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Enjoynalism

joan carles valero

Hay palabras que son auténticos atropellos a la lengua, sobre todo cuando la influencia de otros idiomas sustituye la expresión más llana y directa del propio. Son maquillajes lingüísticos que van más allá del eufemismo, que proviene del griego euphemo, que significa “favorable o bueno” y que originariamente se usaba como opuesto a la blasfemia o habla endemoniada. La información económica está llena de euphemos y se habla de ajustes y managers en vez de despidos y representantes. De igual forma, empleos que antes se denominaban jefe de personal o contable, ahora lucen en las tarjetas de visita como responsable de recursos humanos y account manager. Así queda más cool.

La influencia de los acrónimos, esos esqueletos semánticos, provoca un daño colateral en el uso de la neolengua que Miquel Portaperales tan bien retrató en estas mismas páginas para desentrañar los significados del léxico nacionalista. Destacan las siglas que se pronuncian como una palabra y que por su uso acaban incorporadas en el lenguaje habitual. Frente al biensonante BRICS para referirse al grupo de países de economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) la prensa anglosajona acuñó el despectivo PIIGS para las naciones europeas con problemas: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y Spain.

A la riqueza de la neolengua nacionalista hay que unir este verano la DUI, declaración unilateral de independencia. Una expresión ya habitual en los medios de comunicación de la Generalitat para denominar el plan B del independentismo para el día después del 9-N sin consulta. Lejos de advertir que la DUI supondría el establecimiento de una república bananera en el corazón de Europa y que los problemas crecerían para la mayoría de los catalanes, los periodistas que ofician de sacerdotes del separatismo disfrutan proclamando la DUI. Pero lo hacen sin cinismo, porque sienten lo que dicen, se lo creen y, además, lo necesitan como garantía de supervivencia, no vaya a pasarles como en Canal 9. De esta forma, la práctica de la agitación y la propaganda (agitprop) deviene enjoynalism.

Debo advertir que enjoynalism no existe en ningún idioma, pero la fusión de las palabras inglesas enjoy (disfrutar) y journalism (periodismo) resulta simpática. Quien firma estas líneas también practica enjoynalism, pero como los salmones. Nadar contracorriente mantiene más en forma. Debo reconocer, no obstante, que en estos tiempos en los que el visionado de cómo degüellan a un periodista se convierte en un macabro espectáculo trendy, resulta más difícil disfrutar del ejercicio de esta profesión. Pero como Chéjov, cuando pienso en mi vocación no temo a la vida.

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