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Nadal se estrella contra un debutante

El checo Lukasz Rosol, número 100 del mundo, da la sorpresa y juega el partido de su vida para apear en segunda ronda al español

Nadal se estrella contra un debutante afp

borja bergareche

Rafael Nadal no se convertirá, por ahora, en el segundo tenista con Bjorn Borg en hacer el doblete Roland Garros-Wimbledon en tres ocasiones. Tras su reciente victoria en París, el español dejó de ser ayer el «número dos» del tenis mundial al caer derrotado en segunda ronda del torneo inglés ante un jugador checo desconocido que, para mayor escarnio, participaba en Wimbledon por primera vez . [Así lo hemos contado en directo].

Nadal cayó tras más de tres horas de juego en una larga tarde en la que hubo de todo. Pero el manacorí no quiso buscar refugio fuera de la competición. «No vamos a buscar razones extradeportivas en lo que ha sido una derrota, el deporte es muy simpl e», dijo Nadal en la rueda de prensa después del encuentro. Los primeros «rounds» de Wimbledon siempre son peligrosos. Nadal siempre asusta con un mal partido en los prolegómenos del torneo. Los compases iniciales dieron pie a todo tipo de prevenciones.

El primer set transcurrió con la misma incertidumbre y tensa expectación que los primeros pases a un toro en el coso. Nadal observaba a su rival, un checo de 26 años que ocupaba ayer el puesto 100 en el ránking de la AT P. Un objeto tenístico desconocido para el español, y para la afición de la pista central del All England Club, que culminaría con un quinto set extraterrestre una tarde de gloria. «He jugado increíble, a veces conmigo es así», confesaría Rosol, aturdido con su gesta.

Nadal, desenfocado

A fuerza de esperar el quite adecuado, Nadal se perdió en su propio laberinto. Estuvo espeso, desenfocado, falto de brillo. «Me ha faltado inspiración, chispa, energía, movilidad», reconoció el que será portaestandarte español en los Juegos de Londres. «Estoy cansado, me voy a casa». L a última vez que Nadal perdía en segunda ronda de un grand slam fue en este mismo torneo en 2005, frente a Gilles Muller. Ganó el primer set en un tie-break que mereció perder. En el segundo, Rafa intentó apretar, pero no lograba impedir la progresión del checo. Le faltó el desparpajo de Fábregas en el penalty definitivo ante Portugal, y la gallardía de Ramos con su toque a lo Panenka. Y Rosol se hizo así con el tercer set.

Nadal estaba cansado. Irritado. «Si te parece que es justo, me lo dices», espetó al juez -en inglés- tras protestar por los continuos aspavientos del checo al recibir los saques de Nadal . «No sé qué es lo que le molestaba, solo me concentraba» , dijo el primerizo. Rosol le había comido la tostada a base de guerra psicológica y un saque que mejoraba a cada juego. La fórmula del checo para su asombrosa victoria fue marrullera. Protestaba bolas. Tenía suerte en la red. Y su arrogancia imberbe iba derrotando el pundonor irritado del campeón.

Daban igual sus numerosos fallos. Nadal estaba descolocado. Desconcentrado. Pero llegó el cuarto set y comenzó el partido. El español lo ganó en apenas 32 minutos. Había metido un 70% de primeros servicios, frente al 59% del checo, que flaqueaba. Se enfadaba. Hacía pucheros. Pero, en esto, llegó la organización y paró el juego durante 30-40 minutos para cubrir la pista, al terminarse la luz natural . Empatados a dos set, el «número dos» parecía haber tomado el control del partido. Pero 40 minutos después, se encontró en la pista con un extraterrestre.

Rosol metió el 95% de sus primeros servicios, a más de 200 kilómetros por hora. Y hacía bien todo lo que no le había salido hasta entonces. Nadal lo resumió bien: «Era un nivel que supera la realidad, golpeas todos los golpes, sacas todo lo fuerte que quieres y colocas la bola allí donde quieres». El duelo era a muerte. Y el público dejó las formas de lado para rugir en pie por uno y otro. Rosol ganó en todo el partido 139 puntos por 137 de Nadal. Pero le fulminó en el quinto. «El partido lo he perdido en los tres primeros sets», reconoció el español, a quien soló quedó el gesto de campeón de recoger la raqueta al checo tras arrojarla al pitar el árbitro el final del partido.

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