La gracia de los guiñoles

Regresan los guiñoles franceses para pintar de «yonkis» a los deportistas españoles . Nada nuevo bajo el sol al otro lado de los Pirineos, donde parte de su opinión pública ha decidido refugiarse en la envidia ante el tremendo erial de su sala de trofeos nacional. Como les es imposible de celebrar alguna victoria en algo (salvo en balonmano), nuestros adorables vecinos se esmeran en intentar deslucir los triunfos de los nuestros acusándolos de tramposos.

Y como ya va resultando más cansado que molesto el tole-tole de las jeringuillas y el resto de las supuestas gracias de los monigotes televisivos de Canal +, me permito sugerir una serie de efemérides que pueden suplir esa falta de laureles y contribuir a mitigar la secreción de bilis cada vez que ven a un español en lo alto del cajón. Las pueden trasegar como si se tratara de un «pernod», como aperitivo de los sofocos que les esperan este verano en los estadios. Ahí van:

-Este año se cumplen 29 años desde la última victoria de un tenista francés en Roland Garros, el «logorreico» Yannick Noah. El año que viene, ya con tres décadas de fracasos a la espalda, los guiñoles podían hacer un especial. En categoría femenina la cifra se reduce a 12. Ahí van lanzadas nuestras vecinas. En ese tiempo, las raquetas españolas han ganado nueve veces el torneo. Nueve a cero.

-También este 2012 pueden los guiñoles festejar que hace 27 años que un ciclista francés no se viste de amarillo en los Campos Elíseos, tal y como lo hizo Bernad Hinault en 1985. Desde entonces, nueve veces lo han hecho los españoles. Nueve a cero.

-Más redondo es el aniversario en fútbol pues hace ya veinte años que un club francés no es campeón de Europa. Fanfarria y cohetería doble, que la oronda cifra lo merece. Seis veces lo han ganado desde 1992 los equipos españoles. Seis a cero.

-En baloncesto mejora la cosa, sólo hace 19 años desde que el Limoges se hizo con el título continental. Los españoles, desde esa fecha, lo han conseguido cuatro veces. Cuatro a cero.

Anda que no tienen ceros que celebrar los guiñoles. Menuda gracia.