Hazte premium Hazte premium

La última vez que Don Felipe participó en la Semana Santa de Sevilla

Acompañó a sus hermanas y sus padres, los Reyes, en 1984. Ahora, 31 años después, pasea entre los nazarenos como Rey

La última vez que Don Felipe participó en la Semana Santa de Sevilla ABC

alberto garcía reyes

La última vez que Don Felipe asistió a la Semana Santa en Sevilla fue en 1984, cuando acompañó con sus hermanas a los Reyes, Don Juan Carlos y Doña Sofía. Unos 31 años han hecho falta para que se repita la foto, ya convertido en Rey.

Sin previo aviso, el Rey decidió ayer prorrogar su estancia en Sevilla para demostrar con su presencia su apoyo a la celebración de la Semana Santa . En una ciudad desbordada por la multitud, Don Felipe rompió todas las distancias y sorprendió a sevillanos y visitantes, no sólo porque estuvo viendo las cofradías sino porque se puso a la altura de la gente, a pie de calle, como uno más.

Don Felipe había viajado por la mañana a Sevilla, para visitar la fábrica de detergentes Persán, que celebraba su 75 aniversario, y en su agenda pública no figuraba ningún acto más. En el ambiente circulaba el rumor de que podría ocurrir, porque sonaba muy extraño que el Rey fuera a Sevilla un Lunes Santo y se marchara sin ver la fiesta mayor de la ciudad, su razón de ser. Pero ni el Ayuntamiento ni las hermandades que recibieron su visita tenían ninguna indicación oficial de que esto sucedería. Todo se comunicó ayer mismo, sobre la marcha, aunque la Casa del Rey había trabajado mucho para cumplir el deseo de Don Felipe: ser uno más.

Al Cautivo lo vio desde el balcón de la Delegación del Gobierno. Pero Don Felipe quiso bajar a donde estaba la bulla, que construyó un inmenso mosaico de pantallas de teléfonos móviles sobre sus cabezas para retratarlo y poder demostrar que era cierto, que no era un cuento. El Rey se colocó ante la Virgen de las Mercedes, recibió de manera improvisada la medalla de la hermandad del Tiro de Línea, tomó la vara del hermano mayor y dio la llamada de la «levantá» más célebre que la cofradía del barrio de los teatinos han dado desde que existe.

Don Felipe rompió todas las distancias guiado por una pregunta que le repitió al alcalde, Juan Ignacio Zoido; a la presidenta de la Junta, Susana Díaz; al arzobispo, Juan José Asenjo, y a todo el que se encontró a su paso: «¿Hay gente joven en las hermandades?». Le contestó la ciudad. El niñerío que, sin alzarse el antifaz, sin caer en la tentación de perder el anonimato ante la oportunidad de retratarse con su Monarca, se le arrimó en el palquillo de La Campana para darle caramelos en este Lunes Santo que pasará a la Historia.

Luego el Rey comió de pie, hablando con todos los invitados de la Delegación, y bebió Tío Pepe, mientras el pregonero de la Semana Santa, Lutgardo García, le entregaba un ejemplar dedicado del texto que leyó en el Teatro de la Maestranza para anunciar la Semana Santa. Y el mismo arzobispo le pidió permiso para hacerle una foto con su móvil a ambos con el objetivo de que la familia de Lutgardo tuviera una prueba de que el Rey en persona comió con el pregonero. Posó con todo el que se lo pidió. También con una cuadrilla de empleados de la empresa municipal de limpieza, Lipasam, que se encontró en uno de sus discretos traslados. Porque todo se organizó con el más estricto sigilo.

Después de comer fue a la Hermandad de Museo, la que conserva la capilla de la Orden de la Merced en la que pintó Velázquez sus primeros cuadros. Allí estaba todo listo para su estación de penitencia, que comenzaría unas horas después, pero el templo estaba tranquilo, por lo que el Rey aprovechó para conocer la historia de la hermandad. El lacito de la cofradía que le impuso la señora del umbral se quedó en su solapa toda la tarde mientras él continuaba resolviendo sus dudas. La de la juventud en las hermandades se disipó en cuanto vio pasar la chavalería del Cautivo del Polígono en La Campana, a cuyo palio también le hizo una llamada, y la del Beso de Judas, que también le prestó el martillo de su Virgen del Rocío para una «levantá». Hasta Fernando Zoido, el hijo pequeño del alcalde, se le aproximó para regalarle un recortable de La Macarena. «Esto es para sus hijas», le aclaró. Preguntó por los horarios y la logística.

Y al final apareció el delegado diocesano de hermandades, Marcelino Manzano, y le explicó otra clave: «Las cofradías no son sólo lo que se ve en Semana Santa, sino que gran parte de su razón de ser la tienen en su labor social». El Rey abrió los ojos y le pidió más información. Las bolsas de caridad le cautivaron. Quienes le acompañaron en todo momento coinciden en que recibió un impacto tras otro. Hasta que llegó a Santa Marta. El otro extremo. De la algarabía y de los vivas al silencio absoluto. La hermandad tuvo que pedir una dispensa al Papa porque sus reglas no permiten que acceda al templo nadie que no pertenezca a ella en las horas previas a su estación de penitencia. La bula se tramitó y llegó en un suspiro. Pero sólo entró Felipe VI. Nadie más se benefició de la excepción.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación