Benedicto XVI vuelve a presentar el ejemplo de santo Domingo de Guzmán

La tranquilidad de la residencia veraniega de Castel Gandolfo le está sentando bien al Papa, especialmente necesitado de reposo después de unos meses muy difíciles y en previsión de la apretada agenda de este otoño. Benedicto XVI estaba contento y relajado este miércoles durante la audiencia general a los peregrinos (entre ellos un buen grupo de españoles) en el patio de la residencia de Castel Gandolfo.

El Papa centró su catequesis en un santo español, Domingo de Guzmán (Caleruega, Burgos, 1170 - Bolonia, 1221), precisamente en el día de su fiesta. Benedicto XVI comenzó recordando que ya había dedicado una catequesis a «ilustrar su insigne figura y su papel fundamental en la renovación de la Iglesia de su tiempo» pero que deseaba presentarlo esta vez como ejemplo de oración personal para «recordar una vez más la necesidad de encontrar cada día momentos para rezar con tranquilidad».

En un tono intimista, el Papa fue describiendo a un animado grupo de familias y de jóvenes el modo en que el santo burgalés, viajero y predicador incansable, «prolongaba el dialogo con Dios después de la misa, sentado tranquilamente , en actitud de escucha, leyendo un libro o mirando al crucifijo».

La catequesis de Benedicto XVI sobre la oración comenzó en noviembre del 2011 con la oración de Jesús y continúa desde entonces cada miércoles analizando nuevos aspectos o nuevos modelos. Es la quinta de sus grandes series temáticas después de haber dedicado catequesis a los amigos contemporáneos de Jesús, a los padres de la Iglesia, a los grandes teólogos de la Edad Media y a las grandes mujeres en la historia de la Iglesia.

Precisamente mañana se cumple el 70 aniversario de la muerte de Edith Stein en el campo de exterminio de Auschwitz. La filosofa judía, discípula y colaboradora de Edmund Husserl, se convirtió espontáneamente al cristianismo en 1921 leyendo una biografía de Teresa de Ávila.

En 1933 entró como Teresa Benedicta de la Cruz en el Carmelo de Colonia, donde seguiría escribiendo obras de filosofía. Las carmelitas la trasladaron en 1938 a Holanda para ponerla a salvo de los nazis, pero fue arrestada el 2 de agosto de 1942 y enviada a Auschwitz, donde fue asesinada inmediatamente en las cámaras de gas. Juan Pablo II, la canonizó en 1988 y la nombró patrona de Europa junto con santa Brígida de Suecia y santa Catalina de Siena.