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ENTREVISTAPablo Martín ReyesTenor de «El barbero de Sevilla»

«No hay que ser culto para disfrutar la ópera»

Rossini «llevará al límite» esta tarde la voz de este granadino y de sus compañeros de reparto, que interpretarán su ópera bufa en el teatro Colón

«No hay que ser culto para disfrutar la ópera»

A. COCO

Pablo Martín Reyes será el Conde de Almaviva cuando esta tarde se levante el telón del teatro Colón de La Coruña. Nacido hace 34 años en Monachil, junto a la granadina estación de esquí de Sierra Nevada, es uno de los protagonistas de la ópera bufa -de tema cómico- «El barbero de Sevilla», escrita a comienzos del siglo XIX por el compositor italiano Rossini.

-¿Cómo llega al mundo de la ópera?

-Tuve la suerte de tener en mi familia una tradición de instrumentos. Siempre había uno por casa. Mi abuelo tocaba el laúd y aunque no hubo ningún profesional en la familia, sí mucha cultura musical. Mis primeros pasos como cantante se dieron en la coral de la hermandad de mi pueblo. Había entonces en Granada un movimiento muy bonito en torno a la música con una serie de encuentros provinciales con gran arraigo del que han salido voces como Mariola Cantarero o Pepe Zapata.

-Y también la suya...

-Quién me iba a decir que caería en manos de Helena Lazarska, catedrática del conservatorio de Viena, que realizó unos cursos en Granada y Santiago de Compostela. Tener tus cuerdas vocales bien trabajadas es una garantía de futuro y me enseñó mucho.

-Su debut escénico fue casualmente con el que papel que hoy interpreta.

-Leonor Gago, responsable de la compañía Concerlírica, me dio la alternativa y la oportunidad de salir al escenario hace unos doce años.

-Será especial entonces.

-Hacía un par de años que no lo retomaba y es una gozada que repongan este título. Me trae muy buenos recuerdos. Fue la primera obra que me dio la oportunidad de vivir esa tensión y esa magia del bel canto.

-¿Quién es el Conde de Almaviva?

-Es un personaje que desde el principio se interesa por Rosina (la mezzosoprano Angélica Mansilla). Quiere saber dónde vive, qué hace y llegar hasta ella porque se ha enamorado. Tira de picaresca para tener una relación, aunque casi no la conoce. Tiene la gran fortuna de contar con Fígaro, el barbero, que conoce con pelos y señales cómo es la casa y los momentos en los que es posible verse porque ella vive enclaustrada, casi en una cárcel. Estas situaciones hacen que sea una de las óperas bufas más reconocidas.

-Casi doscientos años después de haber sido compuesta sigue siendo una de las obras más representadas.

-Es raro el teatro, incluidos los grandes, que no la repone. Y tiene venta, a la gente le gusta. Se hace con producciones escénicas y cantantes distintos.

-¿Cómo se consigue?

-Más allá de la maravilla de composición y de la obra de arte que es, todo director escénico puede jugar con mil motivos para hacer jugar a la gente. La música se presta; tiene mucha viveza, muchos agudos y movimientos. Para los cantantes supone un plus de dificultad y preparación. La escritura de Rossini a veces te pone en compromiso. Son voces que trabajan a una velocidad de vértigo, con una coloratura que no te esperas.

-¿Y cómo se prepara para eso?

-Son técnicas de canto con un tratamiento distinto al de otros como Puccini, Verdi o Wagner. Cada compositor tiene una forma y Rossini se caracteriza por llevar las voces al límite como si fuera casi una exhibición.

-¿Se siente igual al interpretar en una lengua extranjera? ¿Qué cambia?

-Hay que conocer los idiomas, su fonética y su expresión porque la música y la palabra van juntas. Es una fusión que explica una intención. La palabra ayuda a que el cantante encuentre el motivo. En los recitativos, momentos de la obra donde se explica, que no son tan musicales, se expresa un montón y se da a entender la trama al público. Por eso la dicción es tan importante, para que casi sin necesidad de subtítulos la gente te entienda.

-¿Ha actuado antes en Galicia?

-Sí, hace años estuve en Orense con «Elixir de amor».

-¿Qué le diría a quien no muestra interés por la lírica?

-Aunque una persona desconozca ciertos detalles o aspectos de un arte, debe haber una pequeña inquietud para decir "no termino de entender, pero hay algo que me llama la atención". No hay que ser culto para poder disfrutar la ópera. Y más en una obra como «El barbero de Sevilla», de una comicidad y una bufonería extrema. Si una persona tiene estímulos para disfrutar de un arte, aunque no lo conozca en profundidad, siempre hay oportunidad para hacerlo.

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