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desde el alcaná

Beatriz Villacañas

Beatriz Villacañas Palomo presenta un libro de poemas «La gravedad y la manzana» en la Biblioteca Regional del Alcázar, el día 18 de este presente mes septembrino que diera cabida y nombre a Cervantes

por josé Rosell villasevil

Tiene toda la traza de un bello cuento de hadas y en realidad se trata de un hecho natural... En la bella Toledo, ciudad de los encantos, un poeta señero soñaba tanto, tanto que a una hija le puso por nombre Beatriz . Y tuvo tanta suerte que, sus primeros pasos, la niña los medía en versos balbucientes.

Los vates visionarios, gloriosos como éste, realizan su camino mimados por la suerte…

En 1980 Juan Antonio Villacañas, el poeta toledano por excelencia que marcara un hito en la lírica del siglo XX, tiene la exquisita ocurrencia de «invitar» a conocer nuestra Ciudad milenaria a otro de los inmortales de la poética universal, al señor Dante Alighieri, natural de Florencia y autor, como todos sabemos, de «La Divina Comedia». Beatriz, no la del Dante sino nuestra entrañable Beatriz Villacañas Palomo, era a la sazón una preciosa adolescente.

El Dante acepta complacido y, dejando las blandas plumas del Parnaso por unas jornadas, se viene a Toledo y, de la mano de Juan Antonio, deambula por sus calles, sus plazas, por las orillas de su río, ya entonces sin arenas de oro ni peces de plata: «Santo Tomé se pone de rodillas ente el destino…La calle de los Bécquer tiene sabor a nombre de hortelanos…Esta calle del Barco,`maestro, nos desprecia todos los que circulamos por ella sin pecado…» Y menos mal que «baja Dios a tiempo para poner sentido a todo este absoluto callejón de los Muertos…»

Beatriz Villacañas Palomo, presenta un libro de poemas –«La gravedad y la manzana»-, en la Biblioteca Regional del Alcázar, el día 18 de este presente mes septembrino que diera cabida y nombre a Cervantes.

La prolífera doctora, que tan bien le cayera al poeta florentino, es harto conocida en los medios literarios de ésta, su ciudad natal. Pero ha de conocerla el pueblo de a pie, el llano, sencillo y humano que luego canta los versos de sus poetas escogidos.

Debéis venir, amigos míos, a escuchar la palabra fácil, brillante de Beatriz. Ella es como el agua fresca y pura en la seca angustia del desierto, como la mano salvadora en el agobio y la soledad de la gran estepa urbana: «No importa/ cómo llaméis al cuento,/ comedlo como un fruto,/ y la manzana siempre nueva del ser y su secreto/ será alimento vivo de todas las historias/ y de todos los hombres/ y de un solo camino».

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