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Irene Escolar: «Nunca he querido ser otra cosa sino actriz»

De niña interpretaba con su abuela, Irene Gutiérrez Caba, «Romeo y Julieta» en las escaleras de su casa. Hoy brilla con luz propia en el Español

Irene Escolar: «Nunca he querido ser otra cosa sino actriz» ISABEL PERMUY

JULIO BRAVO

Es, por ahora, la última de una las sagas más fecundas e importantes del teatro español, que se remonta a varias generaciones. Lleva el nombre de su abuela, Irene Gutiérrez Caba , pero a sus veintipocos años ya tiene la consideración y el respeto de una profesión que la vio subirse por primera vez a un escenario con tan solo nueve años. «Fue en la obra “Mariana Pineda”, dirigida por Joaquín Vida, y yo ya sabía entonces que quería dedicarme al teatro». Irene Escolar interpreta estos días en el Español «De ratones y hombres» , una de las grandes funciones de la temporada. Le emociona volver a este escenario, donde actuó con 16 años en la zarzuela «Adiós a la bohemia», de Sorozábal, dirigida por Mario Gas. «Allí tenía solo una frase: “Yo, jamón”, y soñaba con volver a este teatro con un papel importante». Ya lo ha conseguido.

Su primer recuerdo de un teatro le lleva al camerino de su abuela. «Creo que era en el Infanta Isabel, no sé qué función interpretaba. Pero me acuerdo perfectamente de su camerino. Era antiguo, todo de madera, lleno de ropa, y olía a maquillaje. Yo llegaba, me ponía los tacones, el pintalabios y me paseaba por allí. Esa imagen está muy viva en mi memoria».

—¿Siempre ha querido ser actriz?

—Siempre. Mi abuela y yo hacíamos «Romeo y Julieta» en las escaleras de mi casa cuando yo era muy pequeñita. Yo hacía de Julieta y ella hacía de Romeo. No recuerdo haberme querido dedicar a otra cosa. Y cada día que pasa lo tengo más claro, porque es lo que me hace de verdad muy feliz.

—Las cosas ahora son muy distintas a la época en que su abuela y sus tíos-abuelos, Julia y Emilio, comenzaron. Ahora se aprende en las escuelas, no en el escenario.

—Se han puesto de moda los «gurús»; claro que creo en la enseñanza, al estilo de lo que existe en Londres, o en nuestra Resasd. Ahí aprendes técnicas: vocal, de cuerpo, de movimiento... Pero yo creo que nadie te puede enseñar a interpretar. Eso es algo que depende del corazón, del sentimiento, de la percepción del mundo, de la sensibilidad...

—¿Cree que en la interpretación los genes también influyen?

—Supongo que sí. En mi decisión de ser actriz seguro que ha tenido que ver mi familia y mi entorno. Pero mi padre, que también vivió ese ambiente, no es actor, no sintió esa vocación. Yo sí la tuve, y tener hoy en día una vocación es un regalo. ¿Cuánta gente joven hay que no sabe qué hacer con su vida, a la que no hay nada que le mueva por dentro? Yo tengo la suerte de que el teatro mueve mi vida. Es el eje y lo que más feliz me hace.

—Hoy la mayoría de los actores jóvenes quieren trabajar en televisión.

—No es mi caso. Respeto totalmente a mis compañeros, porque hay que vivir y comer, y la televisión se lo permite. Pero no es mi caso. Yo he preferido dedicarme al teatro, y he tenido además la suerte de poder hacerlo y de que, económicamente, me lo puedo permitir. Pero no entiendo que un actor no quiera hacer teatro, y se lo he escuchado decir a más de uno. Ahora, además, el teatro está viviendo un momento creativo extraordinario, y para mí no hay nada más maravilloso que el escenario.

—¿Hablaba con su abuela de teatro?

—Yo era muy jovencita, el recuerdo que tengo de ella es una imagen, una voz... Pero no conversaciones. Sí las tengo ahora con mi tía abuela, con Julia, o con Emilio. Mi abuela nunca me pudo ver en un escenario... Y me hubiera gustado mucho. Tenía la misma pasión que yo. Emilio me dice que soy más parecida a Irene, que fue actriz no porque la obligaran sino porque era lo que quería. Y me hubiera gustado mucho que me viera, aunque de alguna manera la siento presente. Yo por si acaso siempre llevo una foto suya y la pongo en mi camerino, para sentir que está conmigo.

—¿Suele pedir consejo a sus tíos Julia y Emilio?

—Cada vez menos... Aunque sí, lo hago. Yo he ido a casa de mi tío Emilio a ensayar, y él me ayudaba a prepararme las pruebas, los personajes... En estos últimos montajes me siento más liberada, quizás no necesito tanto su ayuda. Pero sé que están ahí. A mí tía Julia no le gusta ir a los estrenos, pero el día de «Oleanna» sí vino, con Emilio. Y estábamos al final del primer acto y escuché a Julia: «La niña está muy bien, ¿verdad?» Y eso me emocionó mucho.

—En «Oleanna» trabajaba con el público muy cerca, casi dentro del escenario. ¿Le gusta esa sensación?

—Me parece más fácil. En una sala pequeña se pueden ver las miradas, los ojos llenos de lágrimas, los gestos... Todo se percibe, todo lo ven. En un teatro grande necesitas de la técnica para hacerle llegar la emoción y la verdad a todo el patio de butacas.

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