libros de vino y rosas
«Mi madre y la música»
Marina Tsvietáieva. Traducción: Selma Ancira. Ed. Acantilado. 64 pág. 11 €
manuel de la fuente
Marina Tsvietáieva fue una de las grandes voces de la poesía mundial del siglo XX, a pesar de su desgraciadísima vida y de las pesadas losas de silencio que el régimen soviético arrojó sobre su vida y su obra.
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Exiliada durante años de su ... amada Rusia por estar casada con un oficial que no simpatizaba con los bolcheviques, toda su vida estuvo marcada por las sombras siniestras del gulag que desmembró la vida de amigos suyos como Anna Andréyevna Ajmátova y Ósip Mandelstam . También el Nobel Boris Pasternak (al que el estalinismo igualmente persiguió) y Rainer Maria Rilke fueron dos de sus más allegados y entre los tres circuló una correspondencia (verano de 1926) que es uno de los testimonios humanos y artísticos más bellos del siglo pasado.
Marina acabaría suicidándose el 31 de agosto de 1941, harta de la miseria y la oscuridad a la que el régimen comunista la había llevado. Pero en ese calvario que fue su existencia, Tsvietáieva reunió aplomo y talento para escribir fantásticos libros de poemas, obras de teatro y algunas obras en prosa como esta maravilla llamada «Mi madre y la música» , con la felicísima traducción de Selma Ancira , grandísima experta en la obra de Tsvietáieva .
Escrito con cuarenta años, en el libro la poeta moscovita recuerda su infancia y su educación entre las notas de un pentagrama en un ejercicio de bellísima nostalgia, de recuerdos delicadamente trenzados, mientras sus dedos, los dedos de Marina, se van deslizando por las teclas de un piano, dedos de infancia y adolescencia buscando la nota perfecta, bajo la mirada siempre tan atenta y exigente como su ternura de la madre, que morirá cuando Marina tiene doce años, y queda prácticamente a solas con su vida y con su música, y unos versos de Pushkin le llegan a los labios: «El frío manantial del olvido, / es el mejor alivio al fuego del corazón».
Marina Tsvietáieva , muchos años después también le escribiría a su hija Alia: «Algún día, criatura encantadora, / para ti seré sólo un recuerdo, / perdido allá, en tus ojos azules, / en la lejanía de tu memoria». Memoria, pues, de Marina con estas páginas, más allá de su poesía encendida y entregada, más allá de su dolor, más allá de todos sus llantos.
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