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Brasil: la sabana más rica del planeta

Nos adentramosen el cerrado brasileño, un ecosistema más antiguo que la Amazonía y donde la biodiversidad alcanza la máxima expresión

Brasil: la sabana más rica del planeta BEL PEDROSA/EMBRATUR

ARACELI ACOSTA

La silueta de lo que se asemeja a una acacia se recorta en el naranja del atardecer. Parece que en cualquier momento vamos a ver jirafas ramoneando en sus altas copas. Pero no estamos en África, estamos en otra sabana , la brasileña , un ecosistema más antiguo que la Amazonía. Lo que yo distingo como acacias son gomeras (se llaman así por la resina que sueltan) y salpicadas en esta inabarcable meseta dan como resultado un aire africano nada casual, pues una vez estas tierras estuvieron unidas formando parte del gran escudo de Gondwana .

Hoy son parte del cerrado , uno de los biomas más ricos y amenazados del planeta, que a pesar de ser el segundo ecosistema en tamaño de Brasil —ocupa el 23% de su territorio—sigue siendo muy desconocido. «Este ecosistema es la madre de todo, aquí hay especies de la Amazonía , de la Mata Atlántica , del pantanal y también endémicas del cerrado, es una zona de convergencia ecológica», explica Marcello Nissen, de la empresa de ecoturismo Travessía, quien nos guía a través del parque nacional Chapada dos Veadeiros en nuestra primera aproximación a esta sabana boscosa.

Nos encontramos en el estado de Goiás a unos 250 kilómetros de Brasilia , la capital inventada por el presidente Juscelino Kubitschek y proyectada por Oscar Niemeyer. Y es que la historia de este parque nacional está muy unida a la de esta urbe símbolo mundial del modernismo, pues su creación se recoge en el mismo documento por el que Brasilia se constituye en capital en 1961. Y como ésta, era un proyecto a lo grande, aunque al final resultó ser inviable. La idea inicial era que el parque nacional abarcara 650.000 hectáreas , pero un espacio así era tan difícil de administrar que finalmente la superficie se redujo hasta llegar a las 65.000 actuales.

En el parque nacional Chapada dos Veadeiros hay más de 200 cascadas

En nuestro viaje por carretera desde Brasilia cruzamos buena parte de esta planicie central, y lo que vemos es sintomático de las amenazas que se ciernen sobre este ecosistema. A la izquierda, el cerrado nativo, a la derecha la agricultura que, por otra parte, es lo que ha transformado Brasil desde el punto de vista económico. Como en casi todas partes la expansión agrícola llama a la puerta intentando ganar más terreno. En este caso es la soja la que quiere apropiarse de este territorio. La tierra aquí, explica Pablo, otro de nuestros guías, es algo ácida y no es tan fértil como en otras zonas. Por eso, la soja que se cultiva es transgénica , variedades genéticamente modificadas para que sean más resistentes a la dureza del terreno. No en vano Brasil es el segundo país, tras EE.UU. , en superficie cultivada con semillas transgénicas.

Destino de ecoturismo

Sin embargo, algo parece que está empezando a cambiar, y lo que antes se despreciaba, pues no dejaba de ser «la última frontera agrícola brasileña», ahora se conoce y se valora, aunque hasta llegar aquí se ha sacrificado entre un 30 y un 40% de la cobertura de sabana de cerrado solo en los últimos diez años. Ahora, el Instituto Brasileño de Turismo (Embratur) tiene en su punto de mira a esta zona como destino de ecoturismo, cuyo máximo exponente es sin duda el parque nacional Chapada dos Veadeiros, declarado por la Unesco Patrimonio Natural de la Humanidad en 2001 .

Hace más de un mes que no llueve. Como toda sabana tiene una estación seca muy marcada , que en este caso va de mayo a septiembre. Como si invernara, mucha de la vegetación por la que discurre nuestro camino ha perdido sus hojas, pero la mayoría tiene una corteza gruesa que no deja escapar el agua o raíces muy profundas que atrapan la humedad. Además del ipê , con sus flores en tonos amarillo, rosa o malva, vemos árboles con los troncos retorcidos de enfrentarse al fuego , porque en este ecosistema fuego y vegetación van de la mano, y los ríos y pantanales que fragmentan la sabana no son más que barreras naturales para contener estos incendios. Antes eran de origen natural, pero ahora muchos son provocados por el hombre —el cerrado se regenera tan rápido que en una semana empieza a crecer el pasto—. Pero Nissen explica que fuera del parque nacional se está quemando sin control , lo que está cambiando la ecología de la región, pues muchas especies, efectivamente, precisan del fuego para vivir, pero otras se ven amenazadas.

BEL PEDROSA/EMBRATUR

El murmullo del agua nos acompaña casi a cada paso, pues en este parque nacional hay más de 200 cascadas que «saltan» desde impresionantes paredes y cañones. Desde los dos saltos del río Preto , de 120 y 80 metros de altura, a la bellísima cascada de Santa Bárbara , que cae a una laguna de agua turquesa, pasando por las cascadas de Cristal o de Aguafría. Y es que además de cursos de agua en superficie, toda la planicie central brasileña se asienta sobre un inmenso acuífero, del que dan pistas las palmeras buriti , símbolo vegetal del cerrado.

Donde se levantan estas palmeras es un indicador de que hay agua subterránea, y así se forman de repente pequeñas islas verdes , como verdaderos oasis, en esta inmensa meseta que se extiende sin fin.

Un territorio vastísimo donde viven el puma y el jaguar , pero también el lobo guará (zorro gigante), el ocelote , el tapir , el armadillo , el oso hormiguero gigante, los monos aullador y capuchino... No es fácil verlos, pues una de las señas del cerrado es que hay mucha diversidad de especies pero poca cantidad de cada una de ellas. Reptiles y aves, en cambio, son más numerosos y, entre éstas últimas, los guacamayos, que surcan el cielo como flechas de vivos colores, son por sí mismos el símbolo no ya de este ecosistema, sino de un país entero, el de mayor biodiversidad del planeta.

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