Tener un patrimonio de al menos 100 millones de francos suizos (81,5 millones de euros) y vivir más de la mitad del año en Suiza son los requisitos imprescindibles para optar a su codiciado «exilio fiscal». Unos 5.500 multimillonarios de todo el mundo han elegido esta solución para beneficiarse de unas condiciones de pago muy ventajosas sobre el impuesto de la renta.
Sin embargo, estos privilegios podrían estar llegando a su fin, ya que los helvéticos están cada vez más descontentos con una situación que, según ellos, constituye «un robo no solo para los países de origen, sino para todo el pueblo suizo». Sentimiento confirmado por los resultados del último referéndum celebrado el pasado domingo en los cantones de Basilea y Berna. En en primero, los votantes se pronunciaron por la abolición de los privilegios fiscales para los extranjeros. En el de Berna, las urnas decidieron endurecer las condiciones estableciendo una cantidad mínima de ingreso sujeta a impuesto de unos 400.000 euros.
Phil Collins, Tina Turner, Alain Delon, Johnny Hallyday o Michel Schumacher, entre otros, han elegido Suiza (muchos, en Gstaad, en la zona de Berna) como lugar de residencia porque han podido negociar condiciones de imposición muy ventajosas con las autoridades fiscales helveticas. El famoso paquete o «forfait fiscal» tasa al contribuyente según sus gastos personales y el valor del alquiler de su casa, protegiendo así su patrimonio.
Discreción a prueba
Este sistema, que no grava la fortuna, atrae desde hace decadas a magnates y artistas de todo tipo. El carismático fundador de la multinacional sueca Ikea, Ingvar Kamprad, llegó a Suiza en 1976 y desde entonces conduce tranquilamente su viejo Volvo, cuando sus negocios se lo permiten, por las serpenteantes colinas de Epalinges (cerca de Lausana) donde vive con su familia en una casa discreta. Desde allí, Kamprad puede desplazarse con facilidad y rapidez por Europa disfrutando, al mismo tiempo, de la excepcional calidad de vida en la región del lago de Lemán, que goza de uno de los niveles de vida más altos de Europa. El empresario sueco, sin embargo, se permite una existencia sencilla: acude al mercado local para comprar productos naturales y viaja en segunda clase a través de la densa red ferroviaria helvética.
El sistema de democracia directa suizo podría cambiar estas prebendas en un futuro no muy lejano. Sería toda una revolución en un país que cultiva la discreción sobre las vidas privadas de sus ilustres residentes. El cantón de Zurich ha votado ya en contra de estas ventajas fiscales y antes de finales de año habrá nuevas votaciones en los cantones de Ginebra y Vaud, donde viven cerca de 3.000 multimillonarios con fortunas de miles de millones de euros.






















