Revelado

Federico Ayala Sörenssen

El revelado por Federico Ayala Sörenssen

Cuando Reino Unido salvó a Europa

La Batalla de Inglaterra cambió el curso de la II Guerra Mundial

Día 17/06/2016 - 15.27h
Wide World
Junio de 1940. El primer ministro visita las instalaciones militares, intentando ponerlas a punto ante la inminente invasión alemana. El 13 de mayo de 1940, poco antes del comienzo de la batalla de Inglaterra, Churchill, en su famoso discurso, pide a sus conciudadanos «Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor»
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En el verano de 1940 Alemania parecía imparable. Hacía poco que habían caído Noruega, Dinamarca, Holanda y Francia. La entrada de las tropas alemanas en París el 14 de junio parecía presagiar una Europa dominada por Hitler, al que se le estaban cumpliendo casi todos los sueños. Solo quedaba Reino Unido para hacer frente al régimen nazi, que había pactado con la Unión Soviética el reparto de Polonia y la no beligerancia. Y los británicos habían tenido que salir precipitadamente del continente en Dunkerque. El 4 de junio de 1940 Winston Churchill pronunció un discurso histórico. En él dijo: «Por más grandes extensiones de Europa y muchos Estados antiguos y famosos hayan caído o puedan caer en poder de la Gestapo y de todo el espantoso aparato del régimen nazi, no vamos a flaquear ni a fracasar sino que seguiremos hasta el final. Combatiremos en Francia, combatiremos en los mares y los océanos, combatiremos cada vez con mayor confianza y fuerza en el aire; defenderemos nuestra isla a cualquier precio. Combatiremos en las playas, en los lugares de desembarco, en los campos y en las calles; combatiremos en las montañas; no nos rendiremos jamás; y por más que esta isla o buena parte de ella quede dominada y hambrienta, algo que de momento no creo que ocurra, nuestro imperio de ultramar, armado y protegido por la Flota británica, continuará la lucha hasta que, cuando Dios quiera, el Nuevo Mundo, con todo su poder y su fuerza, dé un paso al frente para rescatar y liberar al Viejo». Lo cierto es que en junio de 1940 todos esperaban la invasión de la isla y se preparaban para evitarlo. Por ello, añadió: «Pero si fallamos, entonces el mundo entero, incluyendo EEUU, incluyendo todo lo que hemos conocido y nos ha importado se hundirá en el abismo de una nueva era oscura, aún más siniestra y tal vez más prolongada. Vamos a hacernos cargo de nuestras obligaciones y seamos conscientes de que, si el Imperio Británico y su Mancomunidad de Naciones perduran por miles de años, los hombres seguirán diciendo: esa fue su mejor hora».

El almirante alemán Raeder había hecho un estudio durante el invierno de 1939-40 sobre la invasión de Inglaterra. El 21 de mayo de 1940 le presentó las primeras conclusiones. Si la Luftwaffe no conseguía el control aéreo absoluto, la invasión de Gran Bretaña era casi imposible. Hitler ordenó el 11 de septiembre de 1940, a pesar de no haberse conseguido la superioridad aérea, que la Operación León Marino (Seelöwe) se pusiera en marcha, aunque tres días después la aplazó. Continuaron los aplazamientos hasta que finalmente se descartó.

La conocida como Batalla de Inglaterra, el ataque aéreo más grande y continuado jamás llevado a cabo hasta entonces, comenzó el 10 de julio de 1940. Aquél día se prepararon los 750 cazas y 1.300 bombarderos que asolaron el suelo inglés. Los ataques continuaron hasta mayo de 1941, cuando Hitler se centró en el frente ruso. Pero los bombardeos continuaron, no de manera tan intensa, hasta el final de la guerra, cuando los cohetes V1 y V2 mataron a 9.000 civiles. Unos tres mil aviones alemanes se enfrentaron a poco más de mil quinientos aparatos británicos. Murieron más de 43.000 civiles británicos, cerca de 20.000 en Londres.

Cuando todo estaba perdido, la resistencia británica fue un factor determinante para que el régimen nazi fuese finalmente derrotado. Sin ese esfuerzo, sin el heroísmo de un país que supo unirse y resistir ante una fuerza mucho más poderosa, la historia de Europa, y de todo el mundo, habría sido muy diferente.

La fotografía que traemos hoy a nuestra sección es la de Winston Churchill revisando una de las instalaciones de defensa del sur de Inglaterra. Militar, periodista, escritor y político, su carrera previa a la II Guerra Mundial le habría convertido en un brillante político de segunda fila. Pero a una edad en la que muchos se jubilan -tenía 65 años-, asumió una responsabilidad titánica y actuó con éxito. «El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones». Él así lo hizo y se convirtió en un modelo para todos los políticos del siglo XX. Y no era joven, ni guapo, ni siquiera simpático. Y lo que ofreció no fue tomar el cielo o garantizar la felicidad de la ciudadanía, sino «Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» (en inglés blood, toil, tears and sweat).Toda una lección.

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