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Philip Campbell, Director de la revista «Nature»

«La austeridad hará que se resienta la capacidad de conocimiento de todos los países occidentales»

El director de la revista «Nature» advierte de que España se ha convertido en un «ejemplo notable» en recortes en Ciencia

«La austeridad hará que se resienta la capacidad de conocimiento de todos los países occidentales» David Salas

BORJA BERGARECHE

Dirige una revista tan notoria por lo que no publica que por el contenido de sus páginas. Philip Campbell es, desde 1995, el séptimo director desde su fundación en 1869 de «Nature» , la publicación científica más influyente del mundo. Cada año reciben unos 11.000 artículos aspirantes a la gloria de sus páginas. Rechazan, de media, el 92%. “Publicamos unos 800 artículos cada año”, nos explica en una entrevista en su despacho, con vistas al canal de Regent. Campbell, doctor en astrofísica de 62 años, participó la semana pasada en unas jornadas en Londres sobre la aportación científica española, organizadas por la Fundación Príncipe de Asturias y la Royal Society, que coincidieron con la publicación de un durísimo editorial en “Nature Materials” –otra de las publicaciones del Grupo Nature- sobre los recortes presupuestarios en España. Aunque Campbell no es el responsable editorial del texto, comparte la preocupación.

- ¿Por qué les preocupa la salud de la Ciencia en España?

- Nos preocupa la Ciencia en cualquier lugar, y hemos editorializado sobre muchísimos países. Turquía es otro en el que nos hemos centrado últimamente, y Japón también nos preocupa. A menudo escribimos sobre abusos de la Ciencia o decisiones de gobiernos que ignoran la opinión científica, pero a veces nos fijamos también en la actitud general de un gobierno en relación a los presupuestos científicos. Y España es un ejemplo notable, por razones obvias, de recortes en la materia. Pero no estamos diciendo que el estado de la Ciencia española, en cuanto a su panorama general, sea malo.

- ¿Será Europa más ignorante después de esta era de la austeridad?

- No creo que haya ningún país occidental cuya capacidad de conocimiento no vaya a resentirse. Si se centran en la excelencia y dejan que los mejores científicos sean libres y creativos científicamente, se podrá mantener la espina dorsal de sus capacidades de conocimiento como país. Pero existe un nivel científico menos elitista que ayuda a que se tomen decisiones políticas fundadas, y en este nivel existe un riesgo real de empobrecimiento en muchos países.

- ¿En qué habrá cambiado el mapa de la producción científica en 2020?

- Muchos países asiáticos quieren incrementar su potencial científico. Visito China con frecuencia desde hace décadas, y han mantenido una política de apoyo al desarrollo científico muy consistente que está dando sus frutos, aunque todavía tienen mucho camino por recorrer. En los niveles científicos superiores, esta tendencia apenas está comenzando a salir a la superficie. En otras áreas, los avances de China están muy consolidado, como en genómica (relativa al estudio del genoma). Para 2020, China ya será una potencia científica integral.

- ¿Y cómo lo han logrado, a base de dinero?

- Sí, aunque no han necesitado inversiones enormes tampoco. Y ha sido posible también porque han mantenido una visión muy al largo plazo, han sido muy constantes en el crecimiento de la inversión y en atraer a gente muy buena de fuera. Hay un factor cultural relevante en China, y es que la diáspora está muy dispuesta a regresar a su país, y han sabido ofrecer buenos incentivos para que vuelvan y ocupen posiciones de responsabilidad. Pero también veo a muchos países latinoamericanos mejorando sus capacidades científicas, Brasil en particular. Otra tendencia que me gustaría ver emerger en este periodo es una red científica transparente y conectada entre Oriente Medio y el resto del mundo. Turquía e Irán albergan actividades científicas muy fuertes, y Arabia Saudí está invirtiendo mucho. El mundo saldría beneficiado si se conectan.

- ¿Si el mapa de la producción científica cambia, cambiará nuestra comprensión del mundo?

- Buena pregunta. No veo ninguna razón para pensarlo. Quien sabe de dónde vendrá el siguiente Einstein, claro. Pero, en general, los problemas seguirán siendo los mismos y los científicos serán cada vez más internacionales.

- A la luz de polémicas científicas como el «climategate» o la vacuna del sarampión y la rubéola en el Reino Unido, ¿son los científicos en la actualidad más vulnerables que antes al contexto político?

- Los científicos siempre serán vulnerables a personas ignorantes o miopes en el poder. Pero, cuanto mayor sea la transparencia y el poder de las redes sociales, será más fácil detectar malas políticas y resistirse a ellas, como ha ocurrido con los cultivos transgénicos, porque la información circula más. Otras veces, las resistencias a los avances científicos se producen por motivos morales. Pero la comunicad científica ahora tiene también más medios para protegerse, a través de blogs, por ejemplo. Mi caso preferido es realclimate.org, donde algunos de los mejores científicos del clima han hecho un verdadero esfuerzo por alimentarlo y responder al debate.

- ¿Por qué la investigación sobre el cáncer no genera polémicas y el cambio climático sí?

- Porque para hacer frente al cambio climático es necesario enfrentarse a muchos intereses creados y trastornar nuestro estilo de vida. Para tener un impacto real, todo el mundo tendrá que tomar medidas para reducir nuestra calidad de vida. Ante esto, se elevan algunas voces muy hostiles, algunas de ellas en el Congreso de los Estados Unidos, lo cual polariza mucho el debate. Por otro lado, existe también una inercia y un comprensible auto-engaño de que no va a afectarnos hasta dentro de 20 o 30 años. Es verdad que muchas medidas para combatir el cambio climático han sido borradas del presupuesto de EE.UU. en el Congreso, pero el estudio de los principios del fenómeno y de la geociencia se respeta.

- La Comisión Europea y el gobierno británico han decidido avanzar hacia el libre acceso a la investigación científica. ¿Es beneficioso?

- El cambio climático es un caso claro en el que existe una demanda, del público o de los escépticos, de acceder a la literatura, incluso aunque no la comprendan. Y es mejor que exista ese acceso. A medida que la tecnología nos permite rebuscar en la literatura científica más fácilmente, cada vez hay más gente que está de acuerdo en esto. Por eso, es una lástima que el gobierno de EE.UU. haya decidido no aportar más recursos a la construcción de un modelo de acceso abierto de este tipo. El gobierno de EE.UU. ha retirado su apoyo al llamado modelo de acceso abierto “gold” [en el que los investigadores pagan una tasa para que sus artículos sean publicados en revistas que a su vez garantizan el libre acceso a los artículos finales, frente al acceso “green” de publicación directa en repositorios institucionales abiertos], y espero que, a medida que la economía mejora, vuelven a apoyar este modelo.

- ¿Cómo gestionamos esta etapa de transición?

- Por el momento, debemos centrarnos en cualquier vía de financiación que apoye el acceso pagando a los editores por un valor añadido genuino. En esto debemos ser claros: las publicaciones deben demostrar que aportan valor añadido. Una vez probado, habrá que pagar por ese valor de alguna manera. Si no hay suscripciones, pues entonces habrá que financiarlo haciendo pagar a los investigadores para que se publiquen sus artículos. Si el modelo final es aquel en el que paga el autor, en el caso de revistas de fuerte impacto como “Nature”, tendrán que pagar también por el proceso que hace que la mayor parte de los “papers” que recibimos sean rechazados, por lo que será una tarifa muy elevada. Nadie ha aceptado este modelo todavía. Pero, si ampliamos la perspectiva, creo que esto es lo de menos. Lo importante es que los gobiernos deben apoyar al largo plazo el “gold open access”. Vivimos en una economía mixta, y habrá un cambio gradual hacia el libre acceso en el que la financiación vendrá de las agencias públicas en lugar de las suscripciones.

- Que se abran también los datos tendría su ventaja, como se ha visto en el caso del alumnos de la Universidad de Massachussets que ha descubierto dos errores elementales en el trabajo de dos economistas de Harvard, Reinhart y Rogoff...

- Sí, es otro tema pero igualmente importante. Implicaría aún más financiación, porque cuesta albergar los datos. Pero si miramos el coste total de la investigación, el coste de hacer accesibles los datos es muy pequeño. Simplemente todavía no estamos acostumbrados, y muchos son reacios a destinar dinero de la investigación a publicar los datos en bases de datos.

- ¿Cuáles son las nuevas fronteras de la ciencia en su cruce con la tecnología?

- Todo lo relacionado con la capacidad de hacer seguimiento de lo que ocurre en el cuerpo humano –dónde miran nuestros ojos, por ejemplo- y de hacerlo interactuar con un entorno electrónico, como ya ocurre en los videojuegos o en la realidad virtual. Tiene un gran potencial, no solo para jugar, sino para la vida. Y la tecnología avanza muy rápido.

- La pregunta que surge es de quién será esa información, y estoy pensando en Google, por ejemplo, que ha desarrollado ese tipo de gafas.

- Es la gran pregunta. Será crucial que se regule bien dado el poder de esas tecnologías de recabar información. ¿Podrán las gafas reproducir todo lo que han visto? El riesgo más evidente sería la pérdida de privacidad, y el debate sobre el uso que hace Google de la información que recaba seguirá ahí.

- ¿Cuáles serían sus tres descubrimientos preferidos publicados en su revista?

- Poco tiempo después de asumir mi cargo de director en 1995 publicamos el artículo de la oveja Dolly, una gran investigación de biología y que levantó muchos dilemas éticos en su momento. En mi primera etapa en Nature (1979-1988) estuve a cargo de los primeros artículos sobre el agujero en la capa de ozono en 1985, que generó muy buenas piezas de literatura científica sobre las que decidimos, además, pasar a la acción y lograr restaurar, al menos en parte, la capa de ozono. Aquel año publicamos también el descubrimiento del carbono 60 por Harry Kroto y su equipo, que fue el inicio de algo nuevo en el campo de la nanotecnología.

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