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barcelona al día

Guanyem pierde la euforia del nombre

El caso es que Guanyem, como es natural, era una marca ya registrada: qué persona medianamente ambiciosa no la hace suya

oti rodríguez marchante

No sé qué pensar sobre el hecho de que Guanyem, el Partido de Ada Colau, ya no se llame Guanyem. La primera impresión es que en el cambio se dejan la mitad al menos de su euforia: ahora el Partido Colau se llama Barcelona en Comú, con el atractivo tan escaso que suele ejercer sobre el ciudadano lo común, o sea, lo ordinario, lo corriente. El caso es que Guanyem, como es natural, era una marca ya registrada: qué persona medianamente ambiciosa no la hace suya. Barcelona en Común es, sin duda, una marca mucho menos apetecible, y que infringe la última ley no escrita sobre los Partidos Políticos que nacen con voluntad de instalación y pujanza: una sola palabra. Al modo de Podemos o Ciudadanos.

El alcalde Trias, que pertenece a un partido atiborrado de palabras y de siglas (y de más cosas que no vienen al caso), habrá respirado tranquilo al saber que se le quita de enfrente un contrincante tan escueto y sobrado, Ganamos, y punto. El alcalde Trias, que uno sospecha que se conformaría con empatar, o incluso con perder por poquito, ya sólo tendrá enfrente a una candidata atractiva y con un Partido político moderno, pujante y con una sola palabra, Carina Mejías y Ciudadanos, que, además, añade a la modernidad del univocablo, la sencillez y sensatez de una idea fácil de explicar: «Una Barcelona de todos, con neutralidad ideológica y respeto hacia la diversidad de los ciudadanos que viven aquí… Y evitar que la Ciudad Condal se utilice como instrumento al servicio de una determinada ideología».

Y esta idea tan extravagante de Carina Mejías de no poner la ciudad al servicio de una ideología sino de la diversidad de sus ciudadanos, puede compararse con la idea que expuso Ada Colau en la presentación de Barcelona en Comú, antes Guanyem, y que también tiene su miga: «Queremos acabar con las puertas giratorias», dijo la ex activista. Supongo que es una metáfora, pues Ada Colau es experta en ellas (cuando aseguró que no entraría en política era, evidentemente, otra metáfora), y de una sutileza extrema, pues por más vueltas que le doy a esas puertas giratorias no acabo de ver con qué cosa quiere acabar Ada Colau, ¿con la entrada molona de algunos hoteles?, ¿con las atracciones de Portaventura?, ¿con el rollito convergente?... Pero, y si se lleva las puertas, qué ciudad nos deja, ¿una Barcelona en Comu…,na?

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