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Adiós a Hans Werner Henze, la irresistible atracción de la ópera

El compositor Jorge Fernández Guerra rinde homenaje a la monumental y variada obra del músico alemán fallecido hoy

Adiós a Hans Werner Henze, la irresistible atracción de la ópera ernesto agudo

Jorge Fernández Guerra

El súbito fallecimiento de Hans Werner Henze no permite olvidar que esta noticia era fatalmente previsible para los que lo habíamos conocido. Su salud era mala desde hace varios años y casi sorprende la capacidad de aguante de este gigante de la composición del siglo XX.

Y, a la hora del balance, sobresale una paradoja de su obra: ¿ha sido un gran operista con diversos registros más? ¿O ha sido un compositor completo que, no obstante, ha dado grandes títulos líricos en momentos difíciles para la ópera?

Para un compositor, como yo, la única respuesta posible es la segunda. Su aportación al género sinfónico (con diez sinfonías) , su abundante obra de cámara, su rica aportación al concierto de solista, sus cantatas o incluso mucha más obra escénica que sobrepasa la ópera, ya sea ballet, monodramas, creación radiofónica, etc., es tan destacada que nos retrata a un compositor capaz de aportar grandísimas obras de toda índole.

¿Por qué, entonces, queda esa sensación de que era fundamentalmente un gran operista cuando lo evocamos? La respuesta nos da la verdadera talla artística y humana de una de las más grandes figuras del arte del siglo XX . Henze disponía de una cultura muy diversificada, literatura, pintura, teatro, cine. Era, también, una personalidad llena de claroscuros que se plasmaban admirablemente en relatos cargados de melodrama: soldado nazi a la fuerza, homosexual no exento de desgarraduras, alemán enfrentado a su país en todo excepto en el plano cultural, enamorado de Italia, comunista, tierno, modesto y asequible en el trato, extraordinariamente perspicaz para captar el brillo y la oscuridad del drama de estar vivo … Era, en suma, un personaje llamado a la ópera.

Pero como siempre vivió en el filo de la navaja de la contradicción, la ópera era, en el arranque de los años cincuenta, un género dado por muerto o prohibido para un joven compositor de vanguardia. Por ello resulta mucho más meritorio el desafío de este independiente cuando se lanza al escenario para proponer una ópera tras otra ; y para hacerlo desde un eclecticismo que entonces parecía indigno a sus camaradas de vanguardia, pero que se guiaba por un olfato infalible para poder dar forma a un discurso operístico en su periodo más negativo .

Coincidió en ello con el británico Benjamin Britten , pero este era 13 años mayor que Henze y el aislamiento inglés le protegía mucho más que a Henze el desolado campo de batalla artístico de la Alemania de postguerra.

El entorno de gente como Stockhausen, Boulez o Nono era para Henze auténtico territorio comanche cuando, por ejemplo, se levantaban airadamente y salían de la sala los tres nada más comenzar una obra suya. Para el alemán, lo más doloroso era el caso de Luigi Nono , viejo amigo, camarada en el partido comunista italiano y muy respetado por él como compositor.

Pero así se forjó un carácter indomable y seguro, justo lo que hacía falta para ponerse el mundo por montera y componer óperas contra todo y contra todos.

Hoy lo celebramos a la par que lloramos la desaparición de una persona con un encanto personal raro en su sector. Nos queda su obra y, para algunos entre los que me encuentro, el valiosísimo ejemplo de su carrera como operista que ha permitido tender puentes de acero sobre el mayor precipicio vivido por el género lírico en su historia.

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