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Fernando Botero, homenajeado en su país al cumplir 80 años

Hoy recibió una ovación unánime en el Congreso de Colombia tras recibir la Orden de la Democracia Simón Bolívar

ALEJANDRA DE VENGOECHEA

El pintor y escultor colombiano Fernando Botero , quien llegó al país para festejar aquí, en casa, sus ochenta años , es uno de los artistas colombianos más queridos. Quizás porque cuando habla lo hace como ese abuelo querendón y sencillo a quien es inevitable no querer de una vez y para siempre. Quizás porque, como pocos, Botero le ha dado mucho a Colombia. Buena parte de sus colecciones privadas fueron entregadas al Museo Botero (Bogotá) y Museo de Antioquia (Medellín) y sus esculturas están en las principales ciudades, como Cartagena de Indias. Las ha dado sin pedir nada a cambio. Sólo quedarse.

«Con mi trabajo he tratado de ser parte de la cultura colombiana»

Hoy la ovación fue total en el Congreso de Colombia, donde recibió la condecoración «Orden de la Democracia Simón Bolívar», Gran Cruz Extraordinaria. Acompañado por sus tres hijos y otros familiares, uno de los más grandes artistas contemporáneos dijo «sentirse abrumado ». «Es un gran honor que muy pocos artistas seguramente han podido tener. Lo que he hecho es tratar de pintar. He tratado de ser parte de la cultura de Colombia a través de mi trabajo y he recibido el afecto del público de una forma extraordinaria», dijo a Caracol Radio. «Me siento muy honrado y feliz de estar cumpliendo mis 80 años y ver la gran simpatía por mi trabajo y por mi persona», agregó.

Confesiones

En diferentes entrevistas que ha dado en estos días, Botero ha hecho valiosas confesiones. «Yo me he preguntado por qué ese interés mío por los volúmenes, que ha sido de toda la vida –comentó en una entrevista al diario "El Tiempo"-. Tal vez fue porque no tuve padre y salieron esas formas así fuertes, como imágenes de paternidad (…). Aunque nadie me crea, nunca en mi vida he pintado una gorda y no pienso empezar a pintar flacos », agregó.

«Nunca he pintado una gorda y no pienso empezar a pintar flacos»

También aprovechó para recordar sus orígenes . «Ser artista era como ser el bobo del pueblo», recordó sobre sus primeros años en Medellín, que estuvieron marcados por un «ambiente hostil», en el que había poca o casi ninguna influencia artística diferente a la de los muralistas mexicanos.

Sin embargo, desde los 12 años, supo que tenía un especial talento para el dibujo. «Yo era el mejor de la clase para dibujar y mis cuadernos de zoología eran fantásticos». Incluso contó que uno de sus compañeros guardó uno de esos cuadernos y algunos años después llegó, para su sorpresa, a una de sus presentaciones a pedirle que se lo firmara.

Toros, religión, torturas...

Luego, vinieron otras series en las que dibujaba a toros y toreros, y que le fueron confirmando una de sus más grandes aficiones , pero el momento que más recuerda fue cuando le dijo a su madre que iba a ser artista, a lo que ella le respondió con desparpajo: «¡Fantástico! Pero se va a morir de hambre». Doña Flora Angulo se equivocó, por supuesto, pues aunque los primeros años de la vida artística de Botero fueron difíciles, él ha vivido de la pintura siempre.

Botero dedicó una serie de pinturas a las torturas de Abu Graib

Botero, que lleva 65 años entre pinceles, telas y paletas , no se ufana de sus logros, pese a que es uno de los contados artistas que ha logrado, en vida, exponer en las principales galerías del mundo. A ello se suma que sus esculturas, en las que no abandona las exageraciones en las formas y volúmenes, han sido puestas a la vista del público en las calles de distintas capitales en el mundo.

Y es que Botero ha tocado todos los temas en su repertorio. Evidencia de esto son sus pinturas y esculturas relacionadas con el mundo de la tauromaquia , la violencia -con l a serie de «Abu Graib »-, basada en a las torturas de las fuerzas a prisioneros iraquíes, y en los últimos años, asuntos de religión como la serie «El Viacrucis» .

La muerte de su hijo

También ha pintado en sus telas la muerte de Pablo Escobar , el jefe del cartel de las drogas de su ciudad, o a Pedro Antonio Marín, alias de Manuel Marulanda Vélez, más conocido como «Tirofijo» , el fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla más antigua de América.

Su cuadro favorito es un retrato de su hijo Pedro, que murió en un accidente automovilístico en 1974 y del que dice que «es muy especial» tras ese momento tan crítico.

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