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Cinco personajes históricos españoles que murieron el Día de Todos los Santos

Pintores, científicos e incluso un rey de España fallecieron un 1 de noviembre

Cinco personajes históricos españoles que murieron el Día de Todos los Santos abc

aurora vasco

Pintores, científicos e incluso un rey de España fallecieron un 1 de noviembre

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Dos imágenes del rey Carlos II abc

Carlos II de Austria

El último de la dinastía de los Austria murió el 1 de noviembre de 1700 a los 38 años, poniendo fin a un reinado que llevaba en pie desde 1665.

A este rey de España se le conoce con el sobrenombre de «El Hechizado» porque su débil aspecto físico era atribuido a poderes de brujería, aunque la verdadera razón de tan pusilánime fisionomía fueron los múltiples y sucesivos matrimonios consanguíneos que tuvieron lugar dentro de la Familia Real. Un embajador francés, tras conocer en persona al monarca, llegó a decir: «Su mal, más que una enfermedad concreta, es un agotamiento general».

Precisamente su pobre salud fue la que le impidió tener descendencia con ninguna de sus dos mujeres: María Luisa de Orleans y Mariana de Neoburgo. Al morir sin hijos, España se vio envuelta en una difícil coyuntura política. En su testamento, Carlos II designaba a Felipe de Anjou como legítimo sucesor. Así, en su testamento puede leerse: «Declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos».

Sin embargo, los deseos de su segunda mujer preferían al sobrino de ésta como ocupante del trono. La candidatura del archiduque Carlos de Austria fue apoyada por Inglaterra y Holanda, aunque finalmente se coronó a Felipe V –sobrino-nieto de Carlos II– y se le conoció con el sobrenombre de «El Animoso».

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Cuadro «Doña Juana La Loca», de Pradilla archivo

Francisco Pradilla y Ortiz

Este reconocido pintor español abandonó la vida un 1 de noviembre de 1921 a los 73 años. A su paso dejó múltiples obras que continúan el legado de este zaragozano a lo largo de los siglos. Y es que lo que más le gustaba a Pradilla era pintar. Desde muy joven y casi sin estudios destacó por su habilidad con el pincel , y pronto conoció el éxito tras pintar el cuadro «Doña Juana La Loca», una obra por la que consiguió la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878 y la medalla de honor de ese mismo año en la Sección Española de la Universal de París.

El Senado se dio cuenta de la gran capacidad creativa de este pintor y le encargó la elaboración de «La rendición de Granada», un cuadro por el que no fue tan laureado pero que le proyectó a una fama internacional sin retorno. De hecho, fue nombrado director de la Academia de España en Roma, aunque pronto abandonó el cargo puesto que estar al frente de tan importante institución le restaba mucho tiempo a lo que a él le gustaba: la pintura.

No escarmentó

Quizá por esto sorprende que aceptara el nombramiento como director del Museo del Prado el 3 de febrero de 1896, en un momento en que la pinacoteca más importante de España no estaba pasando por su mejor momento: Pradilla se encontró muy pronto atrapado por las limitaciones administrativas y por un personal elegido por recomendación y capricho, además de verse envuelto por el escándalo de la desaparición de un pequeño boceto de Murillo que el periodista Mariano de Cavia se encargó de airear.

Tan sólo dos años después de entrar al frente del Museo del Prado , Pradilla delegó en el hasta entonces subdirector: el pintor Luis Álvarez Catalá, que contaba con el apoyo ministerial y, sobre todo, con el de la reina María Cristina.

Abandonar su puesto le supuso un gran alivio, y así lo reflejó en una de las cartas que envió a su amigo Hermenegildo Estevan publicada en el «Heraldo de Aragón»: «[…] aquello es un semillero de disgustos, porque entre unos y otros queda reducido el tal cargo a una especie de maestro de casa pobre y ruin […], hubiera incurrido en imperdonable irresponsabilidad si no hubiera protestado en distintas comunicaciones y finalmente con mi dimisión, contra un sistema que compromete la seguridad de las obras , pero el Ministro se ha mostrado indiferente con mis demandas […]»; finalmente Pradilla concluye: «[…] por mi parte me considero justamente castigado por haberme considerado comprometido a venir a vivir a semejante letamajo […]».

Obras más destacadas

Entre las obras más destacadas de Francisco Pradilla y Ortiz se encuentran las ya mencionadas «Doña Juana, La Loca» y «La rendición de Granada», así como «Juana la Loca recluida en Tordesillas con su hija la infanta Catalina» o «El bautizo del Príncipe Juan».

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«Machaquito», en una corrida de 1912 abc

Rafael González Madrid, alias «Machaquito»

Muy pocos conocerán que el verdadero nombre de Machaquito era Rafael González Madrid, un famosísimo torero español que también abandonó para siempre las plazas un 1 de noviembre de 1955.

Este cordobés pronto descubrió su vocación taurina, y a los 16 años mató su primer novillo en una capea. Sólo tuvieron que pasar 4 años para que la plaza de Las Ventas le viera tomar la alternativa de manos de Emilio Torres, «Bombita».

Sus grandes dotes en la tauromaquia le valieron un puesto destacado entre los Califas del Toreo cordobeses, un título honorífico que históricamente se les otorga a los grandes matadores de esta provincia. Precisamente su mote, «Machaquito», hace alusión al gran acierto con que el diestro remataba las faenas: en una temporada llegó a 126 toros empleando únicamente 135 estocadas.

Un anís lleva su nombre

Tal fue la popularidad que alcanzó el torero, que incluso se bautizó a un anís con su apodo. El abuelo de Rafael Reyes Rodríguez –fundador de uno de los aguardientes de Rute más conocidos– le pidió poder utilizar su sobrenombre como marca del producto, naciendo así el universalmente conocido Anís Machaquito .

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Despacho de Don Severo Ochoa de Albornoz en 1950 en la Universidad de Nueva York ABC

Severo Ochoa de Albornoz

Severo Ochoa de Albornoz. Con un nombre tan poco frecuente, la historia le tenía guardado un puesto destacado a este científico español que también murió un 1 de noviembre, esta vez del año 1993.

Los hallazgos de este asturiano han sido claves en el desarrollo de la ciencia moderna. Sus estudios fueron decisivos para descifrar el código genético, puesto que fue el primero que logró sintetizar en 1955 el ácido nucleico. Este descubrimiento y sus posteriores investigaciones fueron las que le llevaron a conseguir el más alto reconocimiento internacional siendo galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina cuatro años más tarde, un homenaje que compartió con el bioquímico estadounidense Arther Kornberg.

Buceando en la hemeroteca de ABC se pueden encontrar las descripciones que el corresponsal del diario en Washington hace de Severo Ochoa en su crónica telefónica: «Es un hombre de cincuenta y cuatro años, categórico, seguro de sí mismo, que avanza por la vida con una inmensa vocación por las ciencias bioquímicas y fisiológicas», radiaba Massip puntualizando que el castellano del asturiano tenía «una pureza transparente y noble».

Tal y como afirmaba César Nombela –presidente de la Fundación Carmen y Severo Ochoa–, el Nobel de este científico «sería decisivo para la actividad investigadora entre nosotros, pues había de redoblar sus presencias en España, en apoyo de una comunidad científica creciente en ambiciones e inquietudes».

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Agustín García Calvo rocío ruz

Agustín García Calvo

«Yo trato de privarme de ideas. Todos los días me quito alguna, pero siempre me quedan demasiadas». Y es que el cerebro privilegiado de Agustín García Calvo no dejó de producir hasta que una insuficiencia cardiaca le paró el corazón el 1 de noviembre del año pasado en Zamora.

Gramático, poeta, dramaturgo, traductor, pensador, ensayista… nada se le ponía por delante. Entre la amplísima colección de obras que García Calvo dejó tras su muerte se pueden encontrar desde poesías –«Libro de Conjuros», «Relato de Amor» o «Sermón de ser o no ser»– hasta textos filosóficos, pasando por importantes contribuciones al mundo de la lingüística.

Como curiosidades en la vida de este zamorano destaca la tesis nunca conclusa que planeó escribir con Fernando Savater –discípulo suyo en los años 70– o la elaboración del himno de la Comunidad de Madrid a petición de su entonces presidente Joaquín Leguina, letra por la que García Calvo cobró el simbólico precio de una peseta.

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