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violencia en las aulas

Stop al acoso escolar

Para quien lo sufre se puede convertir en la pesadilla que marcará el resto de su vida

M. J. PÉREZ-BARCO

Ningún niño lo merece. Ni motes, ni insultos, ni burlas, ni amenazas, ni empujones, ni patadas, ni pellizcos, ni golpes... Ni un día, ni de forma sistemática durante meses o años. A pesar de que impera la ley del silencio, los casos de acoso escolar (o «bullying») comienzan a salir a la luz. Hay más conciencia y sensibilización ante un fenómeno que convulsionó a la opinión pública con el caso del pequeño Jokin, el adolescente de Hondarribia (Guipúzcoa) que durante un año sufrió vejaciones y humillaciones por parte de sus amigos de instituto hasta que presa del dolor decidió suicidarse en 2004. Tenía 14 años.

Como Jokin, otros niños son el juguete de sus compañeros que les tratan de forma despiadada. Y los efectos sobre la víctima resultan

Entre el 5 y 7% de los escolares sufren esta lacra

devastadores. Aunque no se conoce a ciencia cierta cuántos alumnos padecen estas situaciones, muchos expertos aseguran que hay menos casos y están más controlados. Otros, sin embargo, afirman todo lo contrario. De hecho, incluso los informes que se han realizado en España en la última década para estudiar este fenómeno revelan resultados contradictorios. En general, la comunidad educativa acepta que en torno al 5-7% de la población escolar padece esta terrible lacra, según diversas encuestas que han efectuado distintas Comunidades autónomas.

«No está generalizado»

¿Son casos puntuales que no deben disparar las alarmas? ¿O es la punta del iceberg de un fenómeno muy presente en los colegios españoles? «Cualquier cifra es elevada. Da igual que sean mil o cientos, mientras exista un niño que lo sufre es suficiente», dice Ferran Barri, presidente de la asociación SOS Bullying. Esta entidad, creada en 2004 para combatir el acoso escolar, recibió más de 4.200 denuncias de toda España en los primeros siete meses de funcionamiento. «Ahora nos llaman muy poco —afirma Barri—. Ha habido una evolución muy positiva, porque los colegios trabajan sobre este asunto, las administraciones ponen recursos y los centros escuchan a las familias».

«El acoso escolar no está generalizado en las aulas», insiste Inmaculada Suárez, psicóloga y coordinadora del Defensor del Profesor del sindicato de profesores ANPE. Cerca de 4.000 docentes se ponen en contacto con este servicio cada año, en torno al 12-14% de las llamadas solicitan ayuda para actuar ante casos de posible acoso escolar. «Los padres son muy sensibles ante este asunto —explica Suárez—. Por eso, no debemos confundir una pelea entre alumnos con el acoso sistemático y duradero».

En efecto. El acoso escolar supone maltratar (ya sea física o pisicológicamente) a una persona de forma repetitiva y continua en el tiempo dentro del entorno del colegio. Desde reírse y burlarse de la víctima, pegarle collejas y patadas, zarandearle o empujarle,

«Hemos tenido casos de niños de cinco años acosados»

amenazarle... Su extensión a internet y a las redes sociales resulta demoledora. Es lo que se conoce como ciberacoso (o «ciberbullying»). De cualquier forma, el ingenio del acosador cuando quiere hacer daño es ilimitado. «Hemos tenido casos de niños de cinco años acosados. Recuerdo una niña de esa edad que sufrió un ataque de nervios cuando su acosador, ante la imposibilidad de pegarla, le metió la cabeza de un pájaro muerto en un bolsillo del baby», dice Guillermo Cánovas, presidente de la asociación Protégeles, una ONG que ha puesto en funcionamiento una Línea de Ayuda contra el acoso escolar. «Este mes hemos llegado al caso mil. La inmensa mayoría de ellos ya están resueltos», asegura Cánovas.

En la adolescencia hay más riesgo

El acoso escolar es más frecuente en la adolescencia, aunque también se da en edades más tempranas (de 8 a 15 años), y entre chicos. Si bien las chicas tampoco son ajenas a estas situaciones. Además, ellas ejercen un acoso de forma más sibilina y sutil: hacen correr rumores y mentiras sobre sus víctimas, prohíben al grupo que juegue con la acosada, la impiden que se relacione con otros, no la hablan, la aislan socialmente...

La víctima pasa a una total indefensión. Es acorralada en baños, vestuarios, pasillos, patio o en el comedor del colegio, por uno o

«Los casos más duros se dan en entornos rurales»

varios compañeros. Y las vejaciones son a veces realmente dramáticas cuando se usa el móvil para grabar estos episodios y colgarlos en internet. «Los casos más duros se dan en entornos rurales —explica Cánovas—, porque en la ciudad el menor tiene posibilidades de no encontrarse con sus agresores fuera del colegio y establecer otro grupo de amigos. Sin embargo, en localidades pequeñas, con un solo instituto, los casos son dramáticos. La víctima se encuentra con los agresores todos los días, a todas horas, en la panadería, en fiestas.... A veces los acosadores insultan también a la madre de la víctima y a los hermanos. Hay familias enteras que se han tenido que trasladar a otra ciudad».

Intervención del colegio

«Se está actuando e interviniendo —asegura Cánovas—, aunque existen colegios que no saben actuar y otros centros que optan por tapar estas situaciones y aguantar a final de curso para ver si la víctima desaparece y se marcha a otro colegio. Pero la mayoría no actúan así».

Para acabar con este maltrato, existen protocolos de actuación para los colegios. Se aplican de forma muy discreta e interviene toda la comunidad educativa (docentes y alumnos) y también las familias. «Pero todavía hay padres que disculpan a su hijo acosador, y que culpabilizan a la víctima diciendo "algo habrá hecho", y otros que restan importancia al caso», dice Isabel Menéndez, psicóloga de la Escuela de Familias de la asociación de padres Concapa. .

Existe otra pieza clave: el resto de la clase, los espectadores que permanecen impasivos ante ese maltrato, bien porque tienen miedo o porque no quieren ser los siguientes en sufrirlo. «Es lo que más duele a las víctimas, los amigos que no salen a defenderles. Eso les hunde», asegura Menéndez.

A las víctimas les cuesta mucho contar estas dramáticas experiencias. Se sienten amenazadas, coaccionadas, hundidas psicológica y socialmente. Por eso, los expertos recomiendan una abierta comunicación con nuestros hijos y rodearles de afecto. Así quizá en unos años el acoso escolar sea solo un asunto residual en las aulas.

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