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los domingos del embajador de israel en españa

Alon Bar: «España comprende a Israel más de lo que dice cierta prensa»

Fue consejero de la Embajada israelí en Madrid de 1994 a 1998 y hace siete meses ha vuelto como embajador. Con él llegan aires más frescos y distendidos a una relación siempre intensa

Alon Bar: «España comprende a Israel más de lo que dice cierta prensa»

anna grau

El día antes de hacer esta entrevista recibo una llamada del jefe de seguridadde la Embajada israelí: aparte del nombre y el DNI de la fotógrafa, quieresaber cuánto hace que la conozco. No acepta evasivas. El tiempo medio paraacceder a la legación diplomática es de veinte minutos entre pasar el arcodetector de metales, quitarse las botas, dejar el bolso en consigna, etc. Cuesta más que entrar en el Palacio de la Moncloa. Acceder a la residencia particular del embajador todavía es peor. No hay arco detector de metales, entonces te registran con una especie de pala, como en los aeropuertos. Bolso en el suelo y análisis minucioso de su contenido.

Alon Bar admite que estas cosas no ayudan a llevar una vida normal. Pero sobre todo después de la matanza de Toulouse, pregunta: «¿Cuál es la alternativa?» Se declara hondamente conmovido por las múltiples muestras de solidaridad recibidas en la Embajada. Destaca la llamada personal del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, de quien dice: «Calentó nuestro corazón». Elogia mucho el público posicionamiento de Gallardón pidiendo más beligerancia contra el odio. «Incluso si los autores de estos crímenes son lobos solitarios o personas desequilibradas, a menudo responden a estímulos sociales y políticos, entonces es muy importante adoptar una firme actitud de rechazo ante estos caldos de cultivo», constata.

Insiste en que Israel recibe la solidaridad y la comprensión del pueblo español «en mayor medida de lo que parece si se lee cierta prensa». La opinión pública es más sabia que la publicada «y España sabe lo que es sufrir la amenaza terrorista». Él tiene fe en una relación siempre intensa, a veces complicada, pero con muchas más facetas que la opinión de cada cual sobre el conflicto de Palestina. «No es que el conflicto desaparezca, pero la gente en España empieza a ver otras cosas de Israel, incluso a sorprenderse de todo lo que no sabía de nuestro país», sonríe.

Por ejemplo pasma el interés de los israelíes, capaces de seguir creciendo y de crear empleo en plena crisis, por estrechar los vínculos económicos con España. «A veces pienso que nosotros tenemos más fe en el futuro de la economía española que los propios españoles», vuelve a sonreír. Otro ámbito de relación preferente es la cultura, sobre todo para él y su esposa, Esther, que adoran la oferta cultural madrileña. Aprendieron a disfrutarla en los 90, y ahora han vuelto por sus fueros. Uno de sus tres hijos, que ya son mayores y estudian y trabajan en Israel, se encuentra estos días en España pero ni siquiera ha pasado por Madrid. Ha ido derecho a Jerez de la Frontera, a un festival de flamenco.

Entonces Alon y Esther viven como una pareja de novios. El embajador trata de no trabajar el fin de semana salvo emergencias. Los domingos se levantan a las 9, desayunan tranquilamente y, si el tiempo acompaña, salen a dar un buen paseo de no menos de dos horas. Últimamente van mucho a la Quinta de los Molinos, a seguir de cerca la floración de los almendros. También les gusta explorar restaurantes y cafés «con estilo», ir al Matadero, visitar galerías de arte, callejear por Chueca, comprar en el Mercado de San Antón. Esto del mercado es importante porque el señor embajador cocina. Le gusta preparar guisos de carne o pescado -ha aprendido a hacerlo a la sal en España- y tartas, muchas tartas. En su casa se come de todo. No siguen las restricciones kosher.

También tiene su hueco el fútbol. Le encanta ir al Bernabeu pero afirma no ser de ningún equipo en particular y seguir a todos los «importantes». Dispone de una bicicleta y de otros aperos para hacer ejercicio en casa pero no los usa todos los días, solo cuando siente que no ha andado lo suficiente. A pesar de las ya mencionadas limitaciones de seguridad él va a muchos sitios a pie y es usuario habitual del autobús y sobre todo del metro, que le parece muy útil para abrirse paso «entre las muchas manifestaciones que suele haber en Madrid». Vaya, ya lo comentan por todo el mundo?

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