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Barceloneta, «la guerra de cada verano»

Los vecinos recelan de las medidas del Ayuntamiento y exigen más mano dura contra el turismo incívico

Barceloneta, «la guerra de cada verano» inés baucells

ANA LUISA ISLAS

«Cada verano la misma guerra». Marina Garriga, vecina del carrer de Sant Carles, en el corazón de la Barceloneta, habla resignada. Ya hace años que el popular bario marinero tiene que soportar la «fiesta» de algunos, pero el hartazgo tocó fondo hace un par de semanas, cuando tres turistas entraron desnudos en un supermercado. Para su desgracia, la de los turistas y la del alcalde, fueron fotografiados. La noticia dio la vuelta al mundo, y con el barrio en llamas, el alcalde Xavier Trias, con todo, se tomó unos días para volver de vacaciones. ¿Borrachos en la Barceloneta? Sin novedad en el frente.

Los vecinos se molestaron por la falta de respuesta y la protesta creció. La guerra se había declarado, aunque no todos en el barrio la secundan. «Los vecinos se quejan de que les hacemos levantar de la terraza, pero están aquí toda la tarde y solo toman un café; los turistas consumen más», explica Marcela, camarera de uno de los bares de la plaza del Poeta Boscà, y que encarna las contradicciones de una zona que sufre, pero también se alimenta, de la aportación de los turistas.

El pasado lunes, aletargada por el calor del verano, la respuesta del Consistorio por fin comenzó a verse por las calles. Técnicos del Ayuntamiento junto con agentes de la Guardia Urbana realizaron visitas aleatorias a pisos del barrio. Tras esas inspecciones, el alcalde anunció el cierre de 24 pisos ilegales. Con todo, en «Airbnb» (web que permite alquilar pisos y habitaciones de particulares) continúan en línea más de 500 pisos en el barrio. En otra web similar, «Wimdu», hay 181. En cambio, en el barrio solo hay registrados 72 apartamentos turísticos legales. «Veinticuatro pisos habrá en un solo bloque, que se dé una vuelta por el resto, a ver cuántos encuentra», se queja Garriga, después de saber del resultado del «alboroto del lunes».

No todo son malas noticias, y ayer se anunció la apertura «inminente» de una comisaría de la Guardia Urbana en el barrio, según confirmó el presidente del grupo del PP en el Ayuntamiento, Alberto Fernández. Al fin una de las peticiones vecinales se cumplirá.

Vecinos que alquilan

Pese a la rebelión vecinal y la renovada presión del Consistorio, la fiebre por los pisos ilegales no mengua. Pese a que por miedo la oferta ha bajado, sigue siendo abundante. Numerosos extranjeros han comprado pisos para alquilar (muchos de ellos rusos con varias propiedades anunciadas), pero son también abundantes los vecinos que huyen del barrio en verano y dejan su piso para ganar algo extra. «Los vecinos se quejan del turismo, pero muchos vivimos gracias a él», asume Antoni, histórico de la zona.

Por suerte para algunos, la demanda no baja, los turistas quieren quedarse junto al mar. «El único hotel cerca es el W y es demasiado caro», comenta Giuliana, que se hospeda con sus hijos en un piso en la calle Pescadors. Sobra decir que no pagó ningún impuesto.

«Nos ningunean porque creen que esto solo nos pasa a nosotros, pero hay otros barrios que también lo sufren», comenta Encarni Dalmau, vecina de la Plaça de la Barceloneta. «Nosotros en invierno tenemos tregua, ellos no», agrega mientras ve desfilar delante suyo a un grupo de franceses que, cerveza en mano, se prepara para una noche de juerga.

Se esconde el sol en la Barceloneta y todo anuncia otra noche movida. El barrio marinero de Barcelona ha dicho basta al turismo de borrachera.

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