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Karo Hämäläinen: «La literatura no puede mentir tanto como los artículos de prensa»

El escritor finlandés publica «Calle Erottaja», un thriller sobre los entresijos del sistema financiero

e. martin

Las dos grandes pasiones de Karo Hämäläinen son el mundo de las finanzas y la literatura. De ese cruce de aficiones ha surgido «Calle Erottaja», un trhiller financiero que describe la dinámica de un sistema económico que ha desembocado en una crisis de dimensiones mundiales. Una empresa finlandesa, tras la caída de Lehman Brothers en 2008, es el telón de fondo de una historia que muestra hasta dónde es capaz de llegar el hombre cuando se encuentra en situaciones de máxima presión.

—Han pasado casi cuatro años desde que empezó a escribir el libro y, sin embargo, hoy tiene tanta vigencia como entonces. ¿Nos encontramos en el mismo punto que antes?

Es como si «Calle Erottaja» fuera la primera parte de una serie que aún no ha terminado. Antes eran bancos de inversión y ahora son Estados y sus problemas de deuda pública, pero la raíz es la misma: la necesidad de tener siempre más.

—Eso parece un mal difícil de solucionar.

El problema es que en el mundo de las finanzas puede sacarse ventaja de cualquier situación, por crítica que sea.

—¿Que las entidades financieras saquen provecho de las crisis significa que también las provocan?

No creo que las entidades financieras pretendan las crisis, pero lo cierto es que sí son responsables de ellas. Los bancos de inversión viven de las oscilaciones. Si ellos compran a un precio muy bajo y venden a uno muy alto, obtienen unos beneficios enormes. Si eso lo hacen cuatro veces, obtienen beneficios cuatro veces mayores.

—Hay algo muy curioso en todo esto. Por un lado, existe una estrecha relación entre las decisiones que se toman desde los gobiernos nacionales y los bancos de inversión, pero por otro, unos buscan estabilidad y los otros inestabilidad...

Esa es la dualidad que se da en todas las democracias. La conciencia de los partidos políticos, es decir, que se alejen de esa dinámica, surge sólo de las presiones que hagan los ciudadanos sobre ellos. Los gobiernos deben fungir de halcones para que la situación de la crisis soberana no se desmadre. Si eso pasa, los votantes tomarán medidas y los partidos tomarán conciencia.

—¿Qué conduce a esa situación de pánico en la que cae la gente del mundo de las finanzas? No es por falta de dinero, sino la necesidad de tener más del que se tiene.

Me gusta comparar a la gente de las industria financiera con los atletas de élite. Es gente muy competitiva, que luchan muy duro para conseguir sus metas. En su caso, la meta es sencilla de identificar: ganar más dinero. También es fácil de cuantificar, porque basta con mirar su cuenta corriente. Lo particular de este mundo es que nunca se puede culpar a las circunstancias por los resultados, al contrario de lo que pasa con el saltador de altura, por ejemplo. Aquí, venga de donde venga el viento, siempre se puede ganar. Si las accciones pierden valor, se hace una venta a corto plazo y se obtienen beneficios.

—Sí, pero a diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos, la meta, por su propia naturaleza, nunca se satisface. Siempre se puede ganar más.

Nunca es suficiente, eso es la avaricia. El propio sistema financiero es como un juego para alguno de los banqueros. Ellos establecen las reglas del juego y un objetivo: ganar más dinero.

—La decisiones que se toman en esos ámbitos tienen repercusiones no sólo sobre quienes participan en el juego, tienen efectos en cualquier momento y en cualquier lugar. ¿Ellos tienen en cuenta lo que queda fuera del juego?

Muy pocos lo consideran. Un banquero finlandés me dijo que su trabajo consistía en encontrar los recovecos que deja el sistema, buscarle las vueltas, sin otra moral que ganar más y más dinero. La única forma de resolverlo sería dar más poder a las autoridades públicas, que se encargarían de regular la situación constantemente, ya que esta gente se dedica a eludir las leyes recién puestas.

—Alguna vez ha dicho que la literatura sirve para que el lector se conozca. La necesidad de tener siempre más, ¿es una particularidad de la gente que ocupa esos puestos o una cualidad humana que se manifiesta en situaciones de gran presión?

Siempre he pensado que para escribir sobre algo hay que haberlo experimentado antes. Muchas veces me he preguntado: «¿Soy un cabrón, como los personajes de mis novelas?», y la respuesta siempre ha sido la misma: sí. Existen aspectos en mí que tienen ese tinte de egoismo y avaricia. Lo que ocurre es que no son los únicos valores que me definen. Pero procuro que destaquen rasgos más favorables, claro.

—Usted es editor de una de las revistas financieras más influyentes de Finlandia y tiene relación directa con las personas del mundo financiero. ¿Cree que se reconocen en las descripciones que usted hace?

Perciben algunas características, pero siempre en el que está a su lado, no en ellos. Mi novela es un retrato del lado más oscuro de sí mismos. Cuando alguien viene y me dice que el libro le ha parecido muy malo, que tiene aspectos desagradables, yo le digo: «Sí, porque ése eres tú y has averiguado aspectos de ti mismo que son desagradables».

—Una de las protagonistas de su libro dice: «El hombre es malo hasta que se demuestre lo contrario». ¿Es conveniente desconfiar del otro para protegerse uno mismo?

Cuando escribía el libro, lo hacía para averiguar cómo se comporta el ser humano en situaciones extremas, porque ahí es donde aflora lo más profundo de nosotros, tanto lo bueno como lo malo. En situaciones críticas como esta, todo el mundo es tu enemigo. Una vez un crítico dijo de «Calle Erottaja» que era como estar en la sabana, siempre escrutando a los otros animales para identificar presas y depredadores.

—¿Qué papel cumple la sociedad en ese contexto?

Lo que pretendo con el libro es llamar la atención sobre el comportamiento que puede adoptar el ser humano bajo esas condiciones. Ser conscientes de que eso también existe dentro de nosotros contribuye a desarrollar una sociedad mejor para todos.

—¿Es adecuada la información que se da desde los medios de comunicación sobre las finanzas, o falla algo para que tengamos que recurrir a la literatura para informarnos de lo que pasa?

La literatura no puede mentir tanto como los artículos de prensa. Cuando uno lee una novela, lo hace con la predisposición de que lo que lee no es cierto. En un artículo, sin embargo, tiende a pensar que lo que se dice siempre es cierto. Los datos, los balances de los bancos de inversión, parecen irreprochables. Es la falacia de la veracidad de las cifras. En una escala que indicara la capacidad de reflejar la realidad, las novelas estarían en lo más alto, seguidas de los artículos y las cuentas, en ese orden.

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