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Muere Agustín García Calvo, el creador que vio en la cultura el «opio del pueblo»

Gramático y dramático, poeta, narrador, ensayista y agitador, fue uno de los grandes polemistas de la cultura, a la que identificaba con «el opio del pueblo»

A. astorga

Agustín García Calvo ha fallecido a los 86 años, debido a una insuficiencia cardíaca, en el Hospital Vírgen de la Concha de Zamora, ciudad en la que vino al mundo en 1926. El día de todos los muertos ha muerto el último gran francotirador de nuestra cultura. Hasta el último suspiro de su vida acudía a la tertulia que organizaba cada semana en el Ateneo de Madrid. Era los miércoles, a las ocho y media de la tarde, la hora del fútbol, y su ágora socrática se llenaba más que cualquier bar de la zona. En su última intervención, «Uno más uno son dos», García Calvo habló sobre física y matemáticas, confirmó Isabel Escudero, su pareja desde hace 36 años.

Su pasión por la gramática le llevó a estudiar Filología Clásica en la Universidad de Salamanca bajo las directrices del maestro Antonio Tovar . Con 22 años, García Calvo se doctoró con la tesis «Prosodia y métrica antiguas». En 1953 ocupó una cátedra de lenguas clásicas en Sevilla y en 1964 en la Complutense, donde su oposición al régimen franquista le llevó a ser decapitado -junto a Aranguren y Tierno- de su cátedra por respaldar las protestas estudiantiles. Se exilió a Francia , y allí enseñó en la universidad de Lille y en Collège de France. En 1976 le fue restituida su cátedra, que desempeñó hasta la jubilación, en 1992.

De collares y perros

Cuando llegó del exilo -confesaría a José Martí Gómez y Josep Ramoneda- se encontró con «un entusiasmo, que yo no traía conmingo, ni muchísimo menos cuando regresé porque no en vano había estado viviendo casi ocho años en un país como Francia, en donde la democracia es una cosa vieja. Yo había tenido ya ocasión de comprobar mucho antes todo eso de si son los mismos perros con diferentes collares . Me sorprendió y me produjo pesar el encontrarme con que la muerte del dictador, el advenimiento de formas democráticas, podía suscitar todavía tantísimo interés entre la gente».

García Calvo ha sido uno de los más grandes y genuinos clasicistas del siglo XX, y también uno de los más singulares, prolíficos y polifacéticos intelectuales españoles. Radical y hostil a todo sistema, « enfant terrible» , fue Premio Nacional de Ensayo, de Literatura Dramática y de Traducción.

«No dudaría en rechazar el Nobel de Literatura»

Precisamente, cuando le concedieron el premio Nacional de Literatura Dramática, Agustín García Calvo se sumergió en una duda metódica: aceptar o no el premio Nacional de Literatura Dramática , que le concedió el Ministerio de Cultura por «La baraja del Rey Don Pedro». «Si lo acepto, no sé cuanto pago en sumisión a la cultura oficial cuando siempre la he combatido -declaraba a ABC entonces-. Me paso la vida luchando contra la cultura y ahora me ponen en un brete. Ahora, si se tratara de un compromiso fastuoso y mucho más gordo, como en Nobel, no dudaría en rechazarlo».

García Calvo se lamentaba de que, generalmente, los hombres del teatro y de la cultura no se hubieran acordado nunca de él, salvo el actor, director teatral y académico José Luis Gómez . «Yo he hecho mucho por estar fuera y por no dejarme coger por el aparato cultural. En parte por mi actitud, y en parte por la de ellos».

A lo que no renunció jamás Agustín García Calvo fue a enfrentarse a todo sistema: político, cultural o mediático. Así, veía todo el aparato cultural -desde la ciencia, los medios de información de masas de individuos, la Educación, las producciones artística y televisivas destinadas a no hacer pensar al pueblo- como una falsificación contra el espíritu vivo de ese pueblo. Y contra el lenguaje vivo, que es enemigo de la cultura».

15-M

Prolífico creador , desde el nacimiento del Movimiento del 15-M acudía, cada jueves, a las concentraciones en la madrileña puerta del Sol para «hablar con los jóvenes». Descreía de la política: «Toda política digamos que positiva se ve obligada a recurrir a ilusiones y a los engaños. Se hacen todas esas cosas que dicen los políticos para dar a las gentes metas, creencias, por tanto engañarlas necesariamente poque no hay posibilidad que desde arriba, desde una posición de poder, se puedan proponer a las gentes creencias que no sean mentiras, que no sean falsedades», declaró nada más pisar suelo español a José Martí Gómez y Josep Ramoneda.

«Agustín García Calvo era un hombre atípico, único e inconfundible, siempre alejado de modas y al margen de la vida cultural oficial», ha destacado a Efe su (ex)«alumno» Fernando Savater . «Su obra es muy singular, enormemente original e inconfundible», ha subrayado el filósofo en conversación telefónica desde Chile, donde se encuentra de viaje. «Era una personalidad única por su original fuerza y su capacidad de suscitar adversarios por su pensamiento, así como su capacidad de análisis de los clásicos».

Savater: «Era una personalidad única»

Hace unos años, cuando publicó «Cosas de la vida», un libro con diecisiete cuentos escritos solo con diálogos, y «Elementos Gramaticales» , manual destinado a alumnos de bachillerato, sostenía que «la gramática en la escuela no debería tener más sentido que el tomar conciencia de lo que se ha aprendido sin darse cuenta. La lengua no es de nadie, no tiene más amo que quien la habla», subrayaba. Como filólogo hizo muy destacadas contribuciones a la lingüística general, la prehistórica o indoeuropea, la grecolatina y la del espofcont («español oficial contemporáneo»).

-¿Qué es, pues, esa cultura para Agustín García Calvo?

-El opio del pueblo.

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