede llegar a 600 voltios. Con tales calambres transmitidos a través del agua pueden inmovilizar a sus presas para impedir que huyan. Sin embargo, la forma en que consiguen controlar sus músculos a distancia no estaba clara. Un trabajo publicado en el último número de “Science” ha desvelado el misterio. Las anguilas controlan las neuronas motoras de sus presas, y por tanto sus músculos, para inmovilizarlos.

Al parecer, el repertorio eléctrico de las anguilas es variado. Utilizan unas descargas de bajo voltaje que les sirven para localizar a sus presas, una especie de sensores ambientales eléctricos. Algo parecido a la ecolocalización de los murciélagos, aunque en ese caso sería una “electrolocalización”. Una especie de sonar eléctrico cuyo objetivo es provocar en las presas potenciales leves contracciones musculares involuntarias que revelan su ubicación a la anguila.

Otras descargas, las de mayor voltaje, las reservan para la caza. No en vano el nombre en latín de este pez de agua dulce es Electrophorus electricus. En este caso no se trata sólo de provocar una especie de “tic” para encontrar su almuerzo. Una vez localizado, la anguila apuesta fuerte y emite otra descarga más fuerte, que desencadena contracciones musculares masivas e involuntarias en los peces que les impiden llevar a cabo los movimientos adecuados para escapar. Las contracciones paralizan todos sus músculos, algo parecido a lo que hace la toxina tetánica, una de las neurotoxinas más letales.

Control a distancia

Cómo lo consigue a distancia había sido un misterio. La investigación que aparece hoy en Science muestra que las descargas eléctricas de alta tensión sirven en realidad para “manipular el cerebro” de sus presas. Al fin y al cabo nuestras neuronas se comunican mediante impulsos eléctricos. Y lo que hace la anguila es imitar los pulsos que las neuronas motoras del pez envían a los músculos para coordinar movimientos eficaces, como la huida. De esta forma consiguen cambiar el patrón de movimientos y lo que estaba destinado a ser una huida organizada, se convierte en un conjunto de sacudidas masivas que incapacitan a la presa escapar.

Las baterías que generan la electricidad de la anguila son unas células musculares especiales denominadas electrocitos, especializadas en almacenar energía. Se trata literalmente de unas biobaterias derivadas del músculo. Repartidas por casi todo el cuerpo de la anguila, convierten a estos peces en uno de los más poderosos generadores de energía en el reino animal y también en uno de los pocos que utilizan la electricidad para cazar, junto con la raya, el pez.

El cuerpo de esta falsa anguila, también conocida como morena, alberga más de 6.000 electrocitos, que componen los 3 órganos especiales encargados de descargar una ráfaga que puede llegar a los 600 voltios cuando la anguila se siente amenazada o hambrienta. Entre los tres ocupan las cuatro quintas partes del cuerpo del pez, que puede medir de 2 a 2.5 metros y pesar unos 20 kilogramos. Y pueden generar descargas baja y alta tensión.

Disparos eléctricos

Cuando la anguila localiza a su presa, el cerebro envía una señal a las células eléctricas situadas en los músculos y se abre un canal inónico que genera una diferencia repentina en potencial, que produce una corriente eléctrica de una forma similar a lo que ocurre en una batería. La anguila eléctrica tiene los electrocitos apilados y, cuando están totalmente cargados, pueden generar descargas de 600 voltios, suficiente para matar a una persona.

La electricidad no siempre es un arma defensiva, uno de los tres órganos con los que la genera, el de Sach, es fundamental en la comunicación y tiene un papel destacado en la búsqueda y selección de pareja.

Este curioso pez vive en el noreste de América del Sur en pantanos, arroyos, pequeños ríos y las cuencas del Amazonas y del Orinoco, donde busca las aguas lodosas y oscuras.

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