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160 Aniversario

El día que Isabel II envió el primer telegrama en España

En 1854, la reina hizo llegar por primera vez un mensaje fuera de nuestras fronteras a través de telégrafo eléctrico, algo que -aún en 2014- se puede hacer gracias al servicio de Correos

El día que Isabel II envió el primer telegrama en España ARCHIVO ABC

MANUEL P. VILLATORO

Ocho de noviembre de 1854. Esa fue la fecha mágica en la que un mensaje recorrió en tan sólo unos minutos media España para llegar hasta Irún, en la frontera con Francia. Una práctica que ahora parece sumamente sencilla gracias a las redes sociales pero que, por entonces, significaba toda una revolución. Y es que, tras muchas investigaciones, se había logrado al fin terminar con las largas esperas que se daban hasta que una carta llegaba a su destino.

Aunque han pasado exactamente 160 años desde aquel primer mensaje, a día de hoy el servicio de Correos sigue contando con un servicio específico para enviar telegramas -algo que siguen haciendo cientos de organismos oficiales y que, a pesar de la llegada del teléfono, todavía no ha caído en el olvido-.

La mensajería que cambió España

Antes de que llegara a España, este sistema de mensajería ya se había estrenado en media Europa. Todo ello, gracias a sólo dos instrumentos. «Para comunicarse era necesario un aparato que enviara la señal («manipulador») y otro que la recibiera. Para enviar un telegrama, una persona llegaba con un mensaje y se lo dictaba al telegrafista . Éste, dependiendo del número de palabras, calculaba el precio. A continuación, lo enviaba a través de lenguaje Morse a la estación requerida. Desde allí, otro telegrafista recibía el texto en forma de puntos y rayas, lo traducía, lo certificaba y lo entregaba en mano a su destinatario», explica a ABC Victoria Crespo, Directora del Museo Postal y Telegráfico de Madrid.

Mediante ese sencillo sistema, el telégrafo causó una gran revolución en ámbitos como la prensa y la política. A los medios de comunicación, para empezar, les permitió tener la capacidad de introducir noticias que habían sucedido en la otra parte del mundo en cuestión de minutos. Los dirigentes, por su parte, pudieron conocer casi al instante todo aquello que pasaba a miles de kilómetros.

Un telegrafista del ejército español recibe un mensje en 1936

«El telégrafo causó una modificación radical en las comunicaciones. Cambió la forma de entender el periodismo, pues los artículos de opinión se dejaron a un lado a favor de la información pura, que podía ser incluida en el papel con pocas horas de antelación. También renovó el comercio interconectando las bolsas mundiales», completa la experta.

La historia del telégrafo en España

En las tierras íberas hubo que esperar hasta mediados del SXIX para que este instrumento hiciese su aparición. Así pues, mientras la campiña inglesa ya estaba cableada hasta los topes desde 1830 para que sus trenes se movieran con seguridad, por aquí andábamos todavía en pañales en lo que a este tipo de comunicación se refiere.

Tan sólo se intentó, allá por 1845, instalar una red de los antiguos torreones de telégrafos ópticos (los cuales se situaban a distancia ocular de otra construcción similar y le trasladaban el mensaje de forma visual para que ésta, a su vez, lo enviar a otra).

A pesar de que este sistema era tan rudimentario que no se podía usar cuando llovía, nevaba o caía la noche (pues la siguiente torre no podía ver las señas) si puso de manifiesto a políticos, banqueros y periodistas la necesidad de tener información al instante.

Telegrama fechado en 1890

«Diez años después, aprovechando las [torres de telégrafo óptico] se construyó una línea de telegrafía eléctrica de ensayo que unía Madrid con la frontera de Irún, conectando las ciudades de Madrid, Guadalajara, Calatayud, Zaragoza, Pamplona, San Sebastián e Irún», explica el Dossier firmado por la Universidad de Málaga « 150 Aniversario del Telégrafo en España ».

Sin contar con la ingente cantidad de problemas técnicos que se presentaron (todos novedosos y que costaron, por lo tanto, más de un quebradero de cabeza) el ensayo fue un éxito y, desde los poderes gubernamentales, se empezó a favorecer esta nueva forma de comunicación.

Poco después, en 1854, se envió el primer telegrama con patente rojigualda. «El primer telegrama fue un discurso de la Reina Isabell II, inaugurando las Cortes Constituyentes que iniciaban el bienio progresista», explica la Universidad. Este mensaje cruzó la frontera y, el 8 de noviembre de ese mismo año, ya había llegado hasta Europa.

Tan efectiva fueron estas primeras pruebas que, el 22 de abril de 1855, se aprobó la construcción de una red telegráfica que enlazara todas las capitales de provincia. «A finales de 1858 la red básica estaba finalizada [… ]. En los años inmediatos posteriores se completó, procurando que cada capital de provincia tuviera dos líneas independientes de conexión. Se tendieron cables para incorporar Baleares . […] Quedaba todavía sin telégrafos las islas Canarias y tendrían que pasar otros veinticinco años para que se estableciera un cable desde Cádiz a Santa Cruz de Tenerife», completa el centro en su dossier.

Telégrafo óptico

Los primeros años en España supusieron un absoluto éxito para el telégrafo. De hecho, la extensión de la red aumentó en ese tiempo de 30.000 a 52.000 kilómetros en 1920. Lo mismo sucedió con la contratación de expertos para enviar este tipo de mensajes (la cual creció en miles). Sin embargo, las novedades tecnológicas fueron el ataúd de este sistema, el cual empezó a ser enterrado en la Segunda Guerra Mundial con la llegada de la radio sin hilos y, posteriormente, por el perfeccionamiento del teléfono. Finalmente, hace menos de 20 años cayó en desuso, al menos en su versión tradicional.

«Hacia 1990 se empezaron a producir cambios estructurales en el mundo de las Telecomunicaciones. […] El servicio clásico de telegramas seguía bajando y en esas mismas fechas se produjo una casi repentina caída de la demanda en el servicio télex, debido a la aparición de las redes de datos, primero, y de Internet después. El resultado fue la desaparición de facto de los telegrafistas. Ciertamente el telégrafo había cambiado tanto que los parámetros primitivos de la profesión ya no eran válidos», explica la Universidad.

¿Por qué se sigue utilizando el telegrama?

Pero… ¿Qué ha sido del telegrama en la actualidad con la llegada de las nuevas tecnologías ? La respuesta, en contra de lo que se puede pensar a primera vista, es que Correos sigue contando con un servicio para enviar telegramas que, a día de hoy, tramita miles de mensajes (concretamente, y según los datos ofrecidos en la memoria oficial del organismo en 2010 –último año en que se cuantificaron por separado- unos 2.282.100).

«En la actualidad el destinatario tiene que confirmar que ha recibido el telegrama»

La razón la explica Crespo: «En la actualidad estos documentos son muy utilizados por los tribunales y otros servicios estatales. Enviar un telegrama es enviar una notificación oficial en la que el destinatario tiene que confirmar que ha recibido el mensaje y en la que queda registrada –entre otras cosas- el día y la hora de entrega. Con documentos enviados a través de e-mail no sucede lo mismo».

A su vez, y según explican a ABC fuentes de Correos, actualmente el telegrama se admite como una prueba o testimonio fehaciente en un juicio de que alguien ha recibido el mensaje. Esto también sucede con el contenido, pues se puede establecer que quede confirmado de manera oficial el texto ha llegado sin ser modificado hasta el destinatario. Con todo, para este fin también se puede utilizar, en determinados casos, el «Burofax».

Estas ventajas provocan que los principales clientes de este sistema de mensajería sean los organismos estatales y las grandes empresas, aunque siguen siendo enviados por personas a nivel privado. «A pesar de todo aún hay gente que los usa por su valor histórico y por tradición. Hay personas que, como se hacía antes, los envían para felicitar las fiestas, por ejemplo», completa la experta.

A día de hoy, para enviar un telegrama se puede llamar al número de atención al cliente de Correos (donde te conectan con un operador) o, simplemente, recurrir a su Web. Según fuentes de Correos, el precio del envío a la Península y Baleares es de 7,64 euros (IVA incluido). A su vez, se cobran 1,90 euros por cada 50 palabras o fracción. Fuera de España, el coste es de 14,56. Ambas cifras incluyen la certificación de que ha sido entregado en el propio domicilio, aunque se pueden pagar por otras para asegurar el contenido.

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