entrevista
«La tendencia a la felicidad es genética en el ser humano»
El psiquiatra Luis Rojas Marcos, reflexivo pensador, apuesta sin fisuras por el optimismo también en tiempos de crisis. No como ejercicio voluntarioso, sino porque, dice, que es una defensa natural inscrita en los genes
Afincado en Nueva York desde hace más de cuatro décadas, pronto viajará a España para tomar parte en el II Congreso de la Felicidad organizado por Coca-Cola los días 9 y 10 de abril, cita singular y estimulante a la que el doctor Rojas- ... Marcos aportará su punto de vista sosegado y lúcido, refrendado por décadas de ejercicio de la psiquiatría, por sus ensayos y libros divulgativos y por su prestigio científico. Formado para sanar los males del alma, está convencido sin embargo de que en el género humano pesa mucho más el componente optimista, «el que nos ayuda a sobrevivir».
-Habrá que empezar por intentar definir la felicidad...
-A la hora de estudiar la felicidad no la llamamos así, sino satisfacción con la vida en general, porque la palabra felicidad está llena de significados muy subjetivos e incluso, sobre todo en Europa y en España, por razones históricas y culturales, se relaciona el término con la ingenuidad o incluso con la ignorancia. Por eso utilizamos este otro concepto, que parece más fácil de concretar. Y lo podríamos definir como un sentimiento positivo, estable y placentero que no depende de un momento dado ni de un hecho determinado, sino que se trata de un estado de ánimo duradero que suele acompañar a la idea de que vivir merece la pena.
-Ha apuntado en alguna ocasión que los individuos tendemos a pensar que nuestra vida es mejor que la de quienes nos rodean.
-Pues sí. Cuando participo en una rueda de prensa, pido a los periodistas presentes que puntúen del uno al diez su nivel de satisfacción con la vida en general, y la mayoría se pone un seis, siete, ocho y nueve incluso. Y después, la siguiente pregunta es: «¿Qué nota le ponéis al mundo, a vuestro entorno?» Y al mundo le dan un tres o un cuatro.
-¿Eso se debe a un mecanismo de autoprotección del ser humano?
-Absolutamente. Cuando nos pasa un desastre de cualquier tipo es muy corriente compararnos con los demás: «A mí se me ha destruido la casa, pero es que al vecino se le ha muerto un hijo». Eso nos sirve para salir adelante. Es una defensa natural para mantener nuestro estado de satisfacción con la vida.
-¿De modo que podemos resumir que el hombre tiende a ser feliz?
-Desde luego. Eso es genético, está inscrito en la evolución humana, basada en la mejora de nuestros genes, en la fuerza de la selección natural. Los genes seleccionan esas fuerzas que nos ayudan a adaptarnos a las circunstancias.
-¿Una crisis de tipo material como la que estamos sufriendo merma sensiblemente los niveles de satisfacción, o quizá no tanto como podríamos pensar?
-No tanto como podríamos pensar, excepto cuando la crisis supone una amenaza a la supervivencia. Hay un mínimo de necesidades que tienen que estar cubiertas, pero, una vez superado ese umbral, a la gran mayoría a nivel individual no les ha afectado necesariamente en su satisfacción con la vida en general. Además, hay gente que te dice: «Lo he pasado mal con la crisis, pero he descubierto unas fuerzas en mí o unas capacidades que no sabía que tenía, y además ahora aprecio cosas que antes no apreciaba».
-¿Las nuevas tecnologías favorecen la felicidad?
-Uno de los protectores de la satisfacción con la vida es tener la flexibilidad de adaptarnos a las nuevas tecnologías, pese a que hay en el ser humano un cierto miedo a lo nuevo. También se culpó antes de muchos males a la televisión o a la radio. El problema no está en la tecnología, sino en el uso que hacemos de ella. E internet es un invento increíble. El reto es seleccionar lo que es importante y lo que no.
-También ha dicho: «Antes el ser humano aspiraba a perpetuarse con las pirámides, y ahora cuelga sus fotos en Facebook».
-Por esa necesidad consciente o inconsciente que tenemos de inmortalidad, de dejar algo y permanecer. Y, al mismo tiempo, esto nos exige un poco de ajuste. En internet sabemos que lo que colgamos ni se borra ni se olvida, por lo que tenemos que empezar a adaptarnos a vivir sin olvido. Estamos acostumbrados a pasar página de lo que hicimos cuando teníamos quince años y de lo que hicieron otros, y, sin embargo, internet nos lo vuelve a mostrar una y otra vez. Esto nos obliga a adaptarnos y a dar una segunda y tercera oportunidad a los demás y a nosotros mismos.
-Su último libro versa sobre la memoria. ¿Es aliada del bienestar?
-Indudablemente. Juega a nuestro favor, porque si tú le pides a alguien que escriba veinte recuerdos de su vida, la gran mayoría de las personas va a plasmar más recuerdos positivos que negativos. La memoria es subjetiva y selectiva, pero, por otra parte, es creativa. no es un disco duro de ordenador, no guarda todo tal y como pasó, sino que va amoldando nuestros recuerdos a nuestra manera de pensar. Los reconstruye, como mecanismo de defensa.
-Aconseja usted diversificar las parcelas de la felicidad, en vez de enfocarla en una sola cosa.
-Sí, porque, por ejemplo, un divorcio lo superan más fácilmente las personas que son felices o están satisfechas con el trabajo. Es la idea: poder compensar el fracaso en un área de nuestra vida con las satisfacciones en otra. Si aprendemos poco a poco a diversificar y a tener diferentes fuentes de satisfacción o felicidad, eso nos protege.
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