Carmen García_Aula penitenciaria
«Los internos recuperan su nombre en clase»
Su primer destino fue Carabanchel, una de las cárceles más problemáticas de los primeros años de la democracia. Eran tiempos en los que algunos directores de prisiones se negaban a recibir a maestras para que no alteraran a los hombres presos. Tras dos décadas en el Centro Penitenciario de Valladolid, Carmen García asegura que precisamente el hecho de ser mujer le protege ante sus alumnos varones, algunos condenados por delitos violentos. Pero lo que sí tiene más claro es que «la autoridad nos la da el trabajo».
Desde alfabetizar, enseñar español a presos extranjeros hasta tutelar a reclusos para que obtengan el título de ESA (Enseñanza Secundaria de Adultos), las tareas docentes de Carmen, como sus otras compañeras de profesión, son tantas que más de uno caería en el desánimo. Pero su dedicación le lleva a intentar que los más jóvenes, que «aborrecen la escuela», acudan, y no sólo para conseguir beneficios penitenciarios: «Algunos lo agradecen con los años. Ya en libertad reconocen que un título escolar les sirve para mucho».
Pero no son precisamente sus alumnos los que más le marean, sino que a lo largo de su carrera profesional haya dependido de varias administraciones (central y autonómica) y departamentos (Interior y Justicia, ahora Educación). A pesar de ello, afirma que no se puede quejar de la atención que presta la Administración a la educación en las prisiones, si bien el material didáctico sale de libros comprados por el Ministerio de Interior, además de textos escolares donados, fotocopiados o bajados de internet.
Y aunque algunos presos acuden a regañadientes a clase, la mayoría se encuentran con un espacio de reconocimiento a su persona, aunque sólo sea porque «en clase recuperan su nombre propio».
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