¿Veinte años no es nada?
La que más ha cambiado ha sido Doña Elena. El cuadro de López refleja la moda de entonces
Veinte años no es nada. O eso decía Gardel. Pero el cuadro de La Familia de Juan Carlos I, obra de Antonio López , muestra lo contrario. Es lo más parecido a una fotocopia compulsada de una muy trajinada fotografía familiar. ¿Dónde ha dejado López el sentimiento? ¿Quién escogió la fotografía? ¿No está fuera de lugar que lo entregue ahora? Si el cuadro «La familia de Carlos IV», de Goya, hizo historia , este cuadro ha entrado ya en los anales de los encargos más lentos. En 200 años se analizará quizá la obra como si de un retrato psicológico se tratase. Observándolo, es sencillo cifrar la evolución del estilo de la Familia Real.
DON JUAN CARLOS. «Me veo fenómeno», ha sido su comentario al ver el cuadro. Y es que lo estaba. Su altura, su físico y su encanto personal siempre han ido de la mano de una gran elegancia en el vestir. Ha elegido a los mejores sastres y se ha atrevido a marcar tendencia con zapatos y trajes claros, innovadores colores de corbata o gafas deportivas. A través de estos años, ha mantenido intacto su acertado estilo personal. Aunque dejó de utilizar a sus magníficos López Herbón, sigue fiel a las insuperables telas de sus amigos de Loro Piana.
DOÑA SOFÍA. La Reina llegó a España hace más de cincuenta años con su estilo y su peinado actuales. Probablemente la influencia de la elegante y presumida Reina Federica le hizo ser consciente de la importancia del vestido. Siguen gustándole los tejidos ricos, las pulseras y los trajes de chaqueta de Chanel, aunque ha recortado de modo muy perceptible el largo de sus faldas, que ahora le favorecen más. Atrás quedaron el exceso de pliegues o la difícil silueta de trapecio. Su estilo y su atuendo han rejuvenecido.
DOÑA ELENA. Un cambio radical se operó en Doña Elena tras su matrimonio. Bien aconsejada y con los mejores proveedores franceses a mano, la Infanta dejó las faldas cortas -como la del cuadro-, abandonó los durísimos escotes cuadrados, los trajes de chaqueta efectistas y los zapatos de segunda. Ahora le presta enorme atención a su peinado y su maquillaje, que han mejorado drásticamente. En los últimos años, la Infanta Elena ha dado grandes lecciones de estilo y se ha atrevido con todo: pamelones, toreras bordadas, recogidos goyescos, tacones de vértigo y sofisticados bolsos. Nadie fue más favorecida ni más «Real» que ella el día de la Proclamación de Don Felipe.
DOÑA CRISTINA. Las chaquetas cruzadas, que tanto pueden ensanchar la figura, los faldones extra-large y las hombreras a lo Geyperman no eran lo más adecuado para el colosal porte de la Infanta Cristina. El día de su boda sigue siendo la mejor imagen que de ella tenemos en la retina. Su peinado, el sencillo vestido de Caprile y el escote de barco fueron acertados. Desde entonces, también ella comenzó a lucir elegante en las bodas reales, aunque su evolución en el día a día no ha sido notoria.
DON FELIPE. El Rey Don Felipe, manteniendo una línea de sobriedad, ha ido haciendo más sofisticados sus trajes. Si bien su sastre sigue siendo el mismo de siempre, Jaime Gallo, se nota que Don Felipe ha reducido el ancho de sus pantalones, haciéndolos más actuales. Ha adoptado algunos detalles de la sastrería napolitana: sus chaquetas, otrora bastante largas, se han acortado ligeramente; las hombreras muy marcadas han pasado a ser menos perceptibles y las hechuras de sus trajes son más ajustadas. Ahora varía más el color de sus camisas, se atreve a combinar de modo más atrevido las corbatas con las chaquetas y hace más uso de los zapatos tipo Oxford. Don Felipe reina ahora también en el mundo de la elegancia.
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