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Críticas de los estrenos del viernes 14

«El nombre», «Desafío total» y «Érase una fe», novedades destacadas de la cartelera

Críticas de los estrenos del viernes 14 ABC

ABC

«DESAFÍO TOTAL» **

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Hay que echarle muchos bemoles para levantarse un día y decir voy a hacer un remake de «Desafío total», un mito, una película adelantada a su tiempo en casi todas sus facetas. Ante retos así hay que optar por dos caminos: hacerla de nuevo, con lo que conlleva de guión, imaginación y mucha astucia, o tirar de recursos, más bien llamado vil metal. Wiseman ha optado por lo segundo, y con un cofre bien lleno por cierto. Básicamente ha tirado el oro por la ventana y, no contento con eso, ha metido a pesos pesados en el, nunca mejor dicho, desafío.

Ha recurrido a las dos mayores bellezas que ahora mismo hay en Hollywood, Jessica Biel y Kate Beckinsale que, por cierto, es su mujer. De toda la humanidad, estas dos son las que el que suscribe se va a llevar al búnker construido para cuando el asteroide llegue a la tierra el 21-12 y arrase este planeta que, a la vista está, es un desastre. Así habría un arca de Noé reducido pero de máxima calidad. Por supuesto, ni Timberlake (el odiado marido de Jessica) ni Wiseman están invitados. Así pues, la presencia de las dos beldades paga la entrada. Por otro lado, los fuegos de artificio que ha creado Wiseman intenta dar altura a la película. Son fastuosos, un lujo para los ojos pues toda la mano se le ha ido en la visualización, en una escenografía espectacular y en una acción endemoniada casi desde el minuto uno de partido. ¿El pero? Que lo demás ya lo sabemos, conocemos esta toma, el golpe siguiente, la forma sorprende, pero no el fondo.

Vale, Biel y Beckinsale se lían a guantazos y uno puede armarse la fantasía de que lo hacen por uno y no por Farrell (asunto harto improbable), pero no hay sorpresa, no hay apenas novedades y todo sigue un relato ya conocido, sin un solo resquicio para que te llegue al corazón, que se queda en blanco. Del fregado que se monta, espectacular eso sí, la más beneficiada es Beckinsale, que da mucho lustro a su papel. Pero eso no es suficiente. Todo se queda en un buen, y meritorio, intento sustentado en una visualización excelente, mayestática y arrolladora, pero si abres el paquete ves que el presente ya te lo habían regalado antes, mucho antes.

«EL NOMBRE» ***

J. CORTIJO

Arranca esta película cazando al vuelo el frenético y ultravisual estilo «made in Jeunet», con un soufflé salomónico que no hace más que crecer y crecer durante los primeros cinco minutos. Afortunadamente, Delaporte y Patellière, sin hacer caso de su condición de seminovatos, saben controlar el volumen de su guiso en dos pasos: asentándolo y rellenándolo. Por este orden estricto. Porque la mejor forma de abordar un argumento como el que presenta esta comedia mosquetera y certera (las disquisiciones y despellejes de un grupo de amigos por un suceso tan trivial como es la elección de un «polémico» nombre para el vástago de uno de ellos) es obligándola a que plante las posaderas en el quicio de una silla o sofá y largue por esa boquita, aun a riesgo de transformar su look arrebatador inicial por un teatralismo casi radical.

Cuando la película coge postura, y se va deshojando el macguffin que le da título, es cuando el talento, el ritmo y la mala baba de sus responsables se hace patente y latente, cebando a su criatura de sustanciosa guarnición: crítica social y «sociata» (perfecto el daguerrotipo del progre con armario forrado de pana y pirámides de libros estudiadamente depositadas en el suelo a 9.000 euros el metro cuadrado), fuego cruzado sobre las pejigaterías y puntiagudezas de la clase media pero altamente hortera (será interesante ver si Hollywood ejecuta un remake afroamericano, estilo «Un funeral de muerte») y una elegancia de quiebros y pespuntes en la mejor tradición del subgénero y que recuerda a los guiones de Agnès Jaoui y otros chefs. Porque, ya se sabe, cuando el cine francés se sienta a la mesa a cenar, el espectáculo está servido en bandeja de plata. Si a esto le añadimos un reparto espléndido incluso en su histrionismo, ya tenemos otra muestra de que, para que salga bien un recital, no hay que dar la espalda al público ni para ver si la orquesta se ríe.

«ÉRASE UNA FE» **

J. C.

Lo que este documental demuestra, ante todo, es que la fe, aparte de mover montañas, mueve pedales. Concretamente, los de dos peregrinos veinteañeros que, con gemelos de acero y espíritus campechanos, se dedican a recorrer medio mundo tumbados en sus bicis de diseño, y a la caza y captura de católicos tan improbables como exóticos. Así, Charles y Gabriel se toparán con indios risueños, senegaleses bailarines,brasileños contagiosos y mauritanos que quieren alcanzar «un poco» de eternidad (que suena como estar «un poco» embarazada). Con aire de (publi) reportaje de Travel Channel y montaje dinámico y avispado (con doble y triple pantalla), «Érase una fe» propone una conga católica universal muy en la línea JMJ (queda latente la obsesión de algunos sectores de la Iglesia con llegar a la juventud y ponerle el cascabel sin más) pero donde se adivinan intenciones on the road sanas y francas.

Así, con un fondo honesto, positivo y apenas sin dobleces (aunque, quien esté libre de pecado... ya se sabe), la «forma» se hace algo fatigosa y monocorde, ya que no busca tanto la espiritualidad como la promoción del cristianismo en los sitios donde más se necesita. Quizá si hubiesen concluido el tour en una sucursal de Eurovegas poco monacal, igual el mensaje se hubiese redondeado mejor. O no.

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