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The Cure sientan cátedra pop en el Primavera Sound

La banda británica firmó una maratoniana actuación de casi tres horas en una jornada marcada por el emocionante homenaje a Big Star

The Cure sientan cátedra pop en el Primavera Sound EFE

david MORÁN

Era uno de los pocos trofeos que faltaban en la lujosa galería del San Miguel Primavera Sound y acaso el último gran icono del pop que hasta la fecha se había resistido al festival, deuda que quedó anoche saldada con creces con un espectacular, maratoniano y antológico concierto. Y no solo porque fuese la primera banda en toda la historia del festival que alargó el minutaje a su antojo para bordear las tres horas de actuación, sino también porque la explanada del Fòrum, esa inmensa planicie en la que cuesta no detectar claros, presentaba anoche un aspecto insólito: lleno absoluto y ni una baldosa libre para recibir a un Robert Smith que, con tres décadas de historia a sus espaldas, tenía vía libre para repasar al detalle la leyenda de The Cure.

Con Roger O’Donell cubriendo de nuevo el flanco de los teclados y la pulsión nerviosa y afterpunk de su última gira matizada por una tenebrosa colección de texturas, los británicos abrieron de par en par las puertas de su discografía y, aprovechando el 20 aniversario del doble álbum “Wish”, se vaciaron. Literalmente: si se dejaron por tocar algún hit, alguna de sus grandes canciones, fue porque aún no lo han compuesto.

Y así, con el festival vestido de gala y The Cure prestos para hacer historia, fueron cayendo “Pictures Of You”, “In Between Days”, “Love Song”, “Just Like Heaven”, “A Forest”, “The Kiss”, “The Lovecats”, “Close To Me”, “Friday I’m In Love” –“siempre suena mejor en viernes”, apuntó Smith- y “Boys Don’t Cry” en una memorable lección de magisterio pop apuntalada por severos medios tiempos como “Plainsong” o “Lullaby”. Una impecable lección de cómo manejarse por el pasado del pop sin perderle la cara al presente.

Emoción con Big Star

La sombra de The Cure, como imaginarán, fue el viernes densa y alargada, pero no acabaron ahí las grandes cimas de la segunda noche del festival. De hecho, el premio a concierto emocionalmente explosivo de la velada fue para el homenaje a “Third/Sister Lovers”, disco maldito de los estadounidenses Big Star que revivió en el Auditori con toda su dolorosa majestuosidad.

Obra magna del fallecido Alex Chilton y clásico de culto del rock americano, la puesta en escena de “Third” fue de las que desencaja mandíbulas y afloja los lagrimales: emotivas interpretaciones de Mike Mills (R.E.M), Jeff Tweedy (Wilco), Ira Kaplan (Yo La Tengo), Alexis Taylor (Hot Chip), Sharon Van Etten, Normal Blake (Teenage Fanclub) y Jon Auer y Ken Stringfellow (The Posies), una sección de cuerda subrayando la tristeza del disco y magistrales y emocionantes versiones de “Kizza Me”, “Jesus Christ”, “Kangaroo”, “Thank You Friends” y, sobre todo, la demoledora “Holocaust”. Impresionante. Y de propina, “Thirteen” y “September Gurls” para restituir la memoria de uno de los grandes tesoros del rock.

Antes de eso, a Rufus Wainwright le había tocado inaugural el escenario grande del festival y, por más que la luz del día no sea la mejor compañía para sus bellas y tristes melodías –algunas sonaron desubicadas y algo calcinadas por el sol-, el canadiense se las apañó para brillar con piezas como “The One I Love” y “Out Of The Game”, recordar a su madre y, de paso, sorprender a más de uno apareciendo en el escenario junto a Teddy Thompson.

Veteranía y oscuridad

La veteranía, valor en alza que el Primavera Sound siempre se ha esforzado en cuidar, llegó de la mano de Marianne Faithfull quien, curtida en mil batallas y con esa voz arenosa enredándose en pellizcos de electricidad, acabó por poner el Auditori en pie cuando echó mano de “Broken English” y, faltaría más “As Tears Go By”, mientras que la nota de color –negro, negrísimo- llegó con las temibles y atronadoras sacudidas de Napalm Death –bajar al escenario Vice era como estamparse contra un muro de granito- y, sobre todo, Mayhem, históricos del black metal nórdico que, con sus cabezas de cerdo colgando del escenario y sus machetazos sónicos rebanando pescuezos, se convirtieron en la anomalía más vistosa y temible de esta nueva y exitosa edición.

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