Hazte premium Hazte premium

23 de abril

Los paralelismos entre Cervantes y Shakespeare no finalizan con la anécdota de la fecha de su muerte

alfonso de la vega

Los veintitrés de abril se celebra el Día del Libro en toda España. En esa misma fecha de 1616 aunque con diez días de diferencia, correspondientes a las diferencias entre los calendarios gregoriano y juliano, fallecieron dos grandes maestros, Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Este año, la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia con sede en La Coruña también ha querido rendir homenaje a la señera figura de nuestras Letras programando una sesión científica dedicada a la Antropología y sanación en El Quijote, de la que ya informaba ABC el pasado jueves, y de la que fue promotor el académico Doctor Luis Ferrer.

Resulta curioso o paradójico pero, pese a lo que pudiera parecer, la figura de Cervantes no deja de ser equívoca y el conocimiento de su genial obra por desgracia demasiado superficial entre el gran público, cuando su poder educativo es extraordinario y especialmente necesario en los actuales momentos de crisis. Situaciones en las que es preciso preguntarse de modo acuciante cuál es el sentido de la vida y qué valores tanto a escala individual como social y política debemos adoptar para poder salir con bien e incluso crecidos de ellas. Y los grandes maestros tienen respuestas y nos las muestran. Actúan como lo cuásares iluminándonos desde la remota oscuridad del tiempo y por muy nublado que esté nuestro firmamento gallego nunca deberíamos desdeñar su mensaje humanístico.

Los paralelismos entre ambos genios español e inglés no finalizan con la simple anécdota de la fecha de su muerte. Cervantes entrega su cuerpo a la Orden Tercera tras días antes de su muerte imitando a la figura arquetípica de Don Quijote. Ambos, la criatura y su autor, mueren de acuerdo a la ortodoxia. No sin antes proclamar la fe en Dulcinea, su Dama, y el universo de valores metafísicos que ella representa para el caballero. En La Tempestad se hallan influencias españolas: la Historia de Nicephoro y Dardano, incluida en Las Noches de invierno, (Madrid 1609) por Antonio de Eslava. También la de una relación española en América, surgida hacia 1526, la de Sebastián Hurtado un capitán español de cuya mujer, Lucía Miranda se enamoró un cacique de la región del Paraná, del primer establecimiento español del Río de la Plata.

En el final de La Tempestad Próspero, ¿trasunto de Shakespeare?, se despide de la magia y de la vida recuerda el propio final de Don Quijote y de Cervantes.

Si para cierta tradición erudita anglosajona Sir Francis Bacon sería el verdadero autor de obras shakesperianas como la citada, no faltan profesores como el doctor Alfred Von Weber Ebenhoff, de Viena, que alientan otras polémicas. Basándose en los diferentes sistemas ya aplicados a las obras de Shakespeare, Von Weber empezó a analizar las obras de Cervantes. En el curso de sus investigaciones descubrió una prueba material desconcertante: la primera traducción inglesa de Shelton, presenta correcciones a mano del propio Bacon. ¿Acaso esa versión inglesa era el original de la novela, y Cervantes habría publicado una versión en español?

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación