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Vieja política

«Kichi», tan dado a la juerga y a las murgas, desvía a Madrid los premios Libertad para no pasar el trago de entregarlos a opositores venezolanos

BIEITO RUBIDO

A determinados miembros de Podemos se les toleran comportamientos y declaraciones que serían censurados, cuando no condenados, si los hiciesen políticos de otras siglas. A la salida de tono de la diputada Victoria Rosell, exjueza, al exigir la apertura de la sala de autoridades en el aeropuerto de Gran Canaria, cuando no le corresponde, se suma la infamia del alcalde de Cádiz a las víctimas de la represión chavista. «Kichi», tan dado a la juerga y a las murgas, desvía a Madrid los premios Libertad para no pasar el trago de entregarlos a opositores venezolanos. A ello se une el nepotismo rampante que no cesa, intolerable en cualquier otra esfera de la vida pública. Por no detenerse en la náusea que producen los comentarios de la parlamentaria aragonesa Amparo Bella sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Son solo cuatro ejemplos de una conducta sectaria, que guarece un embrión totalitario. Estos eran lo que iban a dar ejemplo a la casta. Apenas han tocado poder y ya exhiben los más feos y preocupantes tics de la mala política, tan vieja como la condición humana. De momento, les sale gratis.

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