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tres décadas de la masacre

Elie Hobeika, el verdugo de los palestinos en el Líbano

El ex jefe de inteligencia de las milicias cristianas, protegido de su viejo amigo Sharon, ordenó en 1982 la matanza de Sabra y Shatila con el objetivo de eliminar de una vez por todas «el problema palestino»

Elie Hobeika, el verdugo de los palestinos en el Líbano m. i.

MARÍA Iverski

El coche del siempre impecable Elie Hobeika , el hombre que sabía demasiado, volaba por los aires en Beirut un 24 de enero de 2002 para alegría de muchos . Hobeika, el gran señor de la guerra y responsable directo de las milicias cristianas falangistas que ejecutaron la matanza de más de 2.000 palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila , de la que se cumplen ahora tres décadas, era entonces uno de los principales testigos en la causa abierta en un tribunal belga contra el primer ministro israelí, Ariel Sharon , por crímenes de guerra.

El ex jefe de inteligencia de las milicias cristianas, protegido por su viejo amigo y «partenaire» Sharon , se había puesto manos a la obra y dirigido a sus hombres en la masacre de 1982 con el preciso fin de eliminar de una vez por todas « el problema palestino » en el Líbano. Del implacable y despiadado Hobeika, cuyo apodo era HK en honor a la ametralladora Heckler & Koch que habitualmente usaba, decían los informes israelíes que ante las preguntas de sus subordinados inquiriendo qué hacer con los prisioneros palestinos respondía ordenando aplicarles «la voluntad divina» .

Nacido en 1956 en un pequeño pueblo libanés cristiano, Hobeika se ganó desde bien pronto un puesto de honor en el panteón de carniceros más prolíficos de todo Oriente Próximo. Tras el asesinato de buena parte de su familia y de su prometida durante la masacre del pueblo cristiano de Damour en 1976 por terroristas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el que llegó a ocupar varios cargos de ministro en su país, irá anotando en su cuenta una ingente cantidad de enemigos, mujeres, traiciones y asesinatos , incluido el clan rival cristiano de los Frangieh, de los que saldrá, sin sorpresa, indemne.

En los últimos meses de su vida, Hobeika se convirtió en una pesadilla para Sharon, de quien aseguraba poseer pruebas contundentes y grabaciones que demostrarían su participación en las matanzas de Sabra y Shatila , aunque éstas finalmente nunca aparecieron. Mientras todo Beirut señalaba al Mossad como autor del atentado que lo mató y se interrogaba por el destino final de sus papeles secretos , sus fieles seguidores escoltaron su féretro hasta la iglesia, auspiciaron la creación de un partido político encabezado por su viuda y recuerdan, todavía hoy, a un Hobeika cubierto por las pantanosas y repetitivas aguas de la historia libanesa.

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