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Jack White, júbilo y rock and roll sobre Madrid

El norteamericano ejecutó un recital de pura rabia, sin fisuras, pero lastrado por el sonido deficiente de La Riviera

Jack White, júbilo y rock and roll sobre Madrid Isabel Permuy

JAVIER TAHIRI

Se le esperaba con honores. La capital izó las banderas y desplegó barras rojas y blancas por toda la ciudad. Y Jack White respondió a sus antiguos colores. A las orillas del Manzanares , en una abarrotada sala La Riviera , se vivió un recital lleno de ímpetu y rock and roll. De rabia y distorsión, con ecos de blues y sacudidas punk al por mayor. White demostró por qué con 37 años cuenta ya con un legado impresionante, siendo su nombre uno de los que no pueden faltar a la hora de entender la música en lo que llevamos de milenio. El norteamericano encendió una mecha y prendió a todo el respetable a base de descargas . Sin pausa entre una y otra.

Eso sí, el talento y el derroche de intensidad del norteamericano superó al recinto. La sala no estuvo a la altura . El sonido deficiente y saturado de La Riviera no hizo justicia al gran recital que se vivió ayer. La música reventó, literalmente, los oídos a todo el auditorio. Aunque algo tuvo que ver también la intensidad del combo que respaldaba a White. El norteamericano viaja con un grupo de mozalbetes (The Buzzards , los buitres) y otro de féminas en su gira ( The Peacocks , los pavos reales). Y como ha confesado en alguna ocasión, según desayune, decide entre uno y otro para que se suban con él al escenario. Ayer salió cara y tocaron los buitres , que junto a su capataz atacaron sin piedad al respetable a base de guitarreos y pasión. Todo pivotaba en torno a White, que enlazaba una canción con otra. Sin descanso. No había tiempo que perder. Solo espacio para temblar.

Así, el repertorio del norteamericano fluyó por todos los grupos en los que ha participado: desde los celebérrimos The White Stripes hasta The Raconteurs o The Dead Weather . Y, por supuesto, por su primer disco en solitario, «Blunderbuss (2012)» , algo discreto pero que tiene más sentido en concierto. Porque White es un animal hecho para el directo. Frente al público es donde se crece , donde da rienda suelta a su desbordante personalidad como artista. Es un tifón. No importa su laconismo con el respetable, la conexión con la audiencia respira a través de su guitarra, donde desborda autenticidad.

Jugó al despiste. Apareció con veinte minutos de retraso con chaleco negro y aspecto demodé. Pero su apariencia años 20 fue un señuelo. Porque cuando agarró su guitarra eléctrica, él y su bandada de buitres despertaron al poblado con el afilado riff de «Sixteen Saltines» , de su último disco. Ahí empezó el huracán. Led Zeppelin y Hendrix aguardaban entre los solos de White. Enterrados en ocasiones en canciones menores, son en esos arrebatos donde se despliega su duende. La enérgica «Missing Pieces» fue el siguiente trallazo. Para unirse al ataque, The White Stripes pronto tuvieron su hueco en este despliegue de puntos altos, con una añeja y country «Hotel Yorba» , «You're Pretty Good Looking» y una emocionante «We're Going To Be Friends» . Y los fuegos artificiales saltaron con «Steady, As She Goes» , ese grandioso single que compuso con Brendan Brenson en The Raconteurs y que en directo multiplica su onda expansiva. Masa y grupo botaban por igual.

Sin tregua, White agarró el piano, comenzó con «Trash Tongue Talker» y junto a uno de sus compadres Buzzards al teclado, se lanzó a una carrera de notas salpicadas de honky tonk, en una jam final al rojo vivo. Lanzó más leña al fuego con «I Cut Like Buffalo» , de su otro grupo The Dead Weather. La grandiosa guitarra de «Freedom At 21» y una abrasiva versión de «Nitro» , de Dick Dale, incendiaron el local mientras White jugueteaba con sus seis cuerdas y reventaba su amplificador en una guerra de decibelios que tenía al respetable como punto de mira.

El público enloquecía por momentos. Sudor con marca White Stripes: «My Doorbell» y «The Hardest Button to Button» . Y para el final la lanzó. El riff de «Seven Nation Army» , nuevo himno de las hinchadas de medio mundo y banda sonora de las calles nacionales tras la última Eurocopa, generó una onda expansiva entre el público, que fue más allá de las paredes de La Riviera. White alzó los brazos al cielo y se despidió de un respetable saciado hasta la extenuación de distorsión y guitarreos. En las calles aún había ecos de la celebración de la Supercopa de Europa del Atlético de Madrid . Como dijo en su día el difunto Andrés Montes, algo se movía al sur de la ciudad. El de ayer fue un día de júbilo y rock and roll a las orillas del Manzanares.

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