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cine | aniversario

Marilyn, hechizo y leyenda

El mito de Monroe se agiganta a los cincuenta años de su trágica y prematura muerte

Marilyn, hechizo y leyenda

MIGUEL LORENCI

Como el universo, su leyenda está en permanente expansión. Medio siglo después de su muerte, el mito de Marilyn Monroe no ha perdido un ápice de vigor. Su atractivo ingenuo y salvaje seduce a sucesivas generaciones en todos los confines del globo. Libros, películas, series, documentales, exposiciones, debates y nuevas investigaciones sobre el inagotable enigma rubio se retroalimentan en torno al cinco de agosto. Ese día de 1962 la mujer más deseada del mundo decidió salir de la escena para siempre. Cinco décadas después, su fantasma sigue cautivando al mundo, seducido aún por su mirada ingenua y desvalida, su artificial cabellera platino y sus curvas de vértigo. La mezcla de ternura y sex appeal que compartieron la mujer y el personaje hicieron de la Monroe uno de los iconos eróticos más potentes y perdurables de la fábrica de sueños; una figura mítica del siglo XX con pasaje a la eternidad.

Su trágica y prematura muerte alimentó el mito para siempre y abundó en un enigma que jamás se agotará. ¿Con quién quiso hablar Marilyn antes de ingerir el nembutal? ¿Quién fue su última visita? ¿Quién su verdadero amor? ¿Fue víctima de un complot? ¿Temía tanto envejecer? ¿Por qué se detestaba tanto? Se han escrito y se escribirán miles de páginas y seguirán formulándose preguntas en tono al mito y sus sombras que alimentarán más ensayos, novelas, series, canciones, películas, bulos y leyendas.

Norma Jeane Baker (Los Ángeles, 1 de junio de 1926) fue un ser desvalido desde su atroz infancia. De padre desconocido y madre inestable, niña violada y frágil carne de orfanato, necesitó siempre sentirse querida para poder quererse. Ese afán resultó desastroso desde su primer y precipitado matrimonio con el policía James Dougherty. Le pasaría también factura en sus relaciones con Joe Di Maggio y Arthur Miller, futuros maridos y espejos del padre protector que nunca tuvo y que buscó con desesperación en los mundos contrapuestos de béisbol y la intelectualidad.

No fue Marilyn Monroe la primera bomba sexual de Hollywood, pero acaso la más potente, a años luz de Mae West, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Jane Russell o Kim Novak. No era una rubia auténtica, ni tan atolondrada como quería parecer. Su atractivo era incontestable y el artificio funcionó desde su adolescencia. Primero encandiló a los fotógrafos de medio pelo que querían llevarla al catre con promesas de fama y dinero. Luego, desde la portada Playboy, la joven y turgente Norma enloqueció a Estados Unidos y al mundo. Tras algunos titubeos, el cine la adoptó y la bautizó como Marilyn Monroe. El nombre por la actrzi de revista Marilyn Miller. El apellido por su abuela.

La farsa de celuloide creó y agigantó el mito sexual de la rubia bobalicona con jerséis ajustados y mallas, vestidos de satén rosa de generoso escote o la falda plisada mecida por la corriente de una rejilla del metro de Nueva York para desvelar sus muslos. Al final ella fue quien se llevo a la cama a los hermanos Kennedy.

Carisma y curvas

El cine se aprovechó de su carisma y sus curvas, pero nunca le tuvo el respeto que le debía. Sus amoríos y matrimonios le otorgaron una fama que fue mucho más allá de la su desigual filmografía. Buena cantante, fue mejor actriz de lo que muchos piensan y de amplio registro, debutó a la sombra de Groucho Marx. Se ganó el respeto de maestros como Billy Wilder que la llevó a la cima de su popularidad 'Con faldas y a lo loco' -"Era adorable cuando lograba aprenderse el papel"- el desprecio de Lawrence Olivier y del desdén de Clark Gable, otro padre sustituto con quien rodó su crepuscular y quizá más conmovedora película: 'Vidas rebeldes'.

Alternó así filmes magistrales con bodrios en una corta e intensa filmografía que revisan estos días televisiones de todo el mundo y que incluye títulos como 'Amor en conserva', 'El multimillonario', 'Bus Stop', 'Eva al desnudo', 'La jungla de asfalto', 'Los caballeros las prefieren rubias' -su consagración mundial de la mano de Howard Hawks- 'Río sin retorno' -a las órdenes de Otto Preminger-, 'Luces de candilejas', 'Niágara' -donde nació el sex symbol-, 'Como casarse con un millonario', 'El príncipe y la corista' o 'La tentación vive arriba', origen de su imagen más perdurable.

Una imagen de símbolo sexual sigue siendo venerada e imitada. La 'bomba rubia' perece hoy más viva que nunca y es inagotable fuente de inspiración para modistos, diseñadores, fotógrafos, estilistas, cineastas y actrices. 'Mi semana con Marilyn' es la penúltima producción de un Hollywood que sigue hechizado por aquella rubia teñida que en apenas 36 años vivió un puñado de vidas. Celebridades como Taylor Swift y Scarlett Johansson la recrean con sus osados escotes, su oxigenado cardado, sus carnosos labios escarlata y sus vestidos ajustados. Como el que lució para pasmo del mundo en el 'Happy birthday Mr. president' que regaló a John F. Kennedy tres meses ante de morir desnuda y sola en su cama. Megan Fox lució un gran tatuaje con el rostro de la Monroe en su antebrazo -luego borrado- y Lindsay Lohan no oculta una obsesión por Marilyn que le llevó a aparecer en Playboy imitando la pose que lanzó a la estratosfera la revista de Hugh Hefner en 1953.

Lois Banner, autora de la reciente biografía 'Marilyn: La pasión y la paradoja' asegura que Monroe era muy consciente de su atractivo y controlaba su encanto sexual. "Ella forjó su carrera. Era muy astuta. Sabía muy bien qué estaba haciendo y se arriesgó... Los medios querían una rubia explosiva y eso fue lo que les dio" resume Banner, que investigó durante una década los pocos episodios inexplorados de la vida de Marilyn. Según ella, la actriz "sabía que jugaba una partida de alto riesgo en la que finalmente perdió el control cuando se vinculó con los Kennedy y con el Rat Pack de Frank Sinatra". "Se acostaba con los hombres para llegar a la cima. ¿La usaban? Sí. ¿Ella los usaba? Sí", sostiene Banner. "Mostraba su cuerpo porque quería mantener su poder sobre los hombres" dice de este juguete sexual que acabó roto.

Quizá su mejor imitadora haya sido Madonna. La 'ambición rubia' que con menos carisma y sin su atractivo, se sirvió de las mismas y sensuales armas en su carrera al estrellato. Louise Veronica Ciccone cambió de nombre como Norma Jeane. Como ella, se tiñó de rubio e hizo de la tensión sexual un puntal de su personaje. La diferencia radica en la fortaleza de Madonna que nada tiene que ver con la fragilidad de una damita insegura que creyó siempre que su fama seria pasajera y que vaticinó su final de puño y letra. "Sí. Había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica al que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano".

Descansa en paz en el cementerio angelino de Westtwood.

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