La verdad de un torero

El pasado domingo un catalán se vio obligado a ejercer su profesión lejos de su tierra, donde lo tiene prohibido. Que es diferente irse a Alemania porque no encuentres trabajo a que te prohiban ejercerlo. Y como Serafín Marín no puede torear en la Monumental barcelonesa se fue a la de la capital de España a sentar sus poderes.

Al torero de Montcada le ha costado muy cara la abolición de las corridas de toros en Cataluña, y no precisamente en lo económico, que también. Sufrió como pocos el proceso de la prohibición y hubo un momento en el que su toreo no encontraba el camino que tantas puertas le había abierto en tiempos no tan lejanos. Así llegó la oportunidad de torear el pasado domingo en la madrileña plaza de Las Ventas, un asidero para demostrar todo lo que todavía tiene que decir como torero. Y dejó su Cataluña sumida en un sindios independentista, dejó su Cataluña con la estafa Pujol en pleno apogeo, dejó su Cataluña con La Barceloneta en pie de guerra... y emprendió camino a Madrid.

Ya en la plaza, enfundado en un terno rioja y oro, tuvo la suerte de que en sexto lugar, cuando avanzaban ya las primeras sombras de la noche, saltara un precioso toro castaño. "Flor de Gamón", de 510 kilos, con la divisa de Antonio Bañuelos fue un buen toro que se encontró enfrente a un buen torero. Llegó la hora de la verdad y ahí no cabían medias tintas. Apostó Serafín con la izquierda y surgieron naturales enormes de hondura y temple. Ajustado, con la verdad de su toreo por delante, la figura encajada, dejó sobre la arena madrileña uno de los mejores pasajes de la temporada.

Verdad de un hombre, verdad de un torero que dejó atrás la hipocresía del sindios independentista que vive su tierra, que dejó atrás la gran estafa de Pujol, que dejó atrás la batalla campal de alcohol y basura de La Barceloneta..., y que tiene prohibido ejercer su profesión en su tierra.