punto de fuga
Los observadores internacionales
Leo con alguna incredulidad, por lo demás ya rutinaria, que un llamado Consejo de la Diplomacia Pública de Cataluña ha invitado a quince «observadores internacionales» a fin de que echen un vistazo a nuestras elecciones domésticas
Leo con alguna incredulidad, por lo demás ya rutinaria, que un llamado Consejo de la Diplomacia Pública de Cataluña ( infiero por el nombre que debe de existir también otro consejo, aunque este privado, para ocuparse de tan trascendental asunto) ha invitado a quince “observadores internacionales” a fin de que echen un vistazo a nuestras elecciones domésticas. Leo asimismo que la comitiva de mirones visitará diversas comarcas, degustará una surtida muestra de las viandas del país en cenas con alcaldes varios, asistirá – tampoco se sabe para qué – al cierre de un colegio electoral y, finalmente, contemplará el programa especial de TV3 en la pantalla de un televisor instalado en el Parlament. Aunque, informa Diplocat, con anterioridad a tan apretada agenda de trabajo, los observadores procederán a observar en directo el partido de liga entre el Barça y la Unión Deportiva Las Palmas. Cosas del sofisticado mundo de las altas relaciones internacionales.
Un asunto, el de esa legación tan gratuita como extravagante, que a mí me viene a recordar el argumento de un cuento de Edgar Allan Poe, uno que se titula “El sistema del doctor Tarr y el profesor Fether”. Inquietante desde su primera línea, ahí se narra la visita a un célebre manicomio de un inspector enviado por la autoridad externa. Así las cosas, antes de emprender el recorrido por la galería donde están instaladas las celdas que alojan a los pacientes peligrosos, es informado por el director del centro del extraño delirio que han comenzado a sufrir los internos. Se le revela que, en su enajenación, los enfermos creen ser el director y los enfermeros del centro, que habrían sido recluidos allí por los genuinos orates tras haber estos tomado el poder y usurpado sus funciones. Con el visitante cada vez más y más inquieto a medida que va dejando atrás las distintas celdas, el relato termina tras una risotada del director, que le espeta: “¡Al final, usted va a creer que el loco peligroso soy yo! ¡Ja, ja, ja!”.
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