Las cadenas hoteleras aplican el bajo coste

Como en otros muchos sectores, el ahorro de costes ha puesto patas arriba el mundo de la hostelería. Establecimientos que en su día tenían un empleado por habitación se las arreglan ahora con plantillas mínimas que se las ven y se las desean para cubrir todos los servicios. Botones, gobernantas o conserjes son figuras al borde de la extinción en nuestros días. Ese primer ajuste ha tenido continuidad con un desembarco precipitado en el modelo de contratación inaugurado por las líneas aéreas de bajo coste, donde el zumito y los cacahuetes ya son historia. Lo de tener un precio para la temporada baja y otro para la alta y los fines de semana ha pasado a la historia. Ahora todo se resuelve, ratón mediante, por la sacrosanta ley de la oferta y la demanda.

El baile de tarifas propiciado por internet ha desencadenado una guerra de precios que obliga a los establecimientos a hilar más fino que nunca. «Una habitación que cuesta una noche 165 euros al día siguiente puede estar vendida por 95, así que con esas variaciones tenemos que ser muy cautos para no pillarnos los dedos», reconoce Fran González, director del hotel Codina, en el centro de San Sebastián. Como otros muchos establecimientos en su misma situación, el de González ha implantado criterios restrictivos en capítulos accesorios como las llamadas 'amenities' (la traducción sería algo así como comodidades), esos kits que reciben a los viajeros en los baños de los hoteles y que contienen desde útiles de primera necesidad como el jabón hasta sutilezas como zapatillas o cremas para después del afeitado. Los kits cerrados, explica el hotelero, tienen precios que oscilan entre uno y doce euros en función de su contenido. «Ponemos a disposición del cliente los productos básicos en la habitación y le dejamos una indicación para que se dirija al personal de recepción si necesita algo más».

Las restricciones en ese capítulo han llegado de una u otra forma a todos los hoteles. Las grandes cadenas, que por lo general confeccionan sus propios «k»its en colaboración con firmas especializadas, han optado por adecuar la oferta a las categorías de los establecimientos. Así, empresas como Meliá o NH, por ejemplo, tienen tres escalas de "amenities" en función de la gama a la que pertenezca el hotel. Los más exclusivos ofrecen una docena de productos que incluyen desde un cepillo para el pelo hasta zapatillas, pasando por un completo surtido de útiles de aseo. En los más modestos, en cambio, la oferta se limita a jabón y champú. Cabe, eso sí, la posibilidad de solicitar en recepción algún producto "extra".

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